lunes, 5 de noviembre de 2007

Reinas de Armería en la Feria de Colima

Publicado en Diario de Colima
Domingo 4 de noviembre de 2007

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

El día de “Todos Los Santos” es una fiesta religiosa que se celebra el primero de noviembre en los países de tradición cristiana. En ella se venera no solo a los santos que se mencionan en el calendario litúrgico, sino también, a todos los fieles que ya están en el cielo. Su origen data desde el Antiguo Testamento, cuando Abraham llevó a su hijo primogénito ante el Señor y le dijo: “por ti estoy dispuesto a sacrificarlo”. Entonces el Señor le expresó: “Se te hace gracia”; luego Abraham de su rebaño sacrificó un cordero como símbolo de amor y de fe. Por ello, el pueblo hebreo veneraba a sus mártires para rememorar el sacrificio que el padre Abrahán hizo para honrar a Dios.

En Roma durante la persecución realizada por el Emperador Diocleciano (284-305) hubo tantos mártires que no alcanzaban los días del año para conmemorar a todos. Así, a partir del siglo IV surgió la necesidad de una fiesta en común la cual se comenzó a celebrar en diferentes fechas. El 13 de Mayo del año 610, el Papa Bonifacio IV consagró el Panteón Romano (donde antes se honraba a dioses paganos) para ser templo de la Santísima Virgen y de todos los mártires. Fue así que se inicia la festividad para “Todos los Santos”. Gregorio III (731-741) la transfirió al primero de Noviembre. El Pontífice Gregorio IV (827-844) la universalizó a toda la Iglesia Católica.

Por lo que se refiere a la conmemoración de los “Fieles Difuntos”, popularmente llamada “Día de Muertos”, es una celebración cristiana que tiene lugar el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que concluyeron su vida terrena y según la costumbre religiosa se encuentran aún en estado de purificación.

La práctica de orar por los difuntos también es muy antigua. El libro 2° de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice:"Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados"; y siguiendo esta tradición, en la iglesia primitiva se inscribían, en la díptica, los nombres de los hermanos vivos y los muertos por quienes se oraba. La díptica era un libro formado por dos tablas pareadas (plegables).

También para recordar a sus muertos, desde tiempos remotos, nace la costumbre cristiana de visitar las tumbas de sus difuntos, llevar ofrendas florales y rezar por ellos, intercediendo así, para que pronto se encuentren con el Señor en el cielo. La costumbre de celebrar misa por los difuntos se remonta al 2 de noviembre del año 998 cuando fue instituida en el sur de Francia por San Odilón, monje benedictino. En el siglo XIV el Vaticano adoptó esta práctica.

En México, el origen indígena de honrar a los muertos se remonta al período prehispánico en donde era común la práctica de rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento. Los aztecas, poseían un calendario solar que contenía no solo noticias de las fiestas, ceremonias y ritos religiosos, sino también formulas de sortilegios y adivinación. Fragmentaban sus fiestas en fijas y móviles, entre las últimas se contaban las consagradas al sol.

El año lo dividían en 18 meses de veinte días cada uno. Abarcaba un ciclo de 52 años que representaban gráficamente por un círculo en cuyo centro había una imagen del sol y en medio de dicho círculo una serpiente que daba cuatro vueltas sobre si misma, una en cada cuadrante, a cada uno de los cuales correspondían 13 años del periodo de los 52. Cada mes lo dedicaban a una divinidad diferente, de modo que en todos había una fiesta religiosa.

Las festividades del noveno mes eran dedicadas a la celebración de los niños y los parientes fallecidos. Estas fiestas eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (se le relaciona con "la Catrina", personaje de José Guadalupe Posada) y su esposo de Mictlantecuhtli, “Señor de la tierra de los muertos”.

En el siglo XVI cuando los conquistadores llegaron a América, se aterraron por las prácticas paganas de los indígenas, y en un intento de convertir a los nativos al catolicismo movieron la fecha del festival autóctono para que coincidiese con las festividades católicas del “Día de todos los Santos y Todas las Almas”. Los españoles combinaron sus costumbres con el festival similar mesoamericano, arraigándose de este modo las tradiciones del actual “Día de Muertos”.

La festividad de los muertos en México está llena de costumbres que varía según la región, entre otras, a las personas les gusta llevar flores, velas, alimentos y hasta música a las tumbas de sus familiares y amigos extintos. Muchas familias hacen “altares de muertos” en homenaje a sus difuntos. Sobre una mesa cubierta con un mantel ponen una fotografía de la persona fallecida y la adornan con flores y algunos recuerdos. También, entre la sociedad mexicana, se tiene la tradición de elaborar composiciones en verso en donde a manera de epitafios se ironiza a personajes vivos o muertos.

