lunes, 20 de septiembre de 2010

En memoria de Juan Manuel Covarrubias Leyva

Alocución de Miguel Chávez Michel, en las exequias
de Juan Manuel Covarrubias Leyva, Ex Presidente
Municipal de Armería, Estado de Colima. México.

En la antigüedad, los griegos creían, que sí llovía, cuando los hijos de la patria morían, ésta, era una señal providencial, porque los Dioses del Olimpo, en las aguas que simbolizan la vida, nos enviaban sus parabienes, para que la madre tierra, enhieste, recibiera en su regazo el cuerpo inerte de quienes, con creces, habían cumplido con decoro, su tiempo vital. (Palabras pronunciadas en alusión a que estaba lloviendo).

Muy respetable concurrencia.

Al agradecer al Sr. Presidente Municipal el uso de la voz, en su persona, con la venía de los amigos de la familia Covarrubias Leyva, expresamos nuestra gratitud a la benevolencia del honorable Cabildo por la iniciativa de organizar esta ceremonia.

De igual manera, con nuestra solidaridad y afecto, testimónianos a las familias Covarrubias Leyva y Covarrubias Méndez su amable aquiescencia, para honrar, con este merecido homenaje, la vida y obra, de nuestro común amigo Juan Manuel Covarrubias Leyva.

Familiares y amigos todos.

Aceptar, perder la vida, en plena edad productiva, no es fácil. Interrogantes sobre este particular, muchas veces, dificultan las respuestas, aun cuando, la misma cotidianeidad nos enseña que nuestro paso por esta tierra, es de ciclos, y que debemos acostumbrarnos a que la vida terrenal es tan solo un regalo pasajero, en el que solo tenemos una oportunidad para trascender a través nuestras obras.

En esta tesitura, para el de la voz, por la mayúscula estimación y solidario afecto, que en vida, que me unieron con Juan Manuel, además de doloroso, es profundamente difícil ordenar mis ideas para expresar con sensatez mis sentimientos y con ello, honrar la vida y obra de nuestro apreciado y siempre bien recordado amigo Juan Manuel Covarrubias Leyva.

Por la cercanía con su familia, hace muchos años, conocí a Juan Manuel siendo un niño, inquieto, juguetón, respetuoso, pero siempre reservado en el trato, particularidad que lo identificó toda su vida. En su juventud, formó parte, de la selecciones de volibol y basquetbol que representaron dignamente a nuestro pueblo en competencias estatales y nacionales.

Su vida y su obra, fueron producto de la cultura del esfuerzo. En efecto, al concluir su educación secundaria tuvo que salir del pueblo para estudiar en la Escuela Normal de Ciudad Guzmán. Al culminar su carrera profesional, fue comisionado, para cumplir con su labor docente, en el Municipio de Tomatlán, Jalisco. De regreso a su amada tierra, y en respuesta a su permanente deseo de superación, concluyó la carrera de derecho en la Universidad de Colima.

En vida, Juan Manuel Covarrubias Leyva, además de incondicional, sincero y leal con sus amigos, fue maestro por vocación, abogado por formación, deportista de por vida y servidor público por convicción. No fumaba, no tomaba, no se desvelaba y fue muy exigente en sus hábitos alimenticios. Por ello, no me explico, porque, se nos adelanta en el camino, para rendir tributo a la tierra en la que nació y a la que sirvió con pasión.

En este orden de ideas, convencido estoy, que la vida es un torbellino tan impredecible como inimaginable que en ocasiones nos lleva por senderos excepcionales y, cierto estoy, que lo único que no cambia, es el pasado, en donde no existe el hubiera. Por ello, hasta cierto punto, me siento culpable, de las angustias que en su vida pública tuvo que enfrentar Juan Manuel y su familia.

Sí amigos míos.

Con la certeza de no separarme un ápice de la encomienda recibida, consiéntaseme hablar en primera persona.

