viernes, 10 de diciembre de 2010

“L” Aniversario del Ejido Cofradía de Juárez. Municipio de Armeria, estado de Colima

Palabras pronunciadas por Miguel Chávez Miguel
Cofradía de Juárez, Col. Diciembre 10 de 2010.

Honorables integrantes del presídium
Distinguidos invitados especiales
Integrantes de esta comunidad agraria
Señoras y señores
Amigos Todos

Orgulloso de nuestro pasado, convencido de la generosidad de nuestra vocación agrarista y con plena confianza en el futuro de esta fértil zona agrícola en donde aprendimos de nuestros mayores a luchar por mejores estadios de bienestar; aquí y ahora; en el cincuenta aniversario de la creación del Ejido Cofradía de Juárez, con cumplido respeto, sean mis palabras, un timbre de honor, para los trabajadores del surco y del arado, hombres y mujeres, que, sin más instrumentos de labranza que sus machetes y azadones, con su esfuerzo y perseverancia, nos dieron tierra y libertad.

Luego entonces, al testimoniar mi gratitud por el uso de la voz, permítaseme compartirles una breve reseña de nuestro pasado inmediato, que dedico a la tenacidad y entrega de las nuevas generaciones de jóvenes campesinos de Cofradía de Juárez y del Municipio de Armería.

Amigos míos.

Durante la conquista española, aquí, florecían y poco después sucumbieron las colectividades prehispánicas de Tequepa, Coatán y Xicotán, que en los inicios de la colonia, formaron parte de la provincia de Tepetitango. De estas culturas, solo se conservan las ricas ofrendas de cerámica extraídas de su suelo, que los arqueólogos clasifican como períodos “Armería” (850 – 1250) y complejo “periquillo” (1250 – 1521), relacionando al primero, con la cultura “tolteca” y al segundo, con los “mexicas”.

Consumada la ocupación hispana, las riberas del entonces río Nahualapa, sus cultivos, posesiones y dominios, en nombre del rey, fueron conferidas en encomienda a los conquistadores Juan de Iniestra (Tequepa), Alfonso Martín de Trejo (Coatán) y Diego Garrido (Xicotán). Durante el siglo XVIII, las tierras que más tarde conformarían la extensa propiedad conocida con el nombre de Paso del Río o Periquillo perteneció a Don José Borrego.

En 1778 las adquirió el Conde de Regla Don Pedro Romero de Terreros y a su muerte las heredó a la Marquesa de Herrera, Doña María Romero de Terreros. 7 viviendas de palapa con igual número de familias, un corral y un establo integraban el rancho de Periquillo que funcionaba como centro nuclear del dominio. Los vastos terrenos, para esa época, según el testamento de Don José Borrego, estaban considerados como insalubres y eran causa de la poca población y escasa productividad.

Entre 1831 y 1838, el feudo fue fraccionado en favor de los principales arrendatarios, que compraron algunas extensiones. Así, José Francisco Campos Cosío adquirió los potreros de San Bartolo y Santa Rosa; Tomás Quiroz compró Santa Inés y el predio Martín Alonso. Los llanos de San Bartolo y Texcaltitán pasaron a ser propiedad Anastasia Ahumada. Posteriormente, mediante compraventa registrada el primero de agosto de 1862 Petronilo Inclán recupera todas las propiedades vendidas con anterioridad, incentiva la producción de palma de coco y amplia la producción ganadera.

En 1865, Don Ignacio Lagos y Juan Fermín Huarte, compraron los extensos dominios de Periquillo o Paso del Río. Ambos propietarios, realizaron nuevas inversiones para la producción de azúcar, café, arroz, palma de coco, así como para la explotación del ganado mayor. Para tal efecto, se construyeron nuevas viviendas, bodegas de almacenamiento, un nuevo corral con establo y un camino que unía a la propiedad con Armería. Los trabajadores de la hacienda, entre jornaleros, peones y vaqueros se incremento a 70 personas.

Incluyendo plantaciones, fincas, instalaciones y hasta los trabajadores, según se estableció en la escritura, en 1870, el General Ángel Martínez adquiere la propiedad. Con una nueva visión, se construyeron caminos que conducían a los distintos ranchos, se amplió la casa grande con una tienda de raya, oficina administrativa y un patio interior para operaciones. Se iniciaron nuevas inversiones en obras de irrigación, se incorporaron tierras incultas en pastizales y se extendieron los terrenos dedicados a los cultivos de palma de coco, caña de azúcar, tabaco, maíz, frijol y arroz.

Así, el todo poderoso General porfirista Ángel Martínez, amo, dueño y señor de Paso del Río, se convirtió en exitoso Senador de la República y actor por excelencia del desarrollo agropecuario de la hacienda. Su riqueza, solo era comparable con la del Gobernador Francisco Santa Cruz Escobosa, terrateniente de la Hacienda de Cuyutlán.

En los inicios del siglo XX, el General Martínez, a través de Jorge M. Emrick, ofreció en venta la propiedad al Dr. Albert J. Ochsner, rico comerciante y financiero residente en la ciudad de Chicago. Para el efecto, se constituyó la “Compañía Industrial de Paso del Río”, cuyo protocolo de creación se legalizó en junio de 1902. Ante el inesperado fallecimiento del General Martínez, hasta el 18 de abril de 1908, concluyó la recepción de las escrituras y la total posesión de 30,401 hectáreas del dominio constituido en fracciones, entre ellos, los Camichines, Coatán, Cualatilla, la Fundición, Texcaltitlán, el Tecuán, la Palmita, el Mangal, la Cañita, San Bartolo, Martín Alonso, la Báscula, el Casco, Santa Rosa y Santa Inés Periquillo.

Para su administración y operación, desde 1902, fueron contratados por el Dr. Ochsner, los inmigrantes italianos Stephano Gherzi, Santiago Antonioti, Reynaldo Gualino, Octavio Machetto, Albino Coppy y Eugenio Belleando. En este orden de ideas, Coppy, fue designado Mayordomo; Gualino, encargado del ganado; Machetto, ejerció las veces de capataz general y Gherzi, desde entonces, figuró como administrador de la hacienda. Por su parte, Anastasio Ochoa, Andrés González, Eugenio Espíritu y Romualdo Aguilar, ejercieron el papel de intermediarios entre los italianos y los trabajadores.

Con nuevas plantaciones e innovadoras formas de organización agroindustrial, más el apoyo que recibía de la embajada norteamericana, así como las buenas relaciones con los gobiernos federal, estatal y municipal y, con un esquema de alianzas sociales, con el membrete de una sociedad mercantil, en pocos años, Don Stephano Gherzi, transformó a la hacienda en una de las más prósperas y productivas del occidente de la República.

Para 1909, contaba con 7,000 palmas de coco en producción y 4 mil cabezas de ganado cebú de excelente calidad, convirtiendo a la propiedad, a través del puerto de Manzanillo, en la primera, en el estado, como exportadora coquito de aceite, mejor conocido con el nombre de “cayaco”. En 1912, por haber alcanzado la meta de sembrar, tan solo en ese año, diez mil nuevas palmas de coco, en estímulo a su alta productividad y notables beneficios para la economía de Colima, el gobernador J. Trinidad Alamillo, otorgó al Sr. Gherzi un premio por la cantidad de diez mil pesos.

Durante la Revolución, Colima, no fue escenario de grandes enfrentamiento entre los grupos revolucionarios, más sin embargo, los triunfos o derrotas, de uno o de otro bando, registrados en otras entidades federativas, aquí, solo en lo político, tuvieron repercusiones que conmovieron a la población, particularmente, por los súbitos cambios de varios gobernadores del estado, para ser exactos, fueron 19, tan solo de 1910 a 1920.

En cambio, los hacendados, rancheros y agricultores, apoyados en su poder económico, rápido se adaptaron a los nuevos escenarios caracterizados por la intimidación, la leva, y las esporádicas actuaciones de bandidaje avivados por bandoleros que se decían villistas o huertistas. Por lo anterior, a cambio de apoyos económicos, los hacendados recibieron protección de los frágiles gobernadores de filiación porfirista, maderista, huertista y constitucionalistas.

La inestabilidad de la época, en nada afectó la productividad de la hacienda de Paso del Río. Ejemplo, para 1916, en plena fase del constitucionalismo, los trabajadores ascendieron a 450 personas. Periquillo, su principal centro de población se localizaba alrededor de la residencia del Sr. Gherzi. Además, se contaba con una tienda de comestibles mejor conocida con el nombre de “tienda de raya”, un molino de nixtamal, lechería, un pequeño matadero de reses y cerdos, existía una escuela rural y cada cabeza de familia contaba con una vivienda de palma y carrizo. Los mayordomos y capataces, al interior de la casa grande, tenían sus viviendas con agua rodada y techos de teja.

Entre los trabajadores de mayor confianza destacaron Hipólito Méndez, Rosendo Castillo, Basilio Palafox, Antonio Tene, Francisco Medina, Juan Merino, Eugenio Rojas, Cleofas García, Ruperto Sánchez, Alfonso Méndez, Miguel Bustos y Macedonio Mejía.

Para evadir el reparto agrario, entre 1922 y 1923, con recursos económicos de Paso del Río, se construyó un puente de piedra sobre el río Armería, que unió el camino de Tecomán a Manzanillo. En 1927 se edificó un hermoso edificio para la escuela primaria de Periquillo que le pusieron por nombre Dr. Albert J. Ochsner y en 1934 donó 400 hectáreas para el fundo legal de Tecomán y cedió 500 hectáreas de la propiedad para el establecimiento de una Escuela Elemental Agrícola para hijos de campesinos.

Este plantel educativo, de donde egresaron dos generaciones de maestros rurales, en tanto se construía el edificio escolar a un costado de la “Estación de Tecomán”, provisionalmente, inició sus actividades el 16 de noviembre de 1935 en una bodega que se localizaba en la “Estación de Bandera” conocida con el nombre de “La Báscula”. Por cierto, este internado, es el antecedente de lo que fue la Escuela Técnica de Agricultura de la Universidad de Colima y de la actual Escuela Normal de Atequiza, Jalisco.

Posterior al movimiento cristero, además de la proliferación de grupos solicitantes de tierras, en la hacienda de Paso del Río, se reflejaba un simulado clima de paz, pero había diferencias y hostilidades que no podían ocultarse, dado que, día a día, se intensificaban las querellas de sus trabajadores, peones, jornaleros y asalariados, quienes, sin conflictos aparentes con el Sr. Gherzi, expresaban su descontento por los sistemas autoritarios y mal trato que recibían de los capataces. Sus descontentos se centraban por los lesivos jornales, los excesivos horarios de trabajo, sus bajos salarios y su creciente endeudamiento con la tienda de raya.

Entre 1930 y 1940, en pleno apogeo del agrarismo, por resoluciones presidenciales le fueron segregadas a la Hacienda de Paso del Rio variadas hectáreas de terrero para constituir los ejidos Independencia y Periquillo. Las quejas de Gherzi no se hicieron esperar, más no pudo detener las dotaciones definitivas.

Ante este nuevo contexto, Stephano Gherzi, convenció a los herederos del Dr. Dr. Albert J. Ochsner, para formalizar una “Compañía Occidental Fraccionadora de Terrenos de Paso del Río y Periquillo”, Así, mediante presuntas ventas a particulares, evidenció que la propiedad se estaba desmembrando, pero todos, eran prestanombres. Con ese artificio, además de consolidarse como “único amo y señor” de la propiedad, logró convencer a las autoridades para que en los inicios de la década 1940, le otorgaran la nacionalidad mexicana y le expidieran certificados de inafectabilidad agrícola y ganadera.

Según los protocolos notariales, los supuestos dueños de los terrenos de la hacienda eran Benito Rodríguez, Manuel Aguayo, Luis Javier Cruz, Jesús López Galindo, Donaciano Cruz, Alberto Orendáin, Leobarda Castillo de López, Amparo Cruz, José Méndez Ochoa, Celia López de Castillo, Beatriz Cruz, el mismo Stephano Gherzi, Emiliano Orozco, Carlos Orozco, Mercedes Espinosa, Emilia Martha de Gherzi, Ramiro Ramírez Tostado, Ángel Medina, Carlos García Méndez, Andrea Cruz, Amalia Rincón, Bartolo Alcaráz y Leoncio Medina Ortega.