Enlazadas por el tiempo y conforme a las tradiciones descritas, en Colima, a la usanza de los primeros años de la colonización, la festividad de “Todos los Santos” también se une al día de los “Fieles Difuntos”. La primera referencia histórica de la fiesta popular más antigua del estado, “se encuentra en un Acta de Cabildo del Archivo Histórico Municipal, fechada en 1572, en la que se registra una querella violenta entre un mestizo y varios indios, precisamente mientras se desarrollaba una procesión ceremonial indígena con antorchas y velas de cera encendidas, a la media noche del 1º de Noviembre de 1572” (Concluye la cita: (http://www.feriadecolima.com.mx).

En la misma fuente se consigna que durante los siglos XVI al XIX esta celebración fue arraigándose a la vida cotidiana de los colimenses hasta convertirse en la fiesta popular de mayor auge en el Estado. También se precisa, que por gestiones del diputado colimense presbítero José María Jerónimo Arzac, el primer Congreso General del País, declaró oficialmente la Feria de “Todos Santos” el 1º de noviembre de 1826. Inicialmente, estas conmemoraciones se desarrollaban en la Plaza Mayor de Colima, frente a la Parroquia (actual Catedral).

Con el transcurrir de los años, la Feria creció y el Jardín Libertad llegó a ser insuficiente, lo que motivó que en 1906 la administración gubernamental de don Enrique O. de la Madrid, dispusiera su traslado a la Alameda o Plaza Nueva (hoy jardín Núñez), donde permaneció 52 años. En 1934 el Gobernador interino José Campero la trasformó en “Feria Regional, Agrícola, Ganadera, Comercial e Industrial del Estado de Colima”. Para representar, en esta festividad, a la belleza de la mujer colimense, la principal innovación de la nueva feria fue la elección de una reina. Le correspondió a María Luisa Bracamontes García el privilegio de ser la primera soberana de nuestro máximo festejo, siendo coronada por el Gobernador Salvador Saucedo.

En 1958 el Gobernador del Estado Rodolfo Chávez Carrillo cambió la Feria del Jardín Núñez a las instalaciones de la Unidad Deportiva “Ignacio Zaragoza”, que funcionaba en los predios en donde años mas tarde, doña Griselda Álvarez construyó los actuales palacios Legislativo y de Justicia. En 1978 el Gobernador Arturo Noriega Pizano la reubicó a los terrenos inmediatos al poblado de la Estancia, en donde actualmente se desarrolla.

Durante los últimos setenta y cuatro años la Feria solo se ha suspendido en cuatro ocasiones, la primera, por el sismo del martes 15 de abril de 1941 que destruyó la mayoría de los hogares y la totalidad de los edificios públicos y templos de la ciudad. A consecuencia de la fiebre aftosa que afectó a la ganadería local y nacional se decidió no convocarla durante los años de 1947 y 1948. La edición de 1959 se canceló debido al ciclón del 27 de octubre que azotó a la costa colimense. Su reina electa la señorita Adriana Sánchez de la Madrid fue coronada hasta el siguiente año (1960).

De 1934 a 1980 se eligieron mediante voto económico cuarenta y dos reinas de la Feria; 37 representantes de Colima, 4 de Tecomán y una de Manzanillo. Dado el potencial económico de los tres principales municipios del estado, la lucha por la Corona siempre resultaba muy competida entre Colima, Manzanillo y Tecomán. A partir de 1981 cambió el sistema de voto económico por elección a través de un jurado calificador, que a partir de este año, entre otros aspectos, se evalúan belleza, cultura y simpatía de las participantes. Con este procedimiento han alcanzado el codiciado centro 28 hermosas damitas: 8 de Colima, 5 de Tecomán, 4 de Armería, 4 de Cuauhtémoc, 3 de Comala, 1 Manzanillo, 1 de Minatitlán, 1 de Villa de Álvarez y una representando a la Universidad de Colima.

La primera vez que Armería concurrió a este certamen fue en 1981 en donde nuestra enviada Martha Elena Contreras Álvarez fue Corona Princesa, resultando reina la embajadora del Municipio de Colima Alicia Ochoa Verduzco (Alicia II). Del año 2000 a 2008 se han elegido 8 reinas: 4 de Armería (Elvira Lizet I, Jania Astrid I, Grecia I y Laura Karina I); 2 de Comala (Erika Edith Espinoza González y Ma. Guadalupe de la Luz Villalobos); 1 de Colima (Linda Marisol Cruz Sánchez) y una de Cuauhtémoc (Fátima Guadalupe Hernández Rangel).