Cuando el pueblo me otorgó su confianza para coordinar sus esfuerzos, por su perfil prudente, reservado, discreto y conciliador, le pedí a Juan Manuel me ayudará en la Dirección de Seguridad Pública y palabras más, palabras menos, recuerdo que me dijo “Jefe, yo soy maestro y a mí, la política no se me da”. (En su trato cotidiano, así me decía: “Jefe”). Luego entonces, tuve que recurrir a los buenos oficios del Profesor Rubén Tinoco y su compañero de estudios, y amigo de toda la vida, mi compadre Rubén Vélez para convencerlo y cierto estoy, como a todos consta, que fue un buen Director de Seguridad Pública.

Así, con la luz y la experiencia de los maestros Rubén Tinoco Acantar y Druso Alfonso Escalante Petra, más, la voluntariosa y juiciosa contribución de los entonces jóvenes Rubén Vélez, Rosita Pérez, Carlos Cruz, Delia Gómez, J. Jesús Pérez, Luis Manuel Jaramillo y Ricardo Gil Trujillo, con la intención de trabajar por Armería, integramos un gran equipo, repito un gran equipo de trabajo, en donde la edad promedio fue de 26 años. Y a todos nos quedó bien claro, que este equipo concluyó su gestión el 31 de diciembre de 1991.

Acuciosos de sus tiempos y circunstancias, por su perseverancia y trabajo, con luz propia, la mayoría de estos jóvenes, han ocupado el más honroso de los cargos a que puede aspirar un ciudadano armeritense y el de la voz, respetuoso de esos tiempos y circunstancias, siempre, sin perder la amistad, con discreción, por Armería, me he mantenido a prudente distancia.

En este contexto, Juan Manuel, como el resto de los jóvenes en comento, cumplieron con su deber. En efecto, con humildad se ganó el respeto de los guardianes del orden y la confianza de la sociedad en general, lo que le permitió repetir en el cargo en administraciones posteriores.

En el Instituto Político de sus más cercanas amistades, mi Partido, encabezó el Comité Municipal en donde amplio su círculo de amigos hasta llegar a la Presidencia Municipal, en donde también, con creces, le cumplió a su pueblo. En todas las colonias y comunidades, aunque pequeñas, hay obras que perpetúan su memoria.

Por tan solo citar un ejemplo, reparó el drenaje de la zona centro, que no había recibido mantenimiento desde su construcción durante la administración de Rosa María Espíritu Macías. En el jardín principal, construyó rampas para sus amigos los minusválidos, con lo que se inicia una nueva cultura de respeto para nuestros hermanos con capacidades diferentes. Como buen deportista, rehabilitó la Unidad Deportiva, colocó techos y pisos en el Auditorio Profesor Rubén Tinoco Alcántar y edificó, para orgullo de Armería, la Casa de la Cultura.

En su aspiración de proyectar turísticamente a nuestros balnearios, en Cuyutlán, gestionó con el entonces Gobernador Silverio Cavazos la pavimentación de la calle principal, la construcción de los kioscos y la remodelación de su malecón, que hoy, proyectan una nueva fisonomía urbana del centro turístico de mayor tradición en el occidente de la República.

En la pasada campaña política, me consta, que le solicitó al entonces candidato a Gobernador Mario Anguiano Moreno que incluyera en el programa de las cien obras, los portales del balneario el paraíso y la rehabilitación de la carretera nacional en el tramo de las avenidas Netzahualcóyotl y Cuauhtémoc. Así cómo, la restauración de los camellones centrales de la Avenida Manuel Álvarez de esta ciudad. Para su satisfacción, con prudencia, desde el interior de su domicilio, en su intimidad, se regocijó, de la inauguración de estas importantes obras.