En contraparte a las nuevas falacias latifundistas, los grupos solicitantes de tierras endurecieron sus estrategias de lucha, mismas que confirmaron la polarización de los intereses por la tierra. En efecto, a partir de 1940, se inició una etapa escalonada de invasiones ilegales en los predios, entre otros, los de Periquillo, la Cañita, Cocinitas y Texcaltitán. Todos ellos, fueron reprimidos y desalojados. Inclusive, los guardias blancos al servicio del terrateniente les destruyeron sus cultivos y quemaron las chozas de los invasores. A quienes laboraban en la hacienda los despidieron de su fuente trabajo.

Paralelamente, siguiendo los cauces legales, en la década de 1950, se integraron los siguientes grupos de solicitantes de tierras:

1. "Adolfo Ruiz Cortínez", representado por Salvador Bravo Chávez, Agapito Cortés Macías, Conrado Cortés Macías, Manuel Mesina Muraña y Primitivo R. Valencia.

2. "Doctor Miguel Galindo", encabezado por Manuel Mesina Muraña, José María Alcaráz y Francisco Alcalá Flores.

3. "Cofradía de Juárez", lidereado por Gregorio Sánchez Figueroa, Jesús Silva Ortega y José García Díaz.

4. "Venustiano Carranza", dirigido por Guadalupe Ramírez Morán, Guadalupe Padilla Gutiérrez y Ramón Lomelí Chávez.

5. "General de División Emiliano Zapata", guiado por Pedro Rivera Camarena, Miguel Hernández Peregrina y Pedro Parra Leal.

6. "Profesor Gregorio Torres Quintero", coordinado por Eliseo Rivera Barajas, Isabel González González y Basilio Venegas Murillo, y

7. "General Lázaro Cárdenas del Río", representado por Onofre Ramos Ceballos, Erasmo Hernández Mercado y Doroteo García González;

Ante la constante movilización de los campesinos que fueron, poco a poco, permeando la conciencia de la sociedad colimense y de la élite política local, durante el gobierno del Ingeniero Arquitecto Rodolfo Chávez Carrillo, se elevó, en los medios locales y nacionales, la publicaron de diversos manifiestos de apoyos en favor de la causa agrarista.

Así, durante la campaña presidencial del Lic. Adolfo López Mateos, el 10 de marzo de 1958, en un mitin verificado en el puerto de Manzanillo, el entonces Diputado Federal Roberto Pizano Saucedo, desde la tribuna, alzó su voz para denunciar la existencia del latifundio de Paso del Río y demandó una exhaustiva investigación. A esta valerosa acusación, se sumó con todo su empeño, el también Diputado Federal y en ese momento candidato a Senador Coronel Antonio Salazar Salazar.

Con este antecedente, el 27 de marzo del mismo año se inicio el expediente respectivo, mismo que fue publicado en el "Diario Oficial" de la Federación el 6 de junio y en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado, de fecha 16 de agosto 1958.

Finalizada la investigación que permitió comprobar que Paso del Río contaba con 18, 502 hectáreas de extensión, por instrucciones del Presidente Adolfo López Mateos, el 6 de diciembre de 1960 se publicó el Decreto que estableció la cancelación de las concesiones de inafectabilidad de que disfrutaba la “Compañía Occidental Fraccionadora de Terrenos de Paso del Río”, nulificando al efecto, la existencia de la apócrifa sociedad anónima y los títulos de los supuestos propietarios.

Al siguiente día, el 7 de diciembre de 1960, se publicó en el Diario Oficial de la Federación, la resolución presidencial por el que se concretó la creación del “Ejido Cofradía de Juárez y sus anexos”. El 10 de diciembre del mismo, exigiendo el reparto inmediato, un nutrido grupo de los beneficiados con la resolución presidencial se posesiona de las instalaciones conocidas con el nombre de “El Molino”.

En el mes de mayo de 1961 se inició la entrega de las tierras, este proceso concluyó el 4 de marzo de 1962, fecha en que se constituyó la “Sociedad Local Colectiva de Crédito Ejidal, Agrícola y Ganadero del Ejido Cofradía de Juárez y Anexos”, con los siguientes dirigentes: Presidente, Práxedis Hernández Durán; Secretario, Octavio Robles Sierra; Tesorero, Gregorio López Valdovinos y Presidente del Consejo de Vigilancia José Rodríguez Rosas.

Por instrucciones presidenciales, el Gerente del Banco Ejidal C. Salvador Díaz Múñoz, comisionó al Ing. Carlos Recordón Ojeda para elaborar el proyecto de urbanización del nuevo centro de población de Cofradía de Juárez. En el mismo año, el Presidente Adolfo López Mateos hizo acto de presencia en este lugar para entregar personalmente los títulos de los lotes y en forma simbólica las de las unidades de dotación.

Con lo anterior, se inició una etapa de discordias legales entre ejidatarios y autoridades. Las inconformidades se generaron por las diferencias entre los 2,051 capacitados que contempló la resolución presidencial y las 1,724 unidades de dotación que inicialmente se reconocieron. Este conflicto, llegó hasta la Suprema Corte de la Nación y concluyó con nuevos censos, nuevas depuraciones y la creación de las sociedades de crédito ejidal números quince y dieciséis.

Desde su fundación, coordinado los esfuerzos de esta comunidad agraria, en orden cronológico, han sido comisariados ejidales: Práxedis Hernández Durán, José Rodríguez Rosas, J. Refugio Mendoza Farías, José Negrete Sánchez, Fidel Rodríguez Trejo, Antonio Barajas Martínez, J. Jesús Arreola George, Luis López Rodríguez, Celedonio Álvarez Torres, J. Jesús Maldonado Rebolledo, Alfredo Magaña, Antonio Sánchez Hueso, Felipe Munguía Rivera, Rafael García Ruelas y el actual, Pedro Fuentes López. Para todos ellos nuestro público reconocimiento y permanente gratitud.

Entre los compañeros de Cualatilla que también abanderaron la causa, recuerdo con afecto a mis estimados amigos Ramiro Sabalza y José Carrillo.

Amigos todos.

Cofradía de Juárez tiene su historia. El reparto agrario, no fue fácil. Sus remembranzas, quizás a la distancia, ahora, para algunos, puedan enunciar actitudes pretensiosas, petulantes o vanidosas, pero en la conciencia colectiva de nuestros mayores, aún están presentes los años de carencias, incomprensiones y represiones. Sin nostalgias, ¡Que no se nos olvide!, la lucha por la tierra y por mejores estadios de bienestar, no fue fácil; luego entonces, en homenaje a nuestros padres, a las nuevas generaciones corresponde, con mayor tenacidad, hacer producir la tierra y darle valor agregado a los productos del campo.

Hoy, son otros los tiempos y otros los problemas, pero también son otras las circunstancias y otras las soluciones. Con nuevas formas de organización, novedosas tecnologías y eficientes estrategias de comercialización, convencido estoy que Cofradía de Juárez saldrá adelante.

Adelante, amigos míos. Cofradía de Juárez es de ustedes y para los hijos de ustedes. Felicidades y enhorabuena.

Por su atención. Muchas gracias.

chavezmichel@hotmail.com

lunes, 18 de octubre de 2010

Las “Cuerdas” de la Revolución a su paso por Armería

Capítulo primero del libro “Crónicas de la Revolución en Colima”. Edición de la Secretaria de Cultura del Gobierno del Estado. Trabajo colaborativo de los diez Cronistas Oficiales de los Municipios del Estado de Colima. Se encuentra en imprenta y será presentado en la segunda quincena de noviembre de 2010.

Miguel Chávez Michel

Una de las acepciones que el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española da a la palabra “cuerda” es la siguiente: “conjunto de presos atados juntos”. Desde la más remota antigüedad, fue una práctica humillante para el traslado de esclavos o reos. Lejos estaban entonces, las declaraciones de los derechos del hombre, y más aún, los actuales derechos humanos. Fueron épocas en la que, los procedimientos de sometimiento al orden establecido – o mejor dicho al poder- tenían que ver con la violencia, con la dureza, con la energía y, naturalmente, con la tortura en sus más diversas aplicaciones.

Para nadie es desconocido que mediante “cuerdas” se llevaban a las prisiones los presos más peligrosos o aquellos que, por razones políticas, significaban la inminencia del desplazamiento político. La peligrosidad de un detenido no tenía que ver solamente con su violencia física, considerada la característica más común de los peores criminales. La temeridad de un prisionero podía medirse también en razón de su popularidad y de sus seguidores. Por eso la Inquisición en tiempos lejanos procuraba la tortura más cruel como instrumento de confesión infalible. Y los inquisidores – casi siempre vistiendo hábitos talares-, ordenaban la presentación de los acusados nada menos que en largas “cuerdas” para ponerlos frente a sí y juzgarlos con la severidad de quien teme el crecimiento de las “malas yerbas” sociales. Pero la “cuerda” era un medio, no un fin. Y ahora tenemos que referirnos a ella en ese tenor.

En efecto, durante la época colonial, con el argumento de controlar, en la medida de lo posible el bandolerismo y lo que consideraban una plaga de salteadores de caminos, en 1719, se creó el “Tribunal de la Acordada”, el cual funcionó hasta 1813, en donde, “Además de azotes, trabajos forzados, presidio y muerte, los más peligrosos eran condenados a la horca o a través de cuerdas, los reos, eran enviados a Cuba, Florida y a las Filipinas”.

En el México independiente, mediante la ley del 2 de abril de 1835, para evitar la fuga de convictos, se reglamentó la conducción de “cuerdas de reos destinados á presidio”. Además, durante el gobierno de General Porfirio Díaz Mori, el 10 de junio de 1898, se reformó el artículo 5º de la Constitución de 1857, con lo que: “se agregaron restricciones a la libertad del trabajo, estableciendo la posibilidad de trabajos obligatorios como penas impuestas por la autoridad judicial. Así, fueron famosas las cuerdas de reos hasta la zona henequenera de Yucatán o a través de cuadrillas, realizar trabajos forzados en los caminos y carreteras del país”

En penosas “cuerdas” mandó el dictador Porfirio Díaz Mori trasladar desde Sonora y Sinaloa a los indios yaquis que pretendieron emanciparse de las haciendas explotadoras rebelándose con rudeza. La respuesta porfirista no se hizo esperar. Deportados en “cuerdas” inhumanas y sangrientas, fueron llevados a Yucatán a trabajar en los campos henequeneros donde fueron diezmándolos sin piedad y como “ejemplo” para futuros revoltosos. Por consiguiente: “La deportación de hombres, mujeres y niños yaquis sin excepción hacía el centro y el sur de México, fue adoptado como política en 1902-1903. Entre 1903 y 1907, el gobernador Rafael Izábal informó que había reportado personalmente a unos dos mil yaquis”. Luego entonces, no es extraño, que, entre las tropas más aguerridas y sanguinarias de las filas revolucionarias, se encontraban los indios yaquis, que se sumaron al movimiento armado con el deseo de vengarse de sus verdugos.

En esta misma vertiente, se hizo célebre el libro “México Bárbaro”, obra del periodista norteamericano John Kenneth Turner, reportero del “The American Magazine”, quien dio a conocer los horrores de la explotación – esclavismo, lo llamó él- de miles de indígenas mayas y yaquis, así como ciudadanos coreanos, que capturados en “cuerdas” y sometidos a trabajos infrahumanos, eran vilmente usados en las haciendas productoras de henequén de que eran dueños unos cuantos poderosos terratenientes sureños. Turner reveló al mundo en su libro el verdadero México de Don Porfirio. La mayoría de esos indios trabajaban a cuenta de “deudas” impagables y muchos de ellos habían sido llevados a los campos henequeneros como castigo por delitos insignificantes pero magnificados por los caciques de la región. Entre aquellos poderosos esclavistas mexicanos yucatecos se contaba nada menos que Don Olegario Molina, que fue incluso gobernador en los tiempos de Don Porfirio. La gran mayoría de esos pobres hombres tuvieron como forma de “reclutamiento” la vil “cuerda” en que llegaron presos.