Elivira Lizet Orozco Cabrera fue la primer soberana representante del Municipio de Armería. Elivira Lizet I Resultó electa en un certamen realizado en el Auditorio Elías Zamora Verduzco de la población de Cuauhtémoc. Fue coronada por el Lic. Fernando Moreno Peña el 28 de octubre del año 2000. Es hija de los señores Tomás Orozco Aguirre y Elsa Berenice Cabrera Pérez. Sus abuelos maternos son Benjamín Cabrera Álvarez y Bertha Pérez Ochoa. Le sobrevive su bisabuela, mi tía Elvira Ochoa Chávez, viuda de Emilio Pérez Alcocer.

Jania Astrid Álvarez Mora, nieta de don Víctor Mora Nolasco es hija de Arturo Álvarez Zamora y de Ma. Mercedes Mora García. Después de una reñida competencia escenificada en el módulo del gobierno del Estado Jania Astrid I fue coronada el 19 de octubre de 2004 por el prof. Gustavo Alberto Vázquez Montes.

La elección de Grecia I (Grecia Pineda Espíritu) se realizó en el Casino de la Feria y fue coronada reina por el Lic. Jesús Silverio Cavazos Ceballos el 28 de octubre de 2006. Sus padres son Adolfo Pineda Sotomayor y Bertha Alicia Espíritu Macías. Sus abuelos maternos son Gonzalo Espíritu Ruelas y Ma Soledad Macías Ramírez. Es sobrina de la expresidenta Municipal de Armería Profa. Rosa María Espíritu Macías.

En la edición 2007, la representante del Municipio de Armería, por segunda ocasión consecutiva alcanza el anhelado cetro en la persona de Laura Karina Jara Barajas (Laura Karina I), su elección se llevó a cabo en el Casino de la Feria el 21 de octubre y fue coronada el sábado 27 del mismo mes por el Lic. Lic. Jesús Silverio Cavazos Ceballos. También recibió los títulos de señorita fotogenia y señorita Elegancia. Laura Karina I, es hija del matrimonio formado por el señor J. Refugio Jara López y la señora Ma. Guadalupe Barajas Carrillo.

En la solemne ceremonia de coronación, a invitación del Presidente Municipal de Armería mi amigo el licenciado Juan Manuel Covarrubias Leyva, tuve el privilegio de resaltar su belleza a través de la siguiente alocución:

“… Armería, remanso, promesa y esperanza de sus hijos se engalana, porque hoy, nuevamente, una de sus más preciadas infantas es coronada reina del máximo festejo que unifica a todo el colectivo colimense y que anualmente celebramos con entusiasmo y emoción. Así, desde lo más profundo de mis sentimientos, es para mi un alto honor, alzar mi voz, para proclamar desde oriente hasta occidente, cruzando por septentrión y mediodía, este “pregón” dedicado en tu honor, hermosa soberana.

Tú señorial nombre de Laura, simboliza triunfo y victoria. El de Karina, representa a la bien amada. Luego entonces, además de victoriosa y bien venerada, con tus títulos de fotogenia y elegancia más tus signos de simpatía y vocación de triunfo, seguros estamos, que serán la fuerza, para hacer brillar en todo su esplendor, fineza y elegancia a la mujer colimense que se enorgullece con tu encantadora hermosura.

Por ello, aquí y ahora, las anteriores soberanas, con su gracia, simpatía y amor por esta fértil tierra costeña, asisten a tu coronación para honrar las ricas tradiciones de nuestro pueblo. Todas ellas, con humildad y señorial solemnidad, en su reinado prestigiaron y enaltecieron a Colima. Con su talento y trabajo, nuestra Feria se ha convertido a lo largo de los años en uno de los espacios más importantes para la difusión y promoción de nuestros usos y costumbres en donde se fomenta y confirma nuestra identidad y sentido de pertenencia.

Nuestro pueblo se abre en estos días a la alegría, a la fraternidad y a la esperanza. Cada edición, con la participación de muchas instituciones y personas, impulsa nuevas fortalezas agrícolas, ganaderas, industriales y comerciales. En su sentido más amplio, también nuestros centros educativos promueven nuestra cultura y consolidan nuestros valores.

En esta tesitura, hermosa soberana, seguros estamos que cumplirás con tu nueva encomienda. Con la tenacidad de tu esfuerzo, la luminosidad de tu inteligencia, la perseverancia de tus ilusiones y el valor de tu entereza, sin duda alguna, llevarán a nuestro tradicional festejo, a nuevos estadíos de familiar convivencia y fraternal armonía.