En este marco de remembranzas, quienes tuvimos la fortuna de compartir afectos, amistades y experiencias, conocimos de cercas las agrandes angustias que Juan Manuel tenía, primordialmente, cuando los recursos municipales no alcanzaban para dar puntual respuestas a la justos reclamos de la sociedad. Tensiones y preocupaciones que en más de una ocasión quebrantaron su salud.

En este orden de ideas, sintetizo, Juan Manuel Covarrubias Leyva, incomprendido para pocos y ponderado por muchos, fue un ser humano excepcional, honesto en el servicio público, talentoso en su vida cotidiana, trabajador en sus responsabilidades, en suma, fue un hombre de gran valía.

En Armería, con virtudes y defectos, todos nos conocemos, nadie puede engañar a nadie. Por consiguiente, al pueblo le consta, que Juan Manuel nunca se enriqueció al amparo del servicio público. Consecuentemente, su vida y su obra, en estos momentos de dolor, deben servirnos de fortaleza y ejemplo. Su legado, es muy superior a quienes, lo denostaron.

Sí amigos míos, en estos momentos de dolor, debemos hacer un alto en el camino para reflexionar en la importancia de la unidad, cómo única estrategia viable, para trabajar por la grandeza de Armería. En más de una ocasión, lo he dicho, y hoy, nuevamente lo reitero, en Armería, con diferentes nombres y diversos apellidos, somos una gran familia. Cuando no hay lazos de sangre; o bien somos padrinos, o somos ahijados o somos compadres, en fin, todos somos una gran familia. Por ello, insisto, es tiempo de eliminar enconos, es tiempo de bajar blasones, del color que sean, y solo mantener enhiesta el único pendón que nos une, la bandera de Armería.

Por ello, en reconocimiento a su incansable trabajo, a la tenacidad de su esfuerzo, a la luminosidad de su inteligencia, a la perseverancia de sus aspiraciones y al valor moral de sus acciones; aquí y ahora, al compartir con su familia este merecido homenaje, asumimos el público compromiso de continuar su acreditado ejemplo.

Antes de concluir, expresamos nuestra gratitud a las muestras de solidaridad de nuestros coterráneos que militan en otros partidos diferentes al de Juan Manuel, que con mucho respeto, nos acompañan en nuestro dolor.

Por todo lo anterior, en la vertiente de esta significación, con la honrosa representación del Honorable Ayuntamiento Constitucional de Armería, de los compañeros ex Presidentes Municipales y amigos de Juan Manuel, con respeto a su esposa Martha, a sus hijos, a su tía, (a quien siempre respetó como su segunda madre; a sus hermanos y hermanas, a sus cuñadas y cuñados, sobrinos y demás familiares, aquí y ahora, les refrendamos nuestra mayor solidaridad y puntual amistad.

Familiares de Juan Manuel Covarrubias Leyva, siéntanse profundamente orgullosos de la vida y obra de su esposo, padre y hermano. Orgullo, que también nosotros compartimos.

Descanse en paz nuestro compañero y amigo Juan Manuel Covarrubias Leyva.

Hasta pronto amigo mío.



Armería, Col. Septiembre 18 de 2010.

chavezmichel@gmail.com
chavezmichel@hotmail.com

miércoles, 15 de septiembre de 2010

“La participación de COLIMA en las luchas por la Independencia”

Comentarios realizados por Miguel Chávez Michel al libro de Abelardo Ahumada, en evento verificado en la “Casa de la Cultura” de la Ciudad de Colima, el martes 14 de septiembre de 2010.

Amigos Todos.

Para el de la voz, por tres razones, me es gratamente placentero, participar en esta mesa, al lado de estudiosos profesionistas e inteligentes amigos, para compartirles mis modestos comentarios, al libro, por cierto, bien redactado y cuidadosamente documentado, que aquí y ahora, nos presenta Abelardo Ahumada.