Frente a ese contexto nacional, hay que citar la excepción de Colima, donde las “cuerdas”, a nivel local, no fueron precisamente muy usadas. Pero hay que recordar el hecho evidente, que siendo como es nuestro territorio, gracias al ferrocarril, paso obligado hacia el centro del país o fuera de él, necesariamente fue escenario de espectáculos tan bochornosos y humillantes como las “cuerdas de reos” en tiempos de la Revolución e incluso en períodos más próximos.

El tren venía prestando sus servicios en nuestro Estado desde 1889 con una vía angosta que era recorrida por el convoy entre Manzanillo y Colima. Y su categoría ferroviaria fue ampliada con la inauguración, en diciembre de 1908, de la vía ancha que enlazó a Colima con Guadalajara. Antes de 1908, las vías del tren procedentes de la capital del país, terminaban en el pueblo de Tuxpan, Jalisco. Don Porfirio Díaz mandaría construir el tramo restante y comunicaría definitivamente a Colima con el progreso inaugurando la nueva vía con una solemne visita que implicó días de fiesta.

De modo que el tren fue por largo tiempo, el mejor medio de comunicación con que contábamos. Y eso lo convirtió, también, en el centro de atención de la agricultura, del comercio, de la sociedad y de la política local. Basta decir que el tren traía o llevaba noticias hacia o desde el centro de la República. Y era el natural medio de transporte que usaban “los de arriba” y “los de abajo”, si queremos parafrasear al novelista Mariano Azuela.

El tren de vía ancha, obra irrefutable de Don Porfirio Díaz, fue palanca del progreso regional. Para la construcción de la nueva vía, quizá influyó en el ánimo del viejo dictador, el Colima que conoció en 1872, cuando estuvo de incógnito en nuestro Estado promoviendo el Plan de la Noria. En aquellos lejanos días, el viejo caudillo era joven aun y tuvo que sortear el fatigoso camino entre el puerto de Manzanillo y la capital del Estado en un penoso y cansado viaje. Volvería hasta diciembre de 1908 pero convertido ya en el primer magistrado de la nación y a bordo del moderno y lujoso tren presidencial.

Nuestro Estado, bien comunicado ya en tiempos de la Revolución, y como entidad territorialmente pequeña, no debemos desdeñar la facilidad con que se suscitaban hechos que, sin llegar a los extremos de otras regiones, generaban malestar y descontento entre las clases menos pudientes. Por ello, en esta tesitura, aseguré, líneas arriba, que las “cuerdas de reos” no fueron tan comunes como en otras regiones, posiblemente, debido al profundo regionalismo local y al hecho incontrovertible de que en Colima ha sido proverbial la idea de que todos “somos una gran familia”.

Sin embargo no podemos olvidar los duros reclamos que sobre este contexto escribió el ameritado maestro colimense: Don Manuel Velázquez Andrade, quien nos describe precisamente a las “cuerdas” en los siguientes renglones:

“… el despotismo y las arbitrariedades eran la ley callada; el miedo y la adulación de los empleados y amigos les daba ´razón y poder´ a las autoridades supremas, las que componían el gobernador, el prefecto político y el comandante de la policía.

Las garantías individuales eran letra muerta. Las autoridades de carácter federal, como el juez de distrito, antes de amparar a un quejoso, consultaban el caso con el gobernador, y si no lo hacían perdían su apoyo y amistad; si el gobernador estaba de acuerdo procedía la detención, si no, la negación a dicho amparo; no existían fuerzas militares permanentes. Periódicamente, contingentes de los batallones 20 y 24, con sus matrices en Guadalajara, llegaban a Colima protegiendo alguna conducta (remesa de dinero) o armamento que el Gobierno Federal mandaba a los estados de Sinaloa, Sonora y Baja California, por el puerto de Manzanillo. Al regresar la tropa del desempeño de su comisión a su cuartel en Guadalajara, conducía inesperadamente a una leva o el envío de ´cuerdas´ formadas por jornaleros del campo acusados por los hacendados o caciques municipales de ser elementos sociales de mal vivir, indeseables en la localidad. La “Cuerda” la formaban hombres atados de los codos por la espalda y a manera de una sarta de ajos. Era conducida en medio de dos hileras soldados que tenían igual procedencia…”.

Ya podrá entenderse el airado tono de quienes, como el maestro Velázquez, vivieron y sufrieron el lamentable espectáculo de las “levas” y las “cuerdas”. Y conste, que a él, le tocó presenciar esos padecimientos sociales en pleno siglo diecinueve, cuando eran esos mecanismos cosa común.
Sobre este mismo tema, Don Ricardo B. Núñez nos relata:

“….las levas tenían lugar en el mercado y en las plazas - recibían presos de la cárcel misma, o bien era sorprendida la gente en la calle al salir de algún espectáculo público, como eran las funciones teatrales o el palenque de gallos. La política de las levas y las “cuerdas” era la política ´moralizadora´ y de ´regeneración social´ de un régimen de gobierno sin freno ni responsabilidad ante la ley…”.

A mayor abundamiento, El mismísimo General Ángel Martínez, quien a partir de 1870 se convirtió en el dueño, amo y señor de la “Hacienda de Paso del Río”, cuando iniciaba su carrera militar de triunfos y de gloria, en más de una ocasión, para reponer las bajas habidas en combate, arengaba a sus soldados a “recoger leva”, según su decir,

“…para luchar por la patria. Debe advertirse que eso de ´recoger leva´, era uno de los procedimientos de la época para formar el ejército, lo que no quiere decir, que todos los soldados fueran forzados, sino que a él se recurría en circunstancias aciagas, como la presente…”

Y cosa común era, además, que todos los viajeros hacia Manzanillo o procedentes de él, tenían por fuerza que pisar las tierras de la entonces ranchería de Armería, situado en los márgenes del río del mismo nombre y que es ahora cabecera del benjamín de los municipios, pero que, en aquel tiempo formaba parte de la jurisdicción de Manzanillo.

En los inicios del siglo XX, Armería, con un poco más de cuatrocientos habitantes era una localidad rural que carecía de los servicios más elementales, las:

“…120 viviendas, catalogadas como chozas o jacales en el Censo de 1900, se registraron, de una habitación, donde comían, dormían y vivían los trabajadores dependientes de la hacienda, y estaban ubicadas, la mayoría, alrededor de la casa grande, en cuya parte trasera había un extenso corral y un establo, y donde se ubicaban también las bodegas de almacenamiento y procesamiento de las producciones de la propiedad. Un camino cercano unía a Armería con Cuyutlán, Tecomán y Manzanillo, al igual que el ferrocarril que desde 1908 funcionó de manera regular entre Manzanillo, Colima y Guadalajara…”

En lo que en la actualidad comprende el Municipio de Armería, desde el último tercio del siglo XIX e inicios del siglo XX, alcanzaron su máximo esplendor productivo las Haciendas de Armería, Cuyutlán y Paso del Río. Durante la Revolución, fueron propietarios, de la primera, Doña Isaura y Juana Vidriales; de la segunda, Francisco Santa Cruz Ramírez y de la tercera el Dr. Albert J. Ochsner, rico financiero que radicaba en Chicago y cuyos bienes administraba Don Stephano Gherzi.

Don Tomás Guevara Contreras, que compraba el coco de aceite en la Hacienda de la Armería y luego lo revendía a los fabricantes de aceite de coco y de jabones en la capital del Estado, reseñaba, que durante la Revolución, en esta zona, nunca se registró un solo combate entre los grupos en pugna. Más sin embargo, los hacendados en comento, en más de una ocasión, se vieron obligados a proporcionar apoyos económicos, principalmente, a los gobiernos afines al usurpador Victoriano Huerta.

Más que querellas revolucionarias, entre las pocas incursiones militares documentadas en el terruño, estas, fueron irrupciones desbordadas por las pasiones o deseos de venganza, como la cometida por Agustín Saucedo en la Hacienda de Paso del Río (Periquillo) en el mes junio de 1914:

“…motivada por el asesinato de su tío Don Justo Saucedo, hizo que, en unión de unos de sus amigos de ese lugar, fuera a la hacienda de Periquillo, lugar donde se encontraba de administrador Gilberto Morales, que al decir de Saucedo, era quien le había pagado a un individuo de Tepames llamado Apolonio Centeno, para que por determinada cantidad asesinara a su tío. Entre sus acompañantes se encontraban Francisco Árcega, Aurelio García, Ascensión Escudero, Ramón Torres, Gumersindo Preciado, Nicolás Martell y Evaristo Rivera. Todo el grupo que acompañaba a Saucedo sumaban más de 50 personas y con ellas sitió el casco de la hacienda; penetró por la escalera de madera, que conducía a las habitaciones del segundo piso y después de preguntarle a Enrique Solórzano Béjar, empleado de la hacienda, por la persona a quien buscaba, se le contestó que no se encontraba allí, tras de lo cual procedió a buscar en todas las dependencias de la finca a Gilberto Morales, el cual al darse cuenta que era el buscado salió de la habitación en que dormía, casi desnudo, brincó por una ventana y cayó detrás de un pequeño arbusto en donde fue encontrado y conducido a Tecomán. Allí se le vistió con ropa que no era la de él, se le paseó montado en un burro y se le ató al cuello un cartel escrito con frases malsonantes; llevado a la puerta del panteón fue fusilado y quién dirigió la ejecución fue Agustín Saucedo, de acuerdo a las ordenes de fusilamiento que el mismo Alamillo dictó…”

Con diferente enfoque, durante el constitucionalismo, la misma Hacienda: “…fue escenario de actuación del bandidaje villista y huertista, que realizaron robos de ganado, robos de producción de palma de coco e intimidación a los habitantes. Gherzi siempre se quejó de las incursiones de los bandidos en la propiedad, tanto con las autoridades constitucionalistas como con los representantes del gobierno estadounidense, protectores de los bienes de los nacionales del país vecino. Ante la frecuencia de los ataques, en 1915 Gherzi manifestó que los daños ascendían a más de 40 mil, principalmente, por el robo del ganado, por lo que solicitó la autorización para contar con 20 guardias armados y la protección del ejército, así como exigió la pronta estabilización de la región ante Juan José Ríos, gobernador y comandante militar del estado. Ochsner, desde Chicago, presionaba también a las autoridades mexicanas, estatales y federales, para que protegieran al dominio, "por ser de alta productividad y beneficio para la economía de Colima."

A su vez, en la Hacienda de Armería: “…La Acordada militar, cuyos miembros eran Francisco Cosío, Andrés Villa, Martín Hernández, Mariano Cervantes, Pedro Rodríguez, Eutimio Hernández, Silverio Ramírez, Toribio Maravillas, Fermín Torres, Lino Cervantes e Ignacio Bazán, empleados de confianza de las Vidriales, fue atacada en abril de 1920 por una gavilla de bandidos de 20 miembros, que asesinaron a tres de sus miembros e hirieron a otros dos más. La inseguridad ocasionada por ese enfrentamiento ocasionó la paralización de las actividades de la hacienda en ese año, por lo que las propietarias perdieron una gran cantidad de ganancias, pues no se pudo comercializar la producción de coquito y de palma. A pesar de los problemas, Isaura Vidriales, ahora viuda de Núñez, logró ampliar las actividades de Armería desde 1923, cuando se decidió explotar las maderas, la realización del procesamiento del coco de aceite y la ampliación de los cultivos de maíz. Para tal efecto, se llevaron a cabo nuevas inversiones para construir las instalaciones donde se establecería la maquinaria para el procesamiento de la madera y la elaboración del coco de aceite…”

Así, en tiempos de la Revolución, este Armería nuestro fue contexto, sobre todo en su estación del ferrocarril, de hechos que quedaron marcados en las conciencias de sus habitantes. Ahora puede sonar pretensioso, quizá frío, pero en aquellos años fue común que los vecinos, incluidos mujeres y niños, se aterrorizaran, cuando observaban la travesía, de tropas de uno u otro bando revolucionario.