Hago votos para que alcances tus sueños que te llevarán al éxito en esta nueva etapa de tu vida y recuerda que con la ayuda de Dios y de tu familia llegarás muy lejos. ¡Adelante y enhorabuena!. Felicidades reina mía. Salud…”

*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

jueves, 1 de noviembre de 2007

Lo que bien se aprende, jamás se olvida

Publicado en Diario de Colima
1ro. de abril de 2007

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

CUANDO tuve el honor de estudiar la primaria (1955-1961), en los planes y programas de estudio, además de historia universal y nacional se estudiaba historia y geografía de Colima. Por ello, hoy, en esta colaboración con afecto y gratitud evoco a tres distinguidos maestros que marcaron, desde la infancia, mi acentuada inclinación, por conocer y estudiar la historia de mi pueblo. Me refiero al Prof. Jaime Granados Burgos y las maestras Esperanza Retolaza y Judith Camacho Rosales.

La maestra Esperanza Retolaza fue mi profesora del tercer grado de primaria en la escuela federal “Revolución” y recuerdo, que con enorme entusiasmo, nos explicaba la evolución, florecimiento y ocaso de las culturas prehispánicas de mesoamérica y la consecuente relación de los pueblos tolteca y mexicana con los fases locales clasificadas en período Armería (ubicado entre los años 850 y 1250 d.c.) y Complejo Periquillo (1250 a 1521 d.c.). Para ejemplificar sus lecciones sobre las “tumbas de tiro” nunca faltaron, en sus relatos, las figurillas de barro color rojizo que se localizaban a flor de tierra, en los solares, de lo que hoy es la colonia independencia.

Lo que más nos impresionaba de la alfarería precolombina eran sus representaciones antropomorfas (forma humana), zoomorfas (forma animal) y las fitomorfas (formas de plantas o vegetales). Entre las figurillas antropomorfas destacaban las mujeres moliendo en metates o amamantando a sus críos, bailarines, cargadores, guerreros y músicos. Por lo que se refiere a las zoomorfas abundaban los pericos, perros y armadillos. Las fitomorfas más representativas eran las que tenían la forma de una calabaza.

En cuarto grado, el profesor Jaime Granados Burgos, de origen yucateco, además de enseñarnos a tocar las cornetas y tambores de nuestra solemne “banda de guerra”, amplió nuestros conocimientos sobre la cultura maya. No menos importantes eran sus disertaciones sobre la conquista de América, las encomiendas y el arte colonial gótico, barroco y neoclásico. Con pasión desbordante explicaba los períodos de la independencia, la reforma y la revolución.

Posterior al ciclón de 1959 cursé el quinto y sexto grado de primaria en el colegio “Sor Juana Inés de Cruz”, que en esa época, la sección de “niños” funcionaba en forma itinerante. En efecto, el quinto año lo iniciamos en Veracruz No. 29, en casa del Padre Juan Hernández León y lo concluimos, por la calle Colima No. 69 en un predio propiedad del Sr. Luis Aparicio. El sexto grado empezó en la esquina formada por las calles Progreso y Veracruz, frente al jardín principal (contra esquina de la actual Presidencia Municipal) y culminamos en la finca ubicada entre las calles Nayarit y Allende.

La apreciada, respetada y siempre bien recodada profesora Judith Camacho Rosales fue mi maestra de quinto y sexto grado. Mujer hermosa, culta e inteligente, de carácter fuerte, pero justa y comprensiva. No permitía faltas de ortografía y fomentaba en forma abundante el estudio y análisis de buenos libros. En el turno matutino cumplía a cabalidad con los programas oficiales de la instrucción primaria. Por las tardes, asistíamos, sin excepción, a los talleres de retórica, lectura y redacción que ella misma nos impartía. Entre las lecturas complementarias a los libros de texto, nunca faltaron “Cuentos Colimotes”, “La Patria Mexicana” y “Elementos de Historia Nacional” del maestro Gregorio Torres Quintero.

Sus autores favoritos eran Miguel de Cervantes Saavedra y Sor Juana Inés de la Cruz. Del primero, por capítulos, distribuía entre los alumnos, para su lectura, las obras del novelista, poeta y dramaturgo español oriundo de Alcalá de Henares. Luego, uno a uno comentábamos, con nuestras palabras y a nuestro nivel, lo que habíamos entendido sobre el tema principal, personajes participantes, diálogos, argumentos y desenlace. Así, en dos años examinamos, hoja por hoja y capítulo por capítulo los seis libros de “la Galatea” y las novelas ejemplares: El amante liberal, Riconete y Cortadillo, la española inglesa, el Licenciado Vidriera, la fuerza de la sangre, el celoso extremeño, la ilustre fregona, las Dos Doncellas, la Señora Cornelio, Casamiento Engañoso y los perros Cipón y Berganza.

La obra que más nos impactó y nos marcó de por vida fue la del “Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”. Capítulo a capítulo seguimos las batallas, aventuras y andanzas del flamante caballero andante de la triste figura; su caballo rocinante; la forma en que se arma caballero; su chispeante e imaginaria veneración a la hermosa princesa Dulcinea de Toboso; las anécdotas de su fiel escudero Sancho Panza y su fatigado jumento. En las clases de dibujo, nunca faltaron las siluetas de los molinos de viento.