La primera, se circunscribe a la mayúscula estimación y solidario afecto, que me vinculan con el autor; la segunda, de especial emoción, por obsequiarme la oportunidad de compartir con el amigo, su meritorio esfuerzo de publicar un nuevo texto a su ya abundante creación intelectual y editorial; la tercera, no menos importante, y ciertamente, tema central de la obra que se reseña, por considerar, esta convocación, ocasión propicia, para que juntos reflexionemos sobre las circunstancias, contextos, tramas, argumentos y pretextos, de la suma de acontecimientos de índole socio-política, económica, educativa, militar, religiosa y cultural, sucedidos en el primer tercio del siglo XIX, en los que, activamente participaron los habitantes del entonces Partido de Colima que formaba parte de la otrora Intendencia de Guadalajara.

Antes de entrar en materia, como preámbulo a mi glosa, permítaseme dar cuenta de la existencia de una importante fuente documental impresa en 1911. En efecto, Hace noventa y nueve años, en el marco, de lo que denominaron el “Centenario de la última guerra colimense a favor de la Independencia Nacional”, la imprenta del Gobierno del Estado, editó, en dos tomos, el libro “Colima y la Guerra de Independencia”, selecta compilación de documentos privados y oficiales sobre los principales acontecimientos político - militares que ocurrieron en el hoy Estado Libre y Soberano de Colima, desde el Grito de Dolores arengado por Hidalgo en 1910, hasta la entrada triunfal del ejército Trigarante a la ciudad de México en 1821.

Esta excelente colección, pionera en evidencias documentales de nuestra microhistoria y que discretamente, solo se conserva en archivos y bibliotecas especializadas, fue compilada por Don José María Rodríguez Castellanos, reconocido archivista colimense y prologada por el Pbro. Tiburcio Aguilar, con lo que se demuestra, la participación de insignes colimenses en la en la lucha armada en comento.

Hago referencia a este antecedente bibliográfico, para reconocer en Abelardo Ahumado su diligente profesionalismo y puntual honestidad intelectual, al citar, en su narrativa, sus fuentes informativas, entre otras, las instrumentales contenidas en el compendio ya mencionado.

Así, “La participación de Colima en las luchas de Independencia” está conformado por 6 capítulos, en los que el autor, siguiendo un orden cronológico, nos describe, paso a paso, cómo fue que Colima y su gente, se vieron envueltos en acontecimientos locales, regionales y nacionales, en los que, primero, la polémica suscitada por haberlos segregado de Valladolid para anexarlos a la Intendencia de Guadalajara y posteriormente, el debate por su autonomía para libertarse del naciente Estado de Jalisco. En su narrativa, Abelardo Ahumada, en forma muy didáctica, contextualiza los acontecimientos locales en un escenario regional y, previo análisis de las circunstancias de la época, explica, la actuación de nuestros paisanos en el proceso de desaparición del virreinato y la consolidación de México como país independiente.

En esta tesitura, me corresponde analizar el capítulo tercero “Vientos de Libertad”, en el que, con su estilo ameno, el autor, a través de su lectura, nos invita a estudiar con mayor profundidad la lucha de nuestros próceres locales y las fuentes documentales en las que sustenta su investigación, hasta hoy, solo conocidas por especialistas.

Avanzando en paralelo con los sentimientos de animadversión crecientes que algunos criollos valoraban en sus propias regiones, en este capítulo, el escritor, inicia su examen, con la invasión napoleónica en la península ibérica y su impacto en la Nueva España. Momentos difíciles y, no menos inciertos, avivados por el derrocamiento del Virrey Iturrigaray, que agudizaron los vientos independentistas y que tuvieron sus repercusiones en la Nueva Galicia. Consecuentemente, sus efectos, quebrantaron la cotidianidad de los habitantes de Colima.