En esta confusa etapa de nuestra microhistoria, lo más común, era observar, en su traslado por Armería, el triste espectáculo que ocasionaba el paso de “cuerdas de reos”, ya fuera de Manzanillo al presidio de San Juan de Ulúa o del centro del país al penal de las islas Marías. En ese entonces, la “estación Armería” era una parada necesaria para aprovisionarse de agua que requerían las locomotoras de vapor de aquel entonces. Su corta estancia propiciaba angustia y consternación entre los sorprendidos pobladores, que por usos y costumbres, concurrían en masa a las llegadas del tren.

En este ambiente, Doña Venturita Ruelas, en vida, comentaba, que:

“…era deprimente, mirar los vagones tipo jaula, repletos de gente amontonada, atados como animales, quienes, sacando sus manos imploraban agua o alimentos. Alguna vez vi el rostro de uno de los revolucionarios que eran llevados en una ´cuerda´. Los ojos ensangrentados por las golpizas propinadas, la ropa desgarrada y sucia y el rostro lacerado. Los curiosos que nos aproximábamos a los vagones, éramos alejados, sin cortesía alguna, por las milicias que los escoltaban…”

Una de las “cuerdas de reos” más estudiada y de mayor impacto en la región fue sin duda la de los líderes de la Huelga de Cananea, Sonora:

“… sus cabecillas Esteban Baca Calderón, Manuel M. Diéguez, Carlos Guerra, Crisanto L. Diéguez, Ignacio Paco, José López, Francisco Ibarra Y Telésforo Martínez… fueron condenados a quince años de prisión en las mazmorras de San Juan de Ulúa, en Veracruz. Entonces, por instrucciones del Gobernador de Sonora, Rafael Izabal, sujetos en una ´cuerda´ se les envió a Guaymas Sonora… de ahí, por barco a Manzanillo… en tierras colimenses, fueron conducidos a pie desde el puerto de Manzanillo hasta la capital del Estado… pasaron por Armería. De hecho se tenían órdenes de llevarlos así, amarrados, descalzos por entre los arenales y a veces por entre los guijarros del difícil camino de esa región costera… Después de una escala en Colima los llevaron a la Estación de Tuxpan, Jalisco… Era el mes de enero 1907 y en esos años todavía no existía en el Estado de Colima el tren vía ancha, que estaba construcción… De Tuxpan los pasaron a Guadalajara… Luego los condujeran a México… y finalmente Veracruz…”

Con relación a este acontecimiento, Don Ricardo B. Núñez, en su libro de la “Revolución en Colima”, escribe:

“…El Lic. Enrique 0. De la Madrid, qué a la sazón gobernaba este estado… Solía salir en su carretela a darse cuenta personalmente del estado que guardaba la ciudad…En ese año de 1907, en su paseo matinal que hacía en el vehículo tirado por caballos, vio que entraban a la capital del estado, por el camino conducía a Manzanillo, varios soldados de la Federación que custodiaban a varios individuos amarrados de las manos. El gobernante inquirió con el jefe del grupo sobre el porqué de aquello, identificándose como el primer magistrado del estado, y a continuación so le hizo saber que aquellos individuos eran algunos de los cabecillas que habían dirigido a los huelguistas de Cananea, los cuales, por disposición del gobernador de Sonora eran remitidos a San Juan de Ulúa prisión que por ese tiempo servía para alojar a los desafectos del régimen imperante. Habían sido desembarcados en el puerto colimense y tenían que hacer la caminata a pie hasta Tuxpan, lugar que era la terminal del ferrocarril.

—Creo que irán cansados esos hombres — le dijo don Enrique al comandante de la tropa—; voy a ordenar que se les faciliten bestias para que puedan llegar bien hasta donde aborden el tren. —Y así se hizo. Algunos años después, cuando el general Manuel M. Diéguez era Gobernador Provisional de Jalisco, tuvo noticia de que entre las personas presas en el Cuartel Colorado de Guadalajara se encontraba el Gobernador de Colima, Enrique 0. De la Madrid, inmediatamente ordenó que fuera llevado a su presencia, diciéndole éstas a parecidas palabras: ´Cuando era usted Gobernador de Colima´, ordenó que a mis compañeros de huelga y a mí se nos facilitaran caballos para no caminar a pie hasta Tuxpan; hoy, en reciprocidad lo pongo en libertad absoluta”. Grande fue la sorpresa que recibía el ex gobernador con aquella acción, quedando sellada la amistad entre ambos desde esa fecha…”

En 1924 pasó por la estación del tren de Armería otra célebre “cuerda” de prisioneros, procedente de la ciudad de Guadalajara con destino al puerto de Manzanillo. En este convoy trasladaban, nada menos que al acreditado General Lázaro Cárdenas del Río. Sobre este tema, contextualizo:

En 1923 hubo elecciones presidenciales. El candidato de Álvaro Obregón era el General Plutarco Elías Calles. Otros grupos apoyaban a Don Adolfo de la Huerta. En diciembre de ese año, la segunda de las facciones, se levantaron en armas, argumentando que no estaban de acuerdo con el dedazo de Obregón en favor de Calles.

Concerniente a estos acontecimientos, el sus memorias, el General Lázaro Cárdenas nos participa:

“…Durante la rebelión delahuertista fui designado por el General Obregón, Jefe de una columna de caballería de mil hombres para marchar de Michoacán a Jalisco a operar en la retaguardia del General rebelde Enrique Estrada, que se encontraba concentrado con sus fuerzas en Ocotlán, en las márgenes del río Lerma - Santiago. En el Combate sostenido en el puerto de Huejotitlán, Jal. Contra las fuerzas del General Estrada caí herido y prisionero…”

El escritor norteamericano William Cameron Townsend en su libro “Lázaro Cárdenas, Demócrata Mexicano” escribe.

En 1924: “…el General Lázaro Cárdenas fue prisionero de sus enemigos que lo trasladaron formando parte de una “cuerda” de prisioneros de guerra, - aunque no atado - en el carro-caja L.N. 13050 el 19 de febrero de ese año, tras haber resultado perdedor en la batalla de Teocuitatlán de Corona, Jalisco. Algunos de sus amigos, como Ladislao Moreno Barreto, intentaron verle en la Estación de Armería, pero no consiguieron hacerlo sino hasta la de Manzanillo…”

Las reseñas en comento, son ejemplos de las numerosas “cuerdas” que tan solo en tiempos de la Revolución, pasaron por Armería. En fechas posteriores, está práctica se incrementó durante el movimiento cristero, pero éste será tema de estudios posteriores. En esta dirección, resumo: en la memoria colectiva de nuestros mayores, aún se conservan numerosas y conmovedoras anécdotas sobre estos lamentables acontecimientos. Lastimero espectáculo que presenciaron, por muchos años, como parte de su cotidianidad, los chiquitines, hombres y mujeres curiosos que, al grito de “ahí viene el tren” se concentraban en la estación del ferrocarril. Para sorpresa de todos, en más de una ocasión se trataba de una nueva “leva” o “cuerdas de reos”.


Fuentes bibliográficas consultadas:

Alarcón Menchaca, Laura. Una biografía Política. José María Maytorena. Coedición de la Universidad Iberoamericana y los Colegios de Jalisco. 1996.

B. Núñez, Ricardo. La Revolución en el estado de Colima. Edición del Patronato del Instituto Nacional de Estudios Históricos, órgano consultivo de la secretaría de Gobernación. México, D.F. 1973.

Brust Victorino, Carlos Elio. Manzanillo: su historia, toponimia, política, sociedad y cultura. Universidad de Colima. 1993.

Calderón Aragón, Georgina. Construcción y reconstrucción del desastre. Editorial Plaza y Valdés, S.A. de C.V. México, D.F. 2001.

Cameron Townsend, William. Lázaro Cárdenas, Demócrata Mexicano. Traducción al español por Editorial Grijalbo, 1954; página 380.

Casasola, Gustavo. “Historia gráfica de la Revolución Mexicana”. V Tomos. Edición de los Casasola. México, D.F. 1970.

Cárdenas, Lázaro. Página 1443 de las Memorias publicadas Centro de Estudios de la Revolución Mexicana "Lázaro Cárdenas. Apuntes. Una Selección.". 1973

Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Editorial Larousse. Edición 1985.

Diccionario Espasa-Calpe. Edición 2006.

Dublán Manuel y Lozano, José María. Disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República.
http://www.biblioweb.dgsca.unam.mx/dublanylozano/

Enciclopedia Wikipedia.
http://es.wikipedia.org/wiki/Rebeli%C3%B3n_delahuertista

Galindo, Miguel. Historia pintoresca de Colima. Edición de la Universidad de Colima. 2005.

Gómez González, Rosa María. Usos, costumbres, normas y regulaciones en la sociedad colonial: 1759 -1794. Tesis de licenciatura en Historia. UAM-Iztapalapa. I996.

Hu-DeHart, Evelyn. Rebelión Campesina en el Noroeste: Los Indios Yaquis. Compilación de Kats, Friedich. Revuelta, Rebelión y Revolución. La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX. Editorial Era. México, D. F. Segunda Edición. 2004.

Martínez Bullé-Goyri, Víctor Manuel. Desarrollo de los Derechos Humanos en el México del Siglo XX. Editorial UNAM. México, D.F. 1998.

Netell Ross, Rosa Margarita. Colima Memoria de los tiempos. Universidad de Colima. 1996.

Serrano Álvarez, Pablo. Haciendas y ranchos de Colima. Origen, apogeo y declive. Direcciones electrónicas:
http://members.fortunecity.es/drserrano/pages/libros/Libr001a.htm#armeria
http://members.fortunecity.es/drserrano/pages/libros/Libr001a.htm#periquillo
http://members.fortunecity.es/drserrano/pages/libros/Libr001a.htm#armeria

Turner, John Kenneth. “México Bárbaro”. B. Costa-Amic. Editor. México, D.F., 1978.

Velázquez Andrade, Manuel. Remembranzas de Colima. Universidad de Colima. Tercera Edición. Colima, Col. 2006.

lunes, 20 de septiembre de 2010

En memoria de Juan Manuel Covarrubias Leyva

Alocución de Miguel Chávez Michel, en las exequias
de Juan Manuel Covarrubias Leyva, Ex Presidente
Municipal de Armería, Estado de Colima. México.

En la antigüedad, los griegos creían, que sí llovía, cuando los hijos de la patria morían, ésta, era una señal providencial, porque los Dioses del Olimpo, en las aguas que simbolizan la vida, nos enviaban sus parabienes, para que la madre tierra, enhieste, recibiera en su regazo el cuerpo inerte de quienes, con creces, habían cumplido con decoro, su tiempo vital. (Palabras pronunciadas en alusión a que estaba lloviendo).

Muy respetable concurrencia.

Al agradecer al Sr. Presidente Municipal el uso de la voz, en su persona, con la venía de los amigos de la familia Covarrubias Leyva, expresamos nuestra gratitud a la benevolencia del honorable Cabildo por la iniciativa de organizar esta ceremonia.

De igual manera, con nuestra solidaridad y afecto, testimónianos a las familias Covarrubias Leyva y Covarrubias Méndez su amable aquiescencia, para honrar, con este merecido homenaje, la vida y obra, de nuestro común amigo Juan Manuel Covarrubias Leyva.

Familiares y amigos todos.

Aceptar, perder la vida, en plena edad productiva, no es fácil. Interrogantes sobre este particular, muchas veces, dificultan las respuestas, aun cuando, la misma cotidianeidad nos enseña que nuestro paso por esta tierra, es de ciclos, y que debemos acostumbrarnos a que la vida terrenal es tan solo un regalo pasajero, en el que solo tenemos una oportunidad para trascender a través nuestras obras.

En esta tesitura, para el de la voz, por la mayúscula estimación y solidario afecto, que en vida, que me unieron con Juan Manuel, además de doloroso, es profundamente difícil ordenar mis ideas para expresar con sensatez mis sentimientos y con ello, honrar la vida y obra de nuestro apreciado y siempre bien recordado amigo Juan Manuel Covarrubias Leyva.

Por la cercanía con su familia, hace muchos años, conocí a Juan Manuel siendo un niño, inquieto, juguetón, respetuoso, pero siempre reservado en el trato, particularidad que lo identificó toda su vida. En su juventud, formó parte, de la selecciones de volibol y basquetbol que representaron dignamente a nuestro pueblo en competencias estatales y nacionales.