Quienes fuimos condiscípulos, aún a cincuenta años de distancia, cuando nos reunimos, no falta quien inicie nuestras pláticas evocando aquellos momentos en la siguiente forma: “…En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…” Bien nos decía la maestra judith: “…lo que bien se aprende, jamás se olvida…”

En las ceremonias cívicas de todos los lunes, además de los honores a la bandera y las efemérides de la semana, era obligación institucional declamar un poema de la musa latina Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz. Así formaban parte de nuestro cotidiano repertorio: Redondillas, Este amoroso tormento, Detente sombra, Finjamos que soy feliz, Pues estoy condenada, Estos versos lector mío, Ya que para despedirme, Dime vencedor rapaz, Verde embeleso y Esta tarde mi bien...

En verdad, era altamente emocionante ver y escuchar declamar a nuestra querida maestra, sus ademanes, gestos y timbre de voz le imprimían un sello tan penetrante como especial al hermoso poema de Redondillas, que si mal no recuerdo lo decía en la siguiente forma:

“…Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo…”

Estas remembranzas vinieron a mi memoria el pasado jueves con motivo de la inauguración del “mes de la lectura y el libro” que se instituye a propuesta de mi diligente amigo Secretario de Cultura del Gobierno del estado Lic. Rubén Pérez Anguiano. En este orden de ideas, coincido con las reflexiones vertidas en este evento por el Señor Gobernador del Estado, que al efecto aseveró: “…Una sociedad que frecuenta la lectura, que goza de la lectura, que fomenta la lectura, es una sociedad más sensible, mejor informada, más reflexiva, más propositiva y más precisa en la definición de sus retos y oportunidades…”. Felicidades y enhorabuena.

* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

Gratos recuerdos

Publicado en Diario de Colima
6 de mayo de 2007

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

PARA sorpresa de quien esto escribe, la semana antepasada al examinar en mi domicilio particular la correspondencia electrónica, con agrado leí y releí un e-mail procedente de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, que a la letra dice: “…Sr. Miguel Chávez Michel, antes que nada permítame saludarlo y presentarme, mi nombre es Norma Guadalupe Burgos Camacho, soy hija de la maestra Judith Camacho Rosales. Tuvimos la oportunidad de leer su entusiasta columna , publicada en el primero de abril de este año. A mi madre le dio mucho gusto leer que uno de sus alumnos la recuerde con tanto aprecio y por mi conducto agradece sus emotivos comentarios; al igual que yo, ella también recuerda con mucho cariño a sus alumnos de Armería y me pidió le proporcionara su número telefónico para saludarlo. Gracias por tomarse el tiempo de leer este correo. Con gratitud: Norma Burgos…” (Concluye la cita).

Tal vez por los años transcurridos, sin tener noticias, de mi apreciada maestra, fue tanta mi sorpresa que me quedé un buen rato francamente asombrado, no lo podía creer. A mi mente, con la velocidad del rayo, se presentaron múltiples remembranzas y no menos preguntas; a la vez que recibía con júbilo la buena noticia que aún vivía mi bien recordada maestra, me interrogaba, ¿cómo llegó a sus manos mi anterior colaboración? ¿Cómo se encuentra de salud? ¿Qué fue de ella?, etc.

Simultáneamente, se manifestaron gratos recuerdos de la infancia; evocaciones de sus amenas y espléndidas clases; los nombres, apodos, ingenios, juegos y una que otra diablura de los condiscípulos y las no menores travesuras, de quien ahora comenta esas vivencias. También vinieron a mi mente evocaciones de los exámenes escritos y orales, las lecturas, las tareas, las exigencias de nuestros padres, los premios y castigos. En síntesis, agradables añoranzas de los días que jamás volverán.

No sin antes agradecer el correo recibido, por la misma vía (e-mail), acusé recibo informando que esa noche me comunicaría telefónicamente con la maestra Judith Camacho Rosales. Y así fue, personalmente me contestó, de inmediato, no obstante los años transcurridos, identifiqué su timbre de voz. Desde los iniciales saludos, a través de sus palabras y exacto conocimiento de conductas y contextos, advertí, que sabía más de las familias, carreras y andanzas de quienes fuimos sus alumnos, que nosotros, de su vida.

Con puntual lucidez mencionó uno a uno, por sus nombres y apellidos, casi a la totalidad de sus discípulos y en la medida que los nombraba, con risas, chascarrillos y agudezas, no faltaron menciones de las alegres anécdotas, tanto individuales como grupales de la época. Por más de una hora, juntos repasamos gratos recuerdos. Así, con agradables testimonios, iniciamos nuestras remembranzas evocando, con reconocimiento, amistad y simpatía, a quienes ya se nos adelantaron en el camino sin retorno: Ernesto Mora, José Fierros Villa e Ignacio González Diego.

