jueves, 1 de noviembre de 2007

Lo que bien se aprende, jamás se olvida

Publicado en Diario de Colima
1ro. de abril de 2007

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

CUANDO tuve el honor de estudiar la primaria (1955-1961), en los planes y programas de estudio, además de historia universal y nacional se estudiaba historia y geografía de Colima. Por ello, hoy, en esta colaboración con afecto y gratitud evoco a tres distinguidos maestros que marcaron, desde la infancia, mi acentuada inclinación, por conocer y estudiar la historia de mi pueblo. Me refiero al Prof. Jaime Granados Burgos y las maestras Esperanza Retolaza y Judith Camacho Rosales.

La maestra Esperanza Retolaza fue mi profesora del tercer grado de primaria en la escuela federal “Revolución” y recuerdo, que con enorme entusiasmo, nos explicaba la evolución, florecimiento y ocaso de las culturas prehispánicas de mesoamérica y la consecuente relación de los pueblos tolteca y mexicana con los fases locales clasificadas en período Armería (ubicado entre los años 850 y 1250 d.c.) y Complejo Periquillo (1250 a 1521 d.c.). Para ejemplificar sus lecciones sobre las “tumbas de tiro” nunca faltaron, en sus relatos, las figurillas de barro color rojizo que se localizaban a flor de tierra, en los solares, de lo que hoy es la colonia independencia.

Lo que más nos impresionaba de la alfarería precolombina eran sus representaciones antropomorfas (forma humana), zoomorfas (forma animal) y las fitomorfas (formas de plantas o vegetales). Entre las figurillas antropomorfas destacaban las mujeres moliendo en metates o amamantando a sus críos, bailarines, cargadores, guerreros y músicos. Por lo que se refiere a las zoomorfas abundaban los pericos, perros y armadillos. Las fitomorfas más representativas eran las que tenían la forma de una calabaza.

En cuarto grado, el profesor Jaime Granados Burgos, de origen yucateco, además de enseñarnos a tocar las cornetas y tambores de nuestra solemne “banda de guerra”, amplió nuestros conocimientos sobre la cultura maya. No menos importantes eran sus disertaciones sobre la conquista de América, las encomiendas y el arte colonial gótico, barroco y neoclásico. Con pasión desbordante explicaba los períodos de la independencia, la reforma y la revolución.

Posterior al ciclón de 1959 cursé el quinto y sexto grado de primaria en el colegio “Sor Juana Inés de Cruz”, que en esa época, la sección de “niños” funcionaba en forma itinerante. En efecto, el quinto año lo iniciamos en Veracruz No. 29, en casa del Padre Juan Hernández León y lo concluimos, por la calle Colima No. 69 en un predio propiedad del Sr. Luis Aparicio. El sexto grado empezó en la esquina formada por las calles Progreso y Veracruz, frente al jardín principal (contra esquina de la actual Presidencia Municipal) y culminamos en la finca ubicada entre las calles Nayarit y Allende.

La apreciada, respetada y siempre bien recodada profesora Judith Camacho Rosales fue mi maestra de quinto y sexto grado. Mujer hermosa, culta e inteligente, de carácter fuerte, pero justa y comprensiva. No permitía faltas de ortografía y fomentaba en forma abundante el estudio y análisis de buenos libros. En el turno matutino cumplía a cabalidad con los programas oficiales de la instrucción primaria. Por las tardes, asistíamos, sin excepción, a los talleres de retórica, lectura y redacción que ella misma nos impartía. Entre las lecturas complementarias a los libros de texto, nunca faltaron “Cuentos Colimotes”, “La Patria Mexicana” y “Elementos de Historia Nacional” del maestro Gregorio Torres Quintero.

Sus autores favoritos eran Miguel de Cervantes Saavedra y Sor Juana Inés de la Cruz. Del primero, por capítulos, distribuía entre los alumnos, para su lectura, las obras del novelista, poeta y dramaturgo español oriundo de Alcalá de Henares. Luego, uno a uno comentábamos, con nuestras palabras y a nuestro nivel, lo que habíamos entendido sobre el tema principal, personajes participantes, diálogos, argumentos y desenlace. Así, en dos años examinamos, hoja por hoja y capítulo por capítulo los seis libros de “la Galatea” y las novelas ejemplares: El amante liberal, Riconete y Cortadillo, la española inglesa, el Licenciado Vidriera, la fuerza de la sangre, el celoso extremeño, la ilustre fregona, las Dos Doncellas, la Señora Cornelio, Casamiento Engañoso y los perros Cipón y Berganza.

La obra que más nos impactó y nos marcó de por vida fue la del “Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”. Capítulo a capítulo seguimos las batallas, aventuras y andanzas del flamante caballero andante de la triste figura; su caballo rocinante; la forma en que se arma caballero; su chispeante e imaginaria veneración a la hermosa princesa Dulcinea de Toboso; las anécdotas de su fiel escudero Sancho Panza y su fatigado jumento. En las clases de dibujo, nunca faltaron las siluetas de los molinos de viento.

Quienes fuimos condiscípulos, aún a cincuenta años de distancia, cuando nos reunimos, no falta quien inicie nuestras pláticas evocando aquellos momentos en la siguiente forma: “…En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…” Bien nos decía la maestra judith: “…lo que bien se aprende, jamás se olvida…”

En las ceremonias cívicas de todos los lunes, además de los honores a la bandera y las efemérides de la semana, era obligación institucional declamar un poema de la musa latina Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz. Así formaban parte de nuestro cotidiano repertorio: Redondillas, Este amoroso tormento, Detente sombra, Finjamos que soy feliz, Pues estoy condenada, Estos versos lector mío, Ya que para despedirme, Dime vencedor rapaz, Verde embeleso y Esta tarde mi bien...

En verdad, era altamente emocionante ver y escuchar declamar a nuestra querida maestra, sus ademanes, gestos y timbre de voz le imprimían un sello tan penetrante como especial al hermoso poema de Redondillas, que si mal no recuerdo lo decía en la siguiente forma:

“…Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo…”

Estas remembranzas vinieron a mi memoria el pasado jueves con motivo de la inauguración del “mes de la lectura y el libro” que se instituye a propuesta de mi diligente amigo Secretario de Cultura del Gobierno del estado Lic. Rubén Pérez Anguiano. En este orden de ideas, coincido con las reflexiones vertidas en este evento por el Señor Gobernador del Estado, que al efecto aseveró: “…Una sociedad que frecuenta la lectura, que goza de la lectura, que fomenta la lectura, es una sociedad más sensible, mejor informada, más reflexiva, más propositiva y más precisa en la definición de sus retos y oportunidades…”. Felicidades y enhorabuena.

* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

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