Su vida y su obra, fueron producto de la cultura del esfuerzo. En efecto, al concluir su educación secundaria tuvo que salir del pueblo para estudiar en la Escuela Normal de Ciudad Guzmán. Al culminar su carrera profesional, fue comisionado, para cumplir con su labor docente, en el Municipio de Tomatlán, Jalisco. De regreso a su amada tierra, y en respuesta a su permanente deseo de superación, concluyó la carrera de derecho en la Universidad de Colima.

En vida, Juan Manuel Covarrubias Leyva, además de incondicional, sincero y leal con sus amigos, fue maestro por vocación, abogado por formación, deportista de por vida y servidor público por convicción. No fumaba, no tomaba, no se desvelaba y fue muy exigente en sus hábitos alimenticios. Por ello, no me explico, porque, se nos adelanta en el camino, para rendir tributo a la tierra en la que nació y a la que sirvió con pasión.

En este orden de ideas, convencido estoy, que la vida es un torbellino tan impredecible como inimaginable que en ocasiones nos lleva por senderos excepcionales y, cierto estoy, que lo único que no cambia, es el pasado, en donde no existe el hubiera. Por ello, hasta cierto punto, me siento culpable, de las angustias que en su vida pública tuvo que enfrentar Juan Manuel y su familia.

Sí amigos míos.

Con la certeza de no separarme un ápice de la encomienda recibida, consiéntaseme hablar en primera persona.

Cuando el pueblo me otorgó su confianza para coordinar sus esfuerzos, por su perfil prudente, reservado, discreto y conciliador, le pedí a Juan Manuel me ayudará en la Dirección de Seguridad Pública y palabras más, palabras menos, recuerdo que me dijo “Jefe, yo soy maestro y a mí, la política no se me da”. (En su trato cotidiano, así me decía: “Jefe”). Luego entonces, tuve que recurrir a los buenos oficios del Profesor Rubén Tinoco y su compañero de estudios, y amigo de toda la vida, mi compadre Rubén Vélez para convencerlo y cierto estoy, como a todos consta, que fue un buen Director de Seguridad Pública.

Así, con la luz y la experiencia de los maestros Rubén Tinoco Acantar y Druso Alfonso Escalante Petra, más, la voluntariosa y juiciosa contribución de los entonces jóvenes Rubén Vélez, Rosita Pérez, Carlos Cruz, Delia Gómez, J. Jesús Pérez, Luis Manuel Jaramillo y Ricardo Gil Trujillo, con la intención de trabajar por Armería, integramos un gran equipo, repito un gran equipo de trabajo, en donde la edad promedio fue de 26 años. Y a todos nos quedó bien claro, que este equipo concluyó su gestión el 31 de diciembre de 1991.

Acuciosos de sus tiempos y circunstancias, por su perseverancia y trabajo, con luz propia, la mayoría de estos jóvenes, han ocupado el más honroso de los cargos a que puede aspirar un ciudadano armeritense y el de la voz, respetuoso de esos tiempos y circunstancias, siempre, sin perder la amistad, con discreción, por Armería, me he mantenido a prudente distancia.

En este contexto, Juan Manuel, como el resto de los jóvenes en comento, cumplieron con su deber. En efecto, con humildad se ganó el respeto de los guardianes del orden y la confianza de la sociedad en general, lo que le permitió repetir en el cargo en administraciones posteriores.

En el Instituto Político de sus más cercanas amistades, mi Partido, encabezó el Comité Municipal en donde amplio su círculo de amigos hasta llegar a la Presidencia Municipal, en donde también, con creces, le cumplió a su pueblo. En todas las colonias y comunidades, aunque pequeñas, hay obras que perpetúan su memoria.

Por tan solo citar un ejemplo, reparó el drenaje de la zona centro, que no había recibido mantenimiento desde su construcción durante la administración de Rosa María Espíritu Macías. En el jardín principal, construyó rampas para sus amigos los minusválidos, con lo que se inicia una nueva cultura de respeto para nuestros hermanos con capacidades diferentes. Como buen deportista, rehabilitó la Unidad Deportiva, colocó techos y pisos en el Auditorio Profesor Rubén Tinoco Alcántar y edificó, para orgullo de Armería, la Casa de la Cultura.

En su aspiración de proyectar turísticamente a nuestros balnearios, en Cuyutlán, gestionó con el entonces Gobernador Silverio Cavazos la pavimentación de la calle principal, la construcción de los kioscos y la remodelación de su malecón, que hoy, proyectan una nueva fisonomía urbana del centro turístico de mayor tradición en el occidente de la República.

En la pasada campaña política, me consta, que le solicitó al entonces candidato a Gobernador Mario Anguiano Moreno que incluyera en el programa de las cien obras, los portales del balneario el paraíso y la rehabilitación de la carretera nacional en el tramo de las avenidas Netzahualcóyotl y Cuauhtémoc. Así cómo, la restauración de los camellones centrales de la Avenida Manuel Álvarez de esta ciudad. Para su satisfacción, con prudencia, desde el interior de su domicilio, en su intimidad, se regocijó, de la inauguración de estas importantes obras.

En este marco de remembranzas, quienes tuvimos la fortuna de compartir afectos, amistades y experiencias, conocimos de cercas las agrandes angustias que Juan Manuel tenía, primordialmente, cuando los recursos municipales no alcanzaban para dar puntual respuestas a la justos reclamos de la sociedad. Tensiones y preocupaciones que en más de una ocasión quebrantaron su salud.

En este orden de ideas, sintetizo, Juan Manuel Covarrubias Leyva, incomprendido para pocos y ponderado por muchos, fue un ser humano excepcional, honesto en el servicio público, talentoso en su vida cotidiana, trabajador en sus responsabilidades, en suma, fue un hombre de gran valía.

En Armería, con virtudes y defectos, todos nos conocemos, nadie puede engañar a nadie. Por consiguiente, al pueblo le consta, que Juan Manuel nunca se enriqueció al amparo del servicio público. Consecuentemente, su vida y su obra, en estos momentos de dolor, deben servirnos de fortaleza y ejemplo. Su legado, es muy superior a quienes, lo denostaron.

Sí amigos míos, en estos momentos de dolor, debemos hacer un alto en el camino para reflexionar en la importancia de la unidad, cómo única estrategia viable, para trabajar por la grandeza de Armería. En más de una ocasión, lo he dicho, y hoy, nuevamente lo reitero, en Armería, con diferentes nombres y diversos apellidos, somos una gran familia. Cuando no hay lazos de sangre; o bien somos padrinos, o somos ahijados o somos compadres, en fin, todos somos una gran familia. Por ello, insisto, es tiempo de eliminar enconos, es tiempo de bajar blasones, del color que sean, y solo mantener enhiesta el único pendón que nos une, la bandera de Armería.

Por ello, en reconocimiento a su incansable trabajo, a la tenacidad de su esfuerzo, a la luminosidad de su inteligencia, a la perseverancia de sus aspiraciones y al valor moral de sus acciones; aquí y ahora, al compartir con su familia este merecido homenaje, asumimos el público compromiso de continuar su acreditado ejemplo.

Antes de concluir, expresamos nuestra gratitud a las muestras de solidaridad de nuestros coterráneos que militan en otros partidos diferentes al de Juan Manuel, que con mucho respeto, nos acompañan en nuestro dolor.

Por todo lo anterior, en la vertiente de esta significación, con la honrosa representación del Honorable Ayuntamiento Constitucional de Armería, de los compañeros ex Presidentes Municipales y amigos de Juan Manuel, con respeto a su esposa Martha, a sus hijos, a su tía, (a quien siempre respetó como su segunda madre; a sus hermanos y hermanas, a sus cuñadas y cuñados, sobrinos y demás familiares, aquí y ahora, les refrendamos nuestra mayor solidaridad y puntual amistad.

Familiares de Juan Manuel Covarrubias Leyva, siéntanse profundamente orgullosos de la vida y obra de su esposo, padre y hermano. Orgullo, que también nosotros compartimos.

Descanse en paz nuestro compañero y amigo Juan Manuel Covarrubias Leyva.

Hasta pronto amigo mío.



Armería, Col. Septiembre 18 de 2010.

chavezmichel@gmail.com
chavezmichel@hotmail.com

miércoles, 15 de septiembre de 2010

“La participación de COLIMA en las luchas por la Independencia”

Comentarios realizados por Miguel Chávez Michel al libro de Abelardo Ahumada, en evento verificado en la “Casa de la Cultura” de la Ciudad de Colima, el martes 14 de septiembre de 2010.

Amigos Todos.

Para el de la voz, por tres razones, me es gratamente placentero, participar en esta mesa, al lado de estudiosos profesionistas e inteligentes amigos, para compartirles mis modestos comentarios, al libro, por cierto, bien redactado y cuidadosamente documentado, que aquí y ahora, nos presenta Abelardo Ahumada.

La primera, se circunscribe a la mayúscula estimación y solidario afecto, que me vinculan con el autor; la segunda, de especial emoción, por obsequiarme la oportunidad de compartir con el amigo, su meritorio esfuerzo de publicar un nuevo texto a su ya abundante creación intelectual y editorial; la tercera, no menos importante, y ciertamente, tema central de la obra que se reseña, por considerar, esta convocación, ocasión propicia, para que juntos reflexionemos sobre las circunstancias, contextos, tramas, argumentos y pretextos, de la suma de acontecimientos de índole socio-política, económica, educativa, militar, religiosa y cultural, sucedidos en el primer tercio del siglo XIX, en los que, activamente participaron los habitantes del entonces Partido de Colima que formaba parte de la otrora Intendencia de Guadalajara.

Antes de entrar en materia, como preámbulo a mi glosa, permítaseme dar cuenta de la existencia de una importante fuente documental impresa en 1911. En efecto, Hace noventa y nueve años, en el marco, de lo que denominaron el “Centenario de la última guerra colimense a favor de la Independencia Nacional”, la imprenta del Gobierno del Estado, editó, en dos tomos, el libro “Colima y la Guerra de Independencia”, selecta compilación de documentos privados y oficiales sobre los principales acontecimientos político - militares que ocurrieron en el hoy Estado Libre y Soberano de Colima, desde el Grito de Dolores arengado por Hidalgo en 1910, hasta la entrada triunfal del ejército Trigarante a la ciudad de México en 1821.

Esta excelente colección, pionera en evidencias documentales de nuestra microhistoria y que discretamente, solo se conserva en archivos y bibliotecas especializadas, fue compilada por Don José María Rodríguez Castellanos, reconocido archivista colimense y prologada por el Pbro. Tiburcio Aguilar, con lo que se demuestra, la participación de insignes colimenses en la en la lucha armada en comento.

Hago referencia a este antecedente bibliográfico, para reconocer en Abelardo Ahumado su diligente profesionalismo y puntual honestidad intelectual, al citar, en su narrativa, sus fuentes informativas, entre otras, las instrumentales contenidas en el compendio ya mencionado.

Así, “La participación de Colima en las luchas de Independencia” está conformado por 6 capítulos, en los que el autor, siguiendo un orden cronológico, nos describe, paso a paso, cómo fue que Colima y su gente, se vieron envueltos en acontecimientos locales, regionales y nacionales, en los que, primero, la polémica suscitada por haberlos segregado de Valladolid para anexarlos a la Intendencia de Guadalajara y posteriormente, el debate por su autonomía para libertarse del naciente Estado de Jalisco. En su narrativa, Abelardo Ahumada, en forma muy didáctica, contextualiza los acontecimientos locales en un escenario regional y, previo análisis de las circunstancias de la época, explica, la actuación de nuestros paisanos en el proceso de desaparición del virreinato y la consolidación de México como país independiente.

En esta tesitura, me corresponde analizar el capítulo tercero “Vientos de Libertad”, en el que, con su estilo ameno, el autor, a través de su lectura, nos invita a estudiar con mayor profundidad la lucha de nuestros próceres locales y las fuentes documentales en las que sustenta su investigación, hasta hoy, solo conocidas por especialistas.