Luego, se acordó, entre otros, de Rodolfo Mora García, Jorge Macías, Pepe Virgen, Jaime y Joel Jiménez Virgen, Raúl Díaz Rincón, J. Jesús Mora Govea, José Luis Magaña, J. Jesús Ortiz Montes, Dámaso Aparicio, Juan Alberto Gómez, Ignacio Hoyos García, Efraín Ivón Pérez Ochoa, Jorge Virgen, Arnulfo Díaz Lara y mi hermano José Chávez Michel. Me comentó, que dado el acercamiento que conserva con su madrina la señora Mercedes Rodríguez viuda de Ramírez, tiene excelentes relaciones de amistad con los hermanos Arnoldo y Felipe Ramírez Rodríguez, a quienes visita con cierta periodicidad.

Hermanados en los recuerdos, evocamos la memoria del padre Juan Hernández León y al efecto, ambos, coincidimos en la destacada labor educativa que desarrolló al frente de la parroquia de Armería. Simultáneamente, reconstruimos su recta severidad y estricta exigencia en el cumplimiento de los planes y programas de estudio del Colegio “Sor Juana Inés de la Cruz”. En los mismos términos, aludimos a la señora Ernestina Linares Michel de Herrera, presidenta del Patronato, quien además de estar al pendiente del buen manejo de los recursos financieros del plantel, coordinaba con basto entusiasmo las actividades culturales y dirigía las veladas literarias y obras de teatro.

Con diligente concreción recordó la precisa exigencia, cuidadosa vigilancia y puntual apoyo que recibió de nuestros padres, quienes siempre estuvieron atendidos y enterados de los avances educativos de sus hijos. En este orden, aludió, con especial amabilidad y satisfactorios recuerdos a don Felipe Ramírez Alcaraz, Víctor Mora Nolasco, Rosalío González Espinosa, Genaro Díaz Cuevas, Emilio Pérez Alcocer, Salvador Mora Nolasco, Valente Jiménez Delgado, Miguel Chávez Vega, Arnulfo Díaz Cuevas, Ignacio Hoyos Velázquez, Luis Aparicio, Luis Magaña, Miguel Gómez Medina y muchos más, que en este momento escapan a mi memoria.

Del mismo modo, como si fuera ayer, enumeró hechos y anécdotas de nuestras astutas ocurrencias; de las avispadas habilidades para aprender picardías y de las sanciones a que nos hicimos acreedores. Citó, con original rectitud, las ocasiones en que tuvo que utilizar la fuerza de su carácter, para no perder el control y el respeto de sus alumnos. Seguro estoy, que con la satisfacción del deber cumplido, me expreso: “…Gracias a enérgicas medidas disciplinarias y el puntual apoyo de sus padres, hoy puedo decir con orgullo, que todos son hombres de bien…” Y concluyó: “…Todos fueron buenos estudiantes…” En este aspecto, mucho ayudaron los padres de familia que siempre revisaban las tareas y estaban muy al pendiente de las calificaciones de sus hijos…”

Por mi parte, al expresarle mi gratitud, estimación y afecto personal, le comenté que desde hace algunos meses Pepe Virgen propone una reunión de convivencia familiar de todos los egresados del Colegio “Sor Juana Inés de la Cruz”, para conmemorar el cincuenta aniversario de haber concluido la educación primaria. De concretizarse, aceptó ser nuestra invitada de honor. (Concluye el diálogo telefónico).

Abordando el tema que nos ocupa, el pasado jueves, en la reunión quincenal del Club de Leones de Armería, compartí con mi condiscípulo y hoy compañero León Joel Jiménez Virgen el grato diálogo sostenido con la maestra Judith Camacho Rosales. Ante la encantadora noticia, de inmediato se agregaron a la plática el Prof. Druso Alfonso Escalante Petra y don Antonio García Nuñez, este último, nos comentó, que en efecto, en la Semana de Pascua la había saludado, ya que la maestra Judith había ido a su domicilio a visitar a su esposa Raquel León.

De inmediato, se volcaron conocidos y agradables recuerdos. Entre otros, Joel Jiménez Virgen hizo referencia a la solemnidad de los exámenes orales de la época que se realizaban en presencia de los padres de familia y autoridades educativas. También, nos participó que aún conserva libros y libretas de quinto y sexto año de primaria, y que en ellos, en donde concluyen las tareas o las lecciones presentadas, se observa, después de la calificación encerrada en un círculo, las iniciales “JCR”, que corresponden a la maestra Judith Camacho Rosales.