En este orden de ideas, no obstante la precaria situación de los caminos, de ese entonces, las noticias, muchas veces confusas, a una velocidad record, eran conocidas por los habitantes de Colima. Argumento: a tan solo tres días de haberse descubierto la conspiración de Querétaro, el 19 de septiembre de 1810, Don Roque Abarca, Gobernador de la Intendencia de Guadalajara, envió una carta a Don Juan Linares, subdelegado de Colima, “…conminándole a visitar con frecuencia los mesones para estar bien enterado de quienes salían o entraban a la Villa, con la instrucción complementaria de realizar rondas nocturnas con la policía y reportar cualquier persona o movimiento sospechoso…”

De igual manera, cumpliendo instrucciones superiores, las autoridades locales, fijaron en los parajes públicos acostumbrados las primeras providencias del Gobernador de Guadalajara en contra del movimiento iniciado por Don Miguel Hidalgo y Costilla.

Además, para combatir a los insurrectos, con mandatos similares, el Subdelegado Juan Linares y el Comandante Francisco Guerrero del Espinal, recibieron órdenes para organizar seis compañías, más una de Coahuayana para integrar las milicias de Colima que a su vez formarían parte de la segunda división del sur de la Intendencia de Guadalajara.

Aunque imprecisas, grande debió de haber sido la diversidad de opiniones que provocaron estas informaciones, por un lado, las autoridades y peninsulares, en su mayoría, con extraordinaria celeridad se organizaron para defender sus privilegios. Por el otro, con el mismo apremio, se activaron las conciencias de animosidad en contra del régimen virreinal, principalmente, entre aquellos que, con cautela, se encontraban inconformes del sistema opresor.

Sobre este particular, cito al autor: “…Con este tipo de noticias y de órdenes… es fácil imaginar los reniegos que se provocaron entre quienes estaban siendo convocados a tomar las armas, así como de quienes fueron requeridos para aportar los recursos necesarios para pólvora y vituallas…” (Concluye la cita).

Ejemplo de lo anterior, con una resumida carta, fechada el 30 de septiembre de 1810, Pedro Regalado Llamas, comunicó a su suegro Don Francisco Covarrubias, que se iba a la “guerra o compaña a que nos llevan”; con ello, el autor advierte, el porqué, el insigne colimense, tres meses más tarde, se pasa a las filas de la insurgencia.

Situación comparable, debió de haber experimentado el español Don Francisco Guerrero del Espinal, quien, de llevar un existencia tranquila y colmada de privilegios, que las autoridades y paisanos le dispensaban por el solo hecho de administrar, desde 1792, las haciendas propiedad de los herederos del Conde Regla Don Pedro Romero de Terreros, tal vez, desde otra óptica, también se vio obligado a tomar las armas, en donde, poco después, perdió la vida.

En esta vertiente local, los garantes del orden imperante, además de realizar los preparativos para la defensa de Colima, el primero de octubre de 1810, al mando Don Francisco Guerrero del Espinal, salieron de la Villa de Colima, rumbo a Guadalajara, llevando cerca de 500 hombres. En tanto que, en la región, continuaron las censuras eclesiásticas y la difusión de la excomunión en contra del Padre Hidalgo y sus seguidores.

A su vez, con diferente orientación, los adictos al padre José Antonio Díaz, para analizar los hechos y según, su posterior confesión “…para defender al rey...”, sus casas, sus tierras y sus familias, el domingo 7 de octubre, Pedro José Guzmán, “Alcalde de la República de indios de Almoloyan” se reunió con los principales del pueblo y de escribano “Juan Santos Cruz” y resolvieron enviar mensajes a sus “…consanguíneos de los pueblos de Comala, Zacualpan, Juluapan, Coquimatlán, Tecomán, Tamala, Ixtlahuacán y Cautlán, para reunirse dos días más tarde, rogándoles, que cada uno de los pueblos se viniesen acompañados por dos o tres ayudantes …”. El correo fue interceptado en Juluapan, lo que propicio, que el mismo día, se verificará una segunda reunión en el cementerio del ex convento de San Francisco. Para frustrar su posible rebelión, los participantes fueron aprendidos y posteriormente, por mediación el Padre Francisco Vicente Ramírez de Oliva, se les dejó en libertad pero vigilados.