Avanzando en paralelo con los sentimientos de animadversión crecientes que algunos criollos valoraban en sus propias regiones, en este capítulo, el escritor, inicia su examen, con la invasión napoleónica en la península ibérica y su impacto en la Nueva España. Momentos difíciles y, no menos inciertos, avivados por el derrocamiento del Virrey Iturrigaray, que agudizaron los vientos independentistas y que tuvieron sus repercusiones en la Nueva Galicia. Consecuentemente, sus efectos, quebrantaron la cotidianidad de los habitantes de Colima.

En este orden de ideas, no obstante la precaria situación de los caminos, de ese entonces, las noticias, muchas veces confusas, a una velocidad record, eran conocidas por los habitantes de Colima. Argumento: a tan solo tres días de haberse descubierto la conspiración de Querétaro, el 19 de septiembre de 1810, Don Roque Abarca, Gobernador de la Intendencia de Guadalajara, envió una carta a Don Juan Linares, subdelegado de Colima, “…conminándole a visitar con frecuencia los mesones para estar bien enterado de quienes salían o entraban a la Villa, con la instrucción complementaria de realizar rondas nocturnas con la policía y reportar cualquier persona o movimiento sospechoso…”

De igual manera, cumpliendo instrucciones superiores, las autoridades locales, fijaron en los parajes públicos acostumbrados las primeras providencias del Gobernador de Guadalajara en contra del movimiento iniciado por Don Miguel Hidalgo y Costilla.

Además, para combatir a los insurrectos, con mandatos similares, el Subdelegado Juan Linares y el Comandante Francisco Guerrero del Espinal, recibieron órdenes para organizar seis compañías, más una de Coahuayana para integrar las milicias de Colima que a su vez formarían parte de la segunda división del sur de la Intendencia de Guadalajara.

Aunque imprecisas, grande debió de haber sido la diversidad de opiniones que provocaron estas informaciones, por un lado, las autoridades y peninsulares, en su mayoría, con extraordinaria celeridad se organizaron para defender sus privilegios. Por el otro, con el mismo apremio, se activaron las conciencias de animosidad en contra del régimen virreinal, principalmente, entre aquellos que, con cautela, se encontraban inconformes del sistema opresor.

Sobre este particular, cito al autor: “…Con este tipo de noticias y de órdenes… es fácil imaginar los reniegos que se provocaron entre quienes estaban siendo convocados a tomar las armas, así como de quienes fueron requeridos para aportar los recursos necesarios para pólvora y vituallas…” (Concluye la cita).

Ejemplo de lo anterior, con una resumida carta, fechada el 30 de septiembre de 1810, Pedro Regalado Llamas, comunicó a su suegro Don Francisco Covarrubias, que se iba a la “guerra o compaña a que nos llevan”; con ello, el autor advierte, el porqué, el insigne colimense, tres meses más tarde, se pasa a las filas de la insurgencia.

Situación comparable, debió de haber experimentado el español Don Francisco Guerrero del Espinal, quien, de llevar un existencia tranquila y colmada de privilegios, que las autoridades y paisanos le dispensaban por el solo hecho de administrar, desde 1792, las haciendas propiedad de los herederos del Conde Regla Don Pedro Romero de Terreros, tal vez, desde otra óptica, también se vio obligado a tomar las armas, en donde, poco después, perdió la vida.

En esta vertiente local, los garantes del orden imperante, además de realizar los preparativos para la defensa de Colima, el primero de octubre de 1810, al mando Don Francisco Guerrero del Espinal, salieron de la Villa de Colima, rumbo a Guadalajara, llevando cerca de 500 hombres. En tanto que, en la región, continuaron las censuras eclesiásticas y la difusión de la excomunión en contra del Padre Hidalgo y sus seguidores.

A su vez, con diferente orientación, los adictos al padre José Antonio Díaz, para analizar los hechos y según, su posterior confesión “…para defender al rey...”, sus casas, sus tierras y sus familias, el domingo 7 de octubre, Pedro José Guzmán, “Alcalde de la República de indios de Almoloyan” se reunió con los principales del pueblo y de escribano “Juan Santos Cruz” y resolvieron enviar mensajes a sus “…consanguíneos de los pueblos de Comala, Zacualpan, Juluapan, Coquimatlán, Tecomán, Tamala, Ixtlahuacán y Cautlán, para reunirse dos días más tarde, rogándoles, que cada uno de los pueblos se viniesen acompañados por dos o tres ayudantes …”. El correo fue interceptado en Juluapan, lo que propicio, que el mismo día, se verificará una segunda reunión en el cementerio del ex convento de San Francisco. Para frustrar su posible rebelión, los participantes fueron aprendidos y posteriormente, por mediación el Padre Francisco Vicente Ramírez de Oliva, se les dejó en libertad pero vigilados.

Equidistante a los acontecimientos que se desarrollaban en Colima, El Padre Hidalgo comisionó a José Antonio Torres Alias “El Amo” para que levantara en armas “…los pueblos de Colima y las comarcas de Sayula y Zacoalco…” A su vez, en Guadalajara, las autoridades crearon la Junta Superior de Gobierno, Seguridad y Defensa, cuyo principal propósito fue el de proteger la ciudad y atacar a los grupos rebeldes que comenzaron a proliferar en todo el occidente del virreinato.

Posterior a los triunfos insurgentes en Sahuayo, entre el 4 y el 6 de noviembre “El amo Torres” derrota en la batalla de Zacoalco al regimiento nombrado “la cruzada”, organizado por el Obispo Cabañas, en la que, los reclutas realistas de Colima, salieron muy mal librados.

Por su parte, el 8 de noviembre de 1810, cumpliendo instrucciones de su padre, José Antonio Torres (hijo) y Rafael Arteaga tomaron sin dificultad la Villa de Colima, misma que fue recuperada por el ejército virreinal en abril de 1811, sin que se disparara un solo tiro. Durante el eventual dominio de los insurgentes en Colima, se integraron a la causa muchos paisanos que llegaron a figurar como cabecillas, entre otros Manuel Regalado (tío de Pedro Regalado), José Calixto Martínez, Ignacio Sandoval, el Lego Gallaga, el Cura José María Venegas, Cadenas, Fermín Ortiz y Antonio Béjar.

Invitándolos a recrearse en la lectura de este excelente libro, por razones de tiempo, no me detendré en los variados incidentes que se presentaron durante la corta estancia de los insurrectos en Colima y su fatal desenlace. Corresponderá a mis compañeros comentaristas glosarles la entrada triunfal de los insurgentes a Guadalajara, su derrota en el puente de Calderón y la dispersión generalizada de los insurrectos.

Antes de cerrar mi intervención, a manera de conclusión, permítaseme una breve reflexión:

Gracias a la visión imparcial y conciliadora de Abelardo Ahumada, que como buen académico, sin tomar partido, y más aún, sin denostar o vitorear con adjetivos persuasivos, a los actores de uno u otro bando, con original profesionalismo, solo a la claridad de las evidencias examinadas, en su narrativa, se concretiza al análisis objetivo de los hechos, contextos y circunstancias.

Por ello, en la lectura de este texto he comprendido con mayor claridad, que la guerra de independencia, no solo fue destrucción y muerte, de unos o de otros, sino que, además de propiciar la ruptura social imperante, fue un movimiento generador de sentimientos de identidad y pertenencia, en donde germinaron variados imaginarios colectivos, que a la luz del tiempo, nos dieron patria y libertad.

Inicialmente, con variadas inclinaciones, todos coincidieron en luchar por Fernando VII. Los realistas, orientaron sus querellas para preservar sus privilegios de origen peninsular; los insurgentes combatieron para extinguir las diferencias que los separaba de los peninsulares; los más, que indistintamente se sumaron o fueron reclutados en uno u otro bando, a través de la lucha fueron acentuando su origen étnico o geográfico, para tomar conciencia de hombres libres.

Así, más temprano que tarde, unos, primero, y otros después, en armonía con sus enfoques, necesidades, discernimientos, tiempos y los postulados políticos de la época, a lo largo de las hostilidades, gradualmente fueron cimentando la idea de construir una “nación americana” y con ello, se fueron fortaleciendo genuinos sentimientos independentistas, que dieron origen a la patria mexicana.

Por todo lo anterior, amigos Abelardo, comentaristas y público en general.

Felicidades y enhorabuena.

chavezmichel@gmail.com
chavezmichel@hotmail.com

miércoles, 11 de agosto de 2010

“Semblanza de la Parroquia de Armería”

Miguel Chávez Michel

Trabajo elaborado con el apoyo del Grupo Cultural Antares de Armería” y que con motivo de la “Celebración del Año Sacerdotal 2009 - 2010” presentaremos el próximo 3 de septiembre de 2010 en la Parroquia de Armería.

Dedicatoria.

Con gratitud y respeto dedicamos este modesto ensayo al Pbro. Juan Hernández León, Sacerdote visionario, que, adelantándose a su tiempo, a su paso por estas tierras, sembró las simientes de la educación y el progreso.

Toponimia.

El Pbro. Roberto Urzúa Orozco, en su estudio sobre “Los pueblos del Valle de Tecomán”, sostiene, apoyándose en registros de los libros de la Parroquia de “Santo Santiago”, que el nombre de “Armería” se deriva de “Almería”, homónimo de una provincia española, de origen islámico, localizada en las costas occidentales del mar mediterráneo. Lo que quiere decir, que la “Estancia de Almería”, fue edificada por un ibérico de origen almeriense.

En este orden de ideas, el vocablo “Almería” se disgrega del árabe andalusí “almariyya”, dicción que se compone de los vocablos “al” que expresa “lugar” y “mariyya” término que a su vez se forma de “mara´a” que enuncia los verbos “observar” o “vigilar”; lo que quiere decir, que la “Almería” hispano-islámica significa “lugar desde donde se observa o vigila”.

Evolución.

Sin conocerse la fecha exacta de su fundación, nuestro pueblo, con la categoría de “estancia” aparece en documentos oficiales hasta finales del siglo XVIII con el nombre de “Almería”. Su primer asentamiento se localizaba en la margen poniente del río Nahualapa (Río Grande). Con motivo de una creciente, en 1875, la “Hacienda de Armería” se trasladó una legua más al oeste ubicándose por la actual calle ejido, frente a lo que fue la “Estación del Ferrocarril”.

La historia nos enseña, que en esta cuenca, en la época prehispánica fueron detenidos los Otomíes que venían de la mesa central, por otras tribus procedentes del sur. Aquí, también prosperaron pequeñas comarcas de influencia Nahuatlaca, como Tequepa, Coatlan y Coyutlan, entre otros. Testimonio evidente de lo anterior, es la gran cantidad de tumbas de cerámica precortesiana extraídas de su suelo.

La tenencia de la tierra pasó de los “aborígenes” a los “conquistadores” y de la “encomienda” a los “jesuitas”. Para 1793, la “Hacienda de Armería” la adquirió mediante remate, el Conde de Regla Don Pedro Romero de Terreros y para 1873 pertenencia a su bisnieto Don Manuel de la Pedreguera, siendo su ultima propietaria Doña Isaura Vídriales.

Para la construcción de la vía angosta del ferrocarril, que en el siglo XIX, unió a Manzanillo con la ciudad de Colima, aquí, se instaló un campamento ferrocarrilero, que inicialmente, alojó a los trabajadores que realizaban el tendido de durmientes y rieles, y luego, para la colocación de los pilotes, de lo que fue, el primer puente del ferrocarril. La inaugural locomotora que hizo las pruebas de vía, según lo consigna el Diario oficial “El Estado de Colima”, llegó a la ranchería de Armería en el mes de diciembre 1882 y hasta septiembre de 1889 hace su primer recorrido a la ciudad de Colima.

Paralelamente a esta importante vía de comunicación que sirvió de enlace con el resto del país, fue el “reparto agrario” el que marco el inicio del progreso de esta planicie costera. Además, cómo bien lo relatan nuestros ancianos “...cuando la mar se salió, el rancho creció...”, y ciertamente, posterior a fuertes sismos registrados, el 22 junio de 1932 se presentó un “maremoto” que devastó al balneario de Cuyutlán. Consecuencias, los sobrevivientes se refugiaron en la “ranchería de Armería”, quedándose aquí, muchos de ellos, a radicar definitivamente.