Por todo lo anterior, al recordar con afecto y gratitud a nuestra querida y siempre bien recordada maestra Judith Camacho Rosales, sean estas humildes pero sinceras líneas, un timbre de honor a su persona y al apostolado de su misión magisterial. Gracias maestra y que viva muchos años.

*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

Etapa del Oro Verde

Publicado en Diario de Colima
26 de marzo de 2006

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

Por cerca de una década (1935 -1944), el cultivo del plátano, fue la principal fuente de empleos y riqueza de la zona agrícola de Armería. En efecto, mi padre, Miguel Chávez Vega, hábil y agudo conversador, en uno de sus múltiples comentarios reseñaba que a cuatro personajes se les debía, el entonces fecundo y generoso cultivo del banano en Armería; con lúcida emoción y puntual discernimiento que transmitía en amenas charlas, se refería con mucho respeto, entre otros, a Don Rosendo Corona, Leonardo Jaramillo Silva, Eusebio Michel Rincón y Francisco Moreno (Don Pacho).

Para mi padre, posterior al “maremoto” y a la dotación de tierras en los ejidos “Armería”, “Cuyutlán” e “Independencia” y, casi paralelamente a la siembra del “cocotero” se inicia el cultivo del “plátano” de la siguiente manera:

Entre 1932 y 1935, Don Francisco Moreno, dueño el “Hotel Colonial” del puerto de Manzanillo y visionario comerciante que ya desde entonces, infería la “idea” de exportar productos agrícolas hacía el gran mercado norteamericano, convenció a los líderes agrarios Rosendo Corona y Leonardo Jaramillo Silva para que abrieran sus nuevas tierras al cultivo del plátano, para lo cual, además de habilitarlos económicamente, se comprometía a comprarles la totalidad de la producción.

Para Don Pancho Moreno, Armería reunía tres potencialidades que podían transformarlo en el primer productor de “banano” en el Estado: uno, tierra húmeda y fértil; dos, la fuerza de trabajo de los nacientes grupos agrarios y tres, la importante vía de comunicación de la época, como lo era, el ferrocarril; pero había un problema, la falta de canales de riego.


Con el apoyo moral, político y económico de Don Pancho Moreno, trajeron de Cihuatlán, Jalisco, las primeras cabezas de plátano de la variedad conocida con el nombre “roatán”. Para llevar el registro y control de los préstamos a los ejidatarios y a la vez, comprar el producto para comercializarlo hacia Estados Unidos de Norteamérica., el mismo Sr. Moreno, designó, como su representante en Armería a Don Eusebio Michel Rincón.

Don Eusebio Michel y su linda esposa Doña Elenita Ortega, muy pronto, con su caballerosidad, honesta y prudente actitud se ganaron el respeto, estimación y confianza de los ejidatarios y avecindados.

Fue tanto el éxito, que dé 1935 a 1944 se exportaban diariamente de cinco a diez furgones del ferrocarril cargados de “plátano roatán”. A esta etapa, de gran derrama económica para todos los habitantes de Armería, se le conoce como la década del “oro verde”. Lamentablemente, el ciclón de 1944, arrasó con todos los cultivos, y nuevamente, a volver a empezar; pero esa, es otra historia.


* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@colima.com
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El reparto Agrario

Publicado en Diario de Colima
5 de febrero de 2006

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

En anteriores colaboraciones he enseñado que el inicio del progreso de la planicie costera, conocida con el nombre de “Armería”, se debió a tres factores: El reparto agrario que se inicia en 1925, los campamentos de ferrocarrileros, y su principal detonador poblacional lo fue, el maremoto registrado en Cuyutlán el 22 de junio de 1932, lo que propició que los habitantes de ese balneario se refugiaran en “Armería”, quedándose allí, muchos de ellos, a radicar definitivamente. Prueba de ello, fue el inusitado incremento de sus habitantes, que tan solo de 1930 a 1936 se elevó de 178 a mil 500 habitantes.

Los primeros tres ejidos fueron: el “Armería”, el “Cuyutlán” y el “Independencia”, este último, también conocido con el nombre de humedades.

La resolución del “Ejido Armería” está fechada el 2 de abril de 1925, y su ejecución se realizó el 30 de mayo del mismo año. Los terrenos fueron expropiados a la “Hacienda de Armería”, propiedad de doña Isaura Vidriales, para beneficiar a 45 jefes de familia. Posteriormente, mediante expropiación del potrero Martín Alonso de la Hacienda de Paso del Río, propiedad de la Compañía Fraccionadora de Terrenos S.A., el 20 de septiembre de 1939 se decreta la primera ampliación de este ejido. Esta nueva dotación que favoreció a 23 nuevos ejidatarios se ejecutó el 5 de noviembre de 1941.