Equidistante a los acontecimientos que se desarrollaban en Colima, El Padre Hidalgo comisionó a José Antonio Torres Alias “El Amo” para que levantara en armas “…los pueblos de Colima y las comarcas de Sayula y Zacoalco…” A su vez, en Guadalajara, las autoridades crearon la Junta Superior de Gobierno, Seguridad y Defensa, cuyo principal propósito fue el de proteger la ciudad y atacar a los grupos rebeldes que comenzaron a proliferar en todo el occidente del virreinato.

Posterior a los triunfos insurgentes en Sahuayo, entre el 4 y el 6 de noviembre “El amo Torres” derrota en la batalla de Zacoalco al regimiento nombrado “la cruzada”, organizado por el Obispo Cabañas, en la que, los reclutas realistas de Colima, salieron muy mal librados.

Por su parte, el 8 de noviembre de 1810, cumpliendo instrucciones de su padre, José Antonio Torres (hijo) y Rafael Arteaga tomaron sin dificultad la Villa de Colima, misma que fue recuperada por el ejército virreinal en abril de 1811, sin que se disparara un solo tiro. Durante el eventual dominio de los insurgentes en Colima, se integraron a la causa muchos paisanos que llegaron a figurar como cabecillas, entre otros Manuel Regalado (tío de Pedro Regalado), José Calixto Martínez, Ignacio Sandoval, el Lego Gallaga, el Cura José María Venegas, Cadenas, Fermín Ortiz y Antonio Béjar.

Invitándolos a recrearse en la lectura de este excelente libro, por razones de tiempo, no me detendré en los variados incidentes que se presentaron durante la corta estancia de los insurrectos en Colima y su fatal desenlace. Corresponderá a mis compañeros comentaristas glosarles la entrada triunfal de los insurgentes a Guadalajara, su derrota en el puente de Calderón y la dispersión generalizada de los insurrectos.

Antes de cerrar mi intervención, a manera de conclusión, permítaseme una breve reflexión:

Gracias a la visión imparcial y conciliadora de Abelardo Ahumada, que como buen académico, sin tomar partido, y más aún, sin denostar o vitorear con adjetivos persuasivos, a los actores de uno u otro bando, con original profesionalismo, solo a la claridad de las evidencias examinadas, en su narrativa, se concretiza al análisis objetivo de los hechos, contextos y circunstancias.

Por ello, en la lectura de este texto he comprendido con mayor claridad, que la guerra de independencia, no solo fue destrucción y muerte, de unos o de otros, sino que, además de propiciar la ruptura social imperante, fue un movimiento generador de sentimientos de identidad y pertenencia, en donde germinaron variados imaginarios colectivos, que a la luz del tiempo, nos dieron patria y libertad.

Inicialmente, con variadas inclinaciones, todos coincidieron en luchar por Fernando VII. Los realistas, orientaron sus querellas para preservar sus privilegios de origen peninsular; los insurgentes combatieron para extinguir las diferencias que los separaba de los peninsulares; los más, que indistintamente se sumaron o fueron reclutados en uno u otro bando, a través de la lucha fueron acentuando su origen étnico o geográfico, para tomar conciencia de hombres libres.

Así, más temprano que tarde, unos, primero, y otros después, en armonía con sus enfoques, necesidades, discernimientos, tiempos y los postulados políticos de la época, a lo largo de las hostilidades, gradualmente fueron cimentando la idea de construir una “nación americana” y con ello, se fueron fortaleciendo genuinos sentimientos independentistas, que dieron origen a la patria mexicana.

Por todo lo anterior, amigos Abelardo, comentaristas y público en general.

Felicidades y enhorabuena.

chavezmichel@gmail.com
chavezmichel@hotmail.com