Este inusitado crecimiento poblacional, motivó a nuestras autoridades, para que la entonces “ranchería” de Armería, fuera elevada a la categoría de “pueblo” (29 de abril de 1935). Para establecer su fundo legal, mediante el Decreto número 44, se expropia a la hacienda de Armería la cantidad de 42 hectáreas, 70 áreas.

En reconocimiento al esfuerzo de sus habitantes, el 26 de mayo de 1967, con Decreto No. 119, la zona agrícola de Armería es elevada a la categoría de Municipio. Para ello, se segregaron 330 kilómetros del municipio de Manzanillo y 62 al de Coquimatlán. En este contexto, a la población de Armería se le concedió la jerarquía de cabecera municipal y enmarcaron a su jurisdicción los pueblos de Cuyutlán, Periquillo y Cofradía de Juárez, balneario El Paraíso y las rancherías de Zorrillos (hoy Los Reyes), Rincón de López, Coastecomatán, El Puertecito, La Atravesada y Cualatilla, también conocido con el nombre de Augusto Gómez Villanueva.
Oberturas de la fe.

El Padre Salvador Murguía en un ensayo sobre la Parroquia de Tecomán (rescatado por el Pbro. Crescenciano Brambila), consigna: que para los años medios del siglo XIX, en la ranchería de Armería, “…todas las casas eran de palapa o de sácate y no había capilla. Cuando el Sr. Cura de Tecomán iba a oficiar la Santa Misa tenía que celebrarla en casa particular, que en algunas ocasiones fue la del Sr. Serapio Sánchez…”.

Posterior al maremoto de Cuyutlán (1932), el Sr. Cura de Tecomán, Pbro. D. José María Arreguín, atendió, en lo eclesiástico a nuestro pueblo. Sobre este tema, Don Guadalupe Rodríguez (a) “El Comino”, en vida, me comentó: “...a nuestra petición, el 12 de diciembre de 1932 se concelebró en la “Galera” de la “Hacienda de Armería” un gran misa en honor de las Virgen de Guadalupe… a ella nos encomendamos cuando vimos que la mar se nos venía encima… por ello, cuando se construyó la Capilla de Armería le pedimos al Obispo Don Amador Velasco que la Iglesia se dedicara a la “morenita del Tepeyac”.

De 1932 a 1939, los servicios religiosos se proporcionaban esporádicamente.

Primeras Capillas de Armería.

En 1935, al planificarse el pueblo de Armería, Don Jesús Covarrubias donó para el templo, dos predios que se localizaban por la entonces Avenida Progreso (Manuel Álvarez), entre las calles Nuevo León y Chihuahua, frente a la Escuela Primaria Revolución. De inmediato, con apoyo de los habitantes se construyó una capilla de palapa. (primera capilla)

En 1939, el Sr. Cura de Tecomán, Pbro. D. José María Arreguín, comisionó al Padre Juan Hernández León para que organizara a los feligreses de Armería, quien, ante la insistencia de un grupo de católicos, la “casa de Dios” se cambió a la esquina formada por las calles Hidalgo y Nayarit, (actual Parroquia). Para ello, se construyó una capilla de teja (segunda capilla) y, tomando como modelo, el templo del poblado de El Limón, Jalisco, se inició la construcción del frontispicio con dos torres de concreto (Campanario), que en dos décadas posteriores fueron demolidas.

Vicaría de Armería.

En la inauguración del primer templo y su frontispicio, el 12 de diciembre de 1943, con la autorización del Excmo. Obispo titular Sr. Don José Amador Velasco y Peña, el obispo adjunto Don Ignacio de Alba y Hernández, declaró “patrona de Armería” a la “Virgen de Guadalupe”. Para conmemorar este magno evento, se celebró la “primera función” con un “novenario” en honor de la virgen. Once meses después, el 12 de noviembre de 1944, la “capilla de Armería” fue elevada a la categoría de “Vicaría” y se designó primer Vicario al Pbro. Juan Hernández León.

Parroquia de Armería.

El Excmo. Sr. Obispo Don Ignacio de Alba y Hernández, por Decreto del 5 de diciembre de 1951, erigió en “Parroquia” a la entonces Vicaría de Armería. La disposición se ejecutó el 10 de diciembre del mismo año con una “Misa Pontifical”, el Decreto fue leído por el Sr. Cura de Tecomán Don José María Arreguín. El Obispo de Alba, designó primer párroco al Pbro. Juan Hernández León. Este día se puso la primera piedra del actual templo parroquial.

Párrocos

Sr. Cura. Juan Hernández León +
Sr. Cura. José Soto Peregrina +
Sr. Cura. Ángel Orgaz Plascencia
Sr. Cura. Lic. Antonio Zamora Leal
Sr. Cura. Canuto Barreto Michel+
Sr. Cura. Francisco Rincón Cárdenas
Sr. Cura. Lic. Luciano Uribe Sánchez +
Sr. Cura. Lic. Manuel Álvarez Gaspar
Sr. Cura. Abel Preciado Rodríguez
Sr. Cura. Arturo Gamaliel Terríquez Gómez
Sr. Cura. Lic. Jaime Alberto Fuentes Aguirre
Sr. Cura. Carlos Santana Covarrubias

Vicarios

Pbro. Lic. Héctor Michel Ortega
Pbro. Pedro Vargas Rodríguez
Pbro. J. Natividad Leal Gómez
Pbro. Isaías De la Cruz Vergara
Pbro. Guillermo Galindo Velasco
Pbro. Jerónimo Moran Galván
Pbro. Javier Vargas Hernández
Pbro. Luis González Curiel +
Pbro. Bonifacio Cobián Escobar
Pbro. J. Jesús Neri Cortes +
Pbro. J. Santos Maldonado Zabalza
Pbro. Rafael López Silva
Pbro. Alejandro Pérez Deníz
Pbro. José Manuel Neri Rodríguez
Pbro. Alejo Macías Mejía
Pbro. J. Jesús Mora Amezcua
Pbro. Álvaro Guerrero Cortés
Pbro. Agustín Jaime Negrete Mendoza
Pbro. Rubén Aguilar Alcaráz
Pbro. Luis Humberto García Vuelvas
Pbro. Daniel Hernández +
Pbro. J. Refugio Ramírez Dávila
Pbro. Domingo Castellano Iñiguez
Pbro. Crescenciano Brambila García +

Sacerdotes, Religiosas, Misioneros y Seglares que han realizado misiones especiales en la Parroquia de Armería

Excmo. Señor Obispo. Ignacio De Alba y Hernández +
Canónigo. J. Jesús Michel Isordia
Pbro. Lic. Rafael González +
Pbro. Pedro Ruelas Zamora.
Pbro. Daniel Alvarado Altamirano
Pbro. J. Guadalupe Negrete Naranjo
Pbro. Rafael Martínez Barajas
Pbro. Jorge Estrada Trujillo +
Pbro. Roberto Aguayo Carrillo
Seminario Diocesano De Colima
Religiosas Misioneras “Hijas del Calvario”
Religiosas Misioneras “Eucarísticas de María Inmaculada”
Consejo Parroquial
Grupos Apostólicos

*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@gmail.com
chavezmichel@hotmail.com
chavezmichel@colima.com

lunes, 14 de junio de 2010

Salutación a la reina

Salutación a Daniela I
Reina 2010 del Club de Leones de Armería, A.C.

Salutación a cargo del Cronista de Armería, Colima. México

Muy respetable audiencia

Carmelita I

Inspirado en sentimientos de gratitud; me dirijo a ti Carmen I, hermosa soberana 2009-2010. Aquí y ahora, al concluir tu reinado, a nombre de nuestro Club, por tu esfuerzo, entrega y trabajo, recibe la seguridad de nuestro puntual reconocimiento, fraternal amistad y solidario afecto. El altruismo, entusiasmo y vocación de servicio, que normaron tu potestad, convencidos estamos, que vigorizaron las obras y servicios, que con sensibilidad social, organizasteis y coordinasteis en apoyo de las actividades del comité de damas y nuestro colectivo.

Gracias también, a las Exreinas de nuestra casa, a las Embajadoras y Soberanas de clubes y colectivos fraternos, que con su gracia, atractivo y elegancia, engalanan la extraordinaria tradición leonística, de coronar a nuestra nueva infanta.

Amigos todos:

Cantando himnos de alegría, permítaseme alzar la voz, para proclamar de Norte a Sur, de Oriente hasta Occidente y pasando por Septentrión a Mediodía, que a partir de hoy 12 de junio de 2010, Daniela I, es la nueva soberana del Club de Leones de Armería.

Daniela I:

Tu magistral nombre, en hebreo, enuncia: “Dios es juez”; para los latinos, “justicia divina”.

Tus signos; encarnan: creatividad, sensibilidad y perseverancia.

Tu naturaleza emotiva; expresan: firmeza, solidez y tenacidad.

Por consiguiente, tú nombre, signo y naturaleza; representan la pureza de la fe, el amor a dios y la fuerza sensible y activa que fraguan tu perfil expresivo, emprendedor y sociable.

Encantadora soberana:

Con estas esencias, tu nueva jerarquía, te da el privilegio de demostrarte y obsequiarnos, tu capacidad para actuar; tu potencialidad para innovar y la posibilidad de trascender.

Por ello, encantadora doncella, en tu honor, consiénteme parafrasear un hermoso mensaje de Teresa de Calcuta, la santa protectora de los pobres, elevada a los altares por sus grandes obras de filantropía y que Plácido Domingo, en su “Canto a la vida”, recupera para el mundo.

“….La vida es una oportunidad, aprovéchala;
La vida es amistad, atiéndela;
La vida es belleza, disfrútala;
La vida es candidez, gózala;

La vida es sueño, hazlo realidad;
La vida es un reto, enfréntalo;
La vida es un deber, cúmplelo;
La vida es aprender, aprémialo;

La vida es un regalo, agradécelo;
La vida es un juego, recréate;
La vida es preciosa, cuídala;
La vida es esperanza, defiéndela;

La vida es camino, transítalo;
La vida es riqueza, consérvala;
La vida es amor, presérvalo;
La vida es misterio, devélalo;

La vida es promesa, cúmplela;
La vida es tristeza, supérala;
La vida es himno, cántalo;
La vida es combate, desafíalo;

La vida es tragedia, domínala;
La vida es aventura, véncela;
La vida es felicidad, merécela;
La vida es alegría, compártela;

La vida es muerte, prepárate;
La vida es la vida, vívela plenamente…”

Que Dios te bendiga, Reina mía.

Salud.


Armería, Col. Junio 12 de 2010

Miguel Chávez Michel
chavezmichel@gmail.com
chavezmichel@hotmail.com

miércoles, 26 de mayo de 2010

XLIII Aniversario de la creación del Municipio de Armería

Alocución a mi encomienda en la Sesión Solemne del H. Ayuntamiento de Armería, verificada en esta fecha para conmemorar el 43 Aniversario de haberse elevado a la categoría de Municipio el entonces pueblo de Armería, Colima, México. Armería, Col. Mayo 26 de 2010

H. Cabildo
Muy respetable auditorio
Señoras y Señores

En el marco de esta sesión conmemorativa, con humildad y gratitud valoro la amable invitación para participar en esta efeméride y a la vez, agradecer la distinción conferida para abordar esta tribuna. Igualmente, con mi modesta alocución, permítaseme, sumarme al propósito central de esta convocación, para honrar la memoria de los hombres y mujeres que hicieron posible, que el H. Congreso del Estado, promulgara el 26 de mayo de 1967, la creación del Municipio de Armería.

En efecto, hace cuarenta y tres años, en el entonces centro escolar “Adolfo López Mateos”, que hospedaba a las escuelas Secundaria por Cooperación No. 16 y la Primaria “Revolución”, en sesión solemne de la XLI Legislatura y ante la presencia de los tres poderes del Estado, mediante el decreto número 119, se reformó el artículo 104 de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Colima, y se erigió a la zona agrícola de Armería en el décimo municipio de nuestra entidad federativa. Para ello, se segregaron 330 kilómetros del municipio de Manzanillo y 62 al de Coquimatlán. En este contexto, a la población de Armería se le concedió la jerarquía de cabecera municipal y enmarcaron a su jurisdicción los pueblos de Cuyutlán, Periquillo y Cofradía de Juárez, balneario El Paraíso y las rancherías de Zorrillo (hoy Los Reyes), Rincón de López, Coastecomatán, El Puertecito, La Atravesada y Cualatilla, también conocido con el nombre de Augusto Gómez Villanueva.