La dotación del “Ejido Cuyutlán”, se otorgó mediante resolución de fecha 26 de febrero de 1925 y ejecutada el 8 de abril del mismo año. Los primeros beneficiarios fueron 90 campesinos. Para fundar este ejido se expropiaron varios predios colindantes con la zona federal del Océano Pacifico que formaban parte de las haciendas de “Cuyutlán”, “Armería” y “Cualata”, propiedades de Francisco Santacruz Ramírez, Isaura Vidriales de Núñez y Aristeo Núñez, respectivamente.

Continuando con esta primera etapa del reparto agrario, el tercer ejido formado en el actual municipio de Armería fue el nuevo centro de población Humedades. En este caso, la resolución data del 24 de julio de 1932 y su ejecución del 11 de septiembre de mismo año. Aquí, los beneficiarios fueron 60 colonos de la ranchería conocida con el nombre de “Once pueblos” por haber sido fundada por once familias. Cabe aquí puntualizar que el día en que recibieron sus tierras los beneficiarios, a propuesta de don Leonardo Jaramillo Silva, por unanimidad de la Asamblea, a partir de esta fecha se denomina “Ejido Independencia”. Las tierras fueron expropiadas a la “Hacienda de Armería”.

Al Ejido Independencia se le ha beneficiado con dos ampliaciones: La primera, se resolvió el 15 de noviembre de 1939 y las tierras les fueron entregadas hasta el 31 de octubre de 1942. En este caso, se expropiaron los terrenos conocidos con el nombre del “Llano”, propiedad de la Hacienda de Paso del Río. La segunda ampliación se realizo en el predio “El Higueral”. Su dotación es reconocida después de una larga lucha de más de cuarenta años, cuya resolución fue publicada en el Diario Oficial de la Federación hasta el 24 de noviembre de 1994, y su ejecución definitiva el 31 de octubre del mismo año. Ambos predios, “El Llano” y “El Higueral”, se localizan en el municipio de Tecomán.

En la segunda etapa del “reparto agrario” de esta zona, se organizaron los ejidos de “Periquillo”, “Zorrillos” y “El Pelillo”. El primero, se realizó con el consentimiento del propio hacendado don Stephano E. Gherzi, quien para evitar mayores afectaciones a la “Hacienda de Paso del Rió” de su propiedad, gestionó y logró el 15 de noviembre de 1939 la resolución favorable para el Ejido Periquillo, cuya ejecución se realizó primero de enero de 1940. En este caso, los beneficiaron fueron 26 hombres de confianza del Sr. Gherzi, tal vez por ellos, durante muchos años, a este centro de población se le conoció con el nombre del “Ejido Blanco de Periquillo”.

Los 45 miembros del “Ejido Zorrillos” fueron dotados de tierras expropiadas a la “Hacienda de Cualata” mediante resolución fechada el 16 de julio de 1939 y ejecutada el 15 de enero de 1940, y su resolución fue ejecutada el 30 de marzo de 1970. Para ello, se expropió el predio conocido con el nombre de “Rincón del Diablo”, propiedad de la Sra. María de Jesús Gómez Pérez.

La resolución presidencial del ejido “El Pelillo” se obsequió el 11 de junio de 1952, y se ejecutó el 9 de mayo de 1953. Su ampliación fue autorizada el 12 de enero de 1960 y ejecutada el 4 de mayo de 1966. En ambos casos, se expropiaron terrenos propiedades de don Jesús Covarrubias Pérez.

En la tercera y última etapa del reparto agrario, se constituyeron oficialmente los ejidos “Anacleto Núñez”, “Luis Echeverría” y “El Campanario”.

Después de una sangrienta lucha agrarista en la que perdieron la vida varios de sus fundadores, y tomando las tierras por “fuerza”, sus aguerridos forjadores, posterior a no menores “esfuerzos” de negociación con los propietarios de los predios afectados, la resolución presidencial que pone fin al conflicto y que dota de tierras al “Ejido Anacleto Núñez”, también conocido como “Rincón de López”, fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de mayo de 1974 y ejecutado el 11 de septiembre del mismo año. En este caso, le fueron expropiadas a la familia Uribe Valencia los predios “Puerta Pesada”, “El Ahijadero”, “El costeño”, “El Tabaco”, “El Catire”, “La limonera”, “Rincón de López”, “El Anonal”, “Peñas Blancas”, “Jicotán el Nuevo”, “El Carrizal”, “El Cerro y el Cino”.

Para decretar el “Ejido Luis Echeverría” se expropiaron, el 13 de noviembre de 1978, terrenos de la “Exhacienda de Cuyutlán” que usufructuaba don Pascual Moreno Barreto y que en el registro público de la propiedad, se encontraba a nombre de Octavio Cortez Zapién, Ma. Luisa Barreto de Moreno y Candelaria Cortez Vargas.
La entrega de los predios se formalizo el 3 de abril de 1979.

* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

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