Su precedente más próximo, lo encontramos en el sexenio del Gobernador Francisco Velasco Curiel (1961-1967) período en que fueron Presidentes de la H. Junta Municipal de Armería Don Jesús Vaca Farías (1962-1964) y Don Eusebio Michel Rincón (1965-1967) y ambos, con el respaldo del Pbro. Juan Hernández León, destacados pobladores, agricultores y los comisariados ejidales de la época, trabajaron afanosamente hasta alcanzar el añorado empeño de ver a nuestro pueblo transformado en Municipio.

Así, en enero de 1967, con motivo de la salutación de año nuevo, el Gobernador Velasco Curiel recibió en Palacio de Gobierno de la ciudad de Colima a un grupo de ciudadanos encabezados por su Presidente Don Eusebio Michel Rincón, quienes, le solicitaron que intercediera ante el Congreso del Estado para que Armería fuera elevada a la categoría de Municipio. En ésta histórica reunión, estuvieron presentes, entre otros, el Pbro. Juan Hernández León, Pascual Moreno Barreto, Felipe Ramírez Victoria, Pedro Virgen Alcaráz, Miguel Gómez Medina, Lino Corona Pérez, Emilio Pérez Alcocer, José Antonio Covarrubias Rodríguez, Rafael Aguilar Villalvazo, Rosalío González Espinosa, Vicente López Salazar, Simón Leal Sánchez, Adolfo Bustos Solórzano, J. Jesús Vaca Farías, Salvador y Víctor Mora Nolasco, Miguel Chávez Vega, Emilio Pérez Sandoval, Francisco Lagarda Valenzuela, Ignacio Hoyos Velásquez, Gustavo Sotomayor de la Mora, María de Jesús Lomelí, María Gómez Pérez, Porfiria Carrillo Viuda de Jaramillo, Venturita Ruelas, Felicitas Carrillo Velásquez, María Castro, Elenita Ortega de Michel, Soledad Hernández León, Isaac Jaramillo Mesina, Leobardo Juárez Alcántar, Valente Jiménez Delgado, Antonio Gómez Campos, Mauricio Rodríguez Contreras, J. Concepción Aguilar de la Mora y una veintena de jóvenes entre los que se encontraba el de la voz.

Seguramente, conmovido, por el entusiasmo de los peticionarios, el Gobernador Velasco Curiel, instruyó al Secretario General de Gobierno Lic. Enrique Meillón de la Madrid y el Diputado Othón Bustos Solórzano, para que, encomendaran al Profesor Juan Oseguera Velázquez y al cartógrafo Elías Méndez Pizano, la elaboración de los estudios socioeconómicos y topográficos pertinentes para sustentar la inminente iniciativa para que el pueblo de Armería se le concediera la categoría de Municipio. Este noble proceder, fue rubricado con aplausos, cumplido beneplácito y la permanente gratitud de nuestro pueblo.

Los estudios en comento, fueron elaborados con puntual celeridad y posterior a los consensos alcanzados con los actores políticos de la época, se declaró recinto oficial al centro escolar Adolfo López Mateos para promulgar el importante acontecimiento que celebramos. La XLI Legislatura del H. Congreso del Estado, que aprobó la creación del Municipio de Armería, estuvo integraba por los diputados Roberto González Fuentes, Abel López Llerenas, Jorge Velasco Márquez, Ramón Serrano García, Othón Bustos Solórzano, Roberto González Fuentes, Enrique Bayardo López y Herminio Málaga Rojas. El protocolo, fue coordinado por el Prof. Juan Oseguera Velásquez.

Con este antecedente, el domingo 19 de noviembre de 1967 se efectuaron las elecciones locales para integrar el Primer Ayuntamiento de Armería, resultando electos los siguientes ciudadanos: Presidente Municipal: Rosalío González Espinosa, suplente: Arturo Zorrero Linares. Regidores propietarios: Rafael Aguilar Villalvazo, Juan Nepomuceno Chávez Mendoza, Cristina Medina Gutiérrez y Manuel Osorio Núñez.

En el entonces “Cine Victoria” que posteriormente se denominó “Cine Armería” y que se localizaba en la esquina de las calles Hidalgo y Veracruz, en donde actualmente funciona el Salón de usos Múltiples “Gustavo Alberto Vázquez Montes”, a las doce horas del lunes primero de enero de 1968 se instaló formalmente el primer Ayuntamiento. Fue testigo de honor, el ya gobernador Pablo Silva García.

Por haber vivido los hechos que se describen, consiéntaseme un breve análisis comparativo. Sin duda, no obstante las crisis recurrentes de las tres últimas décadas que más han golpeado a nuestras unidades productivas; nuestra cuenca, cuya principal riqueza se sustenta en las actividades agropecuarias, a la distancia, de habérsenos otorgado la categoría de Municipio, seguro estoy, que los centros educativos, servicios públicos, vías comunicación e infraestructura urbana de nuestras comunidades, son muy diferentes a los contextos del Armería de 1967.

Por tan solo citar un ejemplo, en ese año, con una población de diez mil habitantes, en la entonces H. Junta Municipal, solo laboraban, un Presidente, un Secretario-tesorero, una Secretaria mecanógrafa, un Comandante, cinco Policías, un carretonero con dos peones del aseo público, una enfermera, un jardinero y un panteonero. En cambio, en nuestros días, tan solo el Ayuntamiento, entre funcionarios y empleados, con una plantilla laboral de aproximadamente trescientos servidores públicos, es la principal fuente de empleo en el Municipio. Lo que quiere decir, que muy a pesar de los obstáculos y las dificultades económicas, hemos avanzado, y si bien, advertimos adelantos, también es justo reconocer, que son enormes los rezagos sociales y que aún nos queda mucho camino por recorrer. Luego entonces, la decisión que hoy recordamos, bien valió la pena.

En los cuarenta y tres años de gobiernos municipales, en 15 Ayuntamientos, han coordinado los esfuerzos del pueblo, 14 Alcaldes y 4 Presidentas Municipales. A saber:

Ayuntamiento Período Presidente(a) Municipal
Primero 1968-1970 Rosalío González Espinosa (PRI)
Segundo 1971-1973 J. Félix Delgado Velázquez (PRI)
Tercero 1974-1976 Salvador Mora Velasco (PRI)
Cuarto 1977-1979 Víctor Manuel Jaramillo Carrillo (PRI)
Quinto 1980-1982 Rosa María Espíritu Macías (PRI)
Sexto 1983-1985 Salvador Virgen Orozco (PRI)
Séptimo 1986-1988 Cesáreo Muñiz Sosa (PRI)
Octavo 1989-1991 Miguel Chávez Michel (PRI)
Noveno 1992-1994 Roque Brambila Alvarado (PRI)
Décimo 1995-1997 Carlos Cruz Mendoza (PRI)

Décimo Primero 1998-2000 Rubén Vélez Morelos (PRI)
(Interina)Rosa Elena Pérez Carrillo (PRI)
Décimo Segundo 2000-2003 Beatriz Guadalupe Isunza Burciaga (PAN)

Décimo Tercero 2003-2006 Ernesto Márquez Guerrero (PRD)
(Interina)María Lourdes Márquez Jiménez (PRD)

Décimo Cuarto 2006-2009 Juan Manuel Covarrubias Leyva (PRI)
(internino) Gonzalo Isordia Heredia (PRI)
Décimo Quinto 2009-2012 Ernesto Márquez Guerrero (PAN)

Amigos todos:

Al evocar tiempos idos, arriban a mi memoria, excepcionales lecturas en los libros de Polibio, erudito historiador griego que más estudió a Roma, quién, describiendo los enfrentamientos entre los ejércitos de Aníbal y Escipión en la Batalla de Zama, que concluye con una gran victoria para los romanos, nos enseña, que en la memoria colectiva de todos los pueblos, existen fechas que condensan su historia, y que se convierten, no sólo en tiempos épicos, sino también, en elementos socioculturales que conforman el sentido de pertenencia de los habitantes de esas comunidades.

Y, en efecto, en nuestro devenir local, la efeméride que rememoramos resume la culminación de los anhelos cotidianos y sueños comunes de nuestros mayores y que hoy, son ejemplos de arrojo y perseverancia para construir renovados retos y superar nuevas adversidades. Por ello, mirando hacia el futuro y edificando para el porvenir, este acontecimiento, además de un hecho histórico, es la fuente de inspiración en donde abrevamos nuestra identidad, arraigo y sentido de pertenencia.

En este orden de ideas, la creación del Municipio de Armería, compendia lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos como sociedad, producto de la dedicación y el trabajo que genera el enraizarse con amor en estas tierras, donde por igual, nos encariñamos y comprometemos, avecindados y nacidos en Armería. A mucho orgullo, somos un pueblo plural, que con el ejemplo de nuestros mayores y las exigencias de las nuevas generaciones, convencido estoy, que conviviendo armónicamente en la complejidad de una sociedad globalizada, respetando las divergencias y sumando las coincidencias, unidos, en los propósitos que nos hermanan, sabremos ser más grandes que los obstáculos, las vicisitudes económicas y problemas inherentes al crecimiento poblacional.

Conclusión: Con la fuerza de nuestro trabajo, clara voluntad de servicio y el talento suficiente para sacar adelante a este Municipio, compartiendo todos, lo mejor de nosotros, este aniversario, sugiero, que es la ocasión propicia para la reflexión y el punto de partida, para la construcción de acuerdos; que nos permitan, por Armería, sí, amigos míos, por Armería, trabajar juntos, para un futuro de grandeza y desarrollo exitoso.

Por su tiempo, atención y amistad. Muchas gracias

chavezmichel@hotmail.com
chavezmichel@gmail.com

jueves, 29 de abril de 2010

75 Aniversario de haber sido elevado a la categoría de “Pueblo” la entonces “Ranchería de Armería”

Palabras pronunciadas por Miguel Chávez Michel en la Ceremonia Cívica verificada la “Escuela Independencia” de la colonia del mismo nombre de la Ciudad de Armería, evento organizado por la LVI Legislatura del H. Congreso del Estado en coordinación con la Secretaría de Educación Pública y el H. Ayuntamiento de Armería.
Armería, Col. Abril 29 de 2010

Muy respetable autoridades
Invitados y demás concurrencia
Jóvenes y niños
Señoras y Señores
Amigos Todos.

Con la satisfacción que da el haber nacido en esta tierra, en donde aprendimos de nuestros mayores, amar y servir a México, sean mis primeras palabras, para enunciar, nuestro testimonio de gratitud y, a la vez, felicitarnos, porque nuestros amigos y amigas, diputadas y diputados, integrantes de la LVI Legislatura del H. Congreso del Estado, acordaron verificar, hoy, en este plantel educativo, esta importante ceremonia cívica; que además, de rememorar las efemérides del mes de abril, también, nos congregamos, para celebrar el “75 Aniversario” de haber sido elevado a la categoría de “pueblo”, la entonces “ranchería” de Armería.

Así, en el marco de las conmemoraciones del Bicentenario y Centenario del inicio de las dos gestas que definieron a la Nación Mexicana: la Independencia y la Revolución; aquí y ahora, recordamos, que un día como hoy, los diputados de la XXIX Legislatura, aprobaron que la “ranchería” de Armería, se le otorgara la categoría de “pueblo”. En efecto, siendo Gobernador del Estado Don Salvador Saucedo y Secretario General de Gobierno Don Salvador G. Govea, el Decreto No. 44 que consigna ese mago acontecimiento, fue publicado en el “Diario Oficial” el 4 de mayo del mismo año. Formaban parte de esa Legislatura, los diputados locales Porfirio Gaytán Núñez, Adolfo Preciado, J. Jesús Valencia, Crispín Ríos Ramírez, Bartolo López, J. Jesús Aguilar y Jesús Otero Pablos. Para todos ellos, con gratitud, sean mis palabras un timbre de honor.

En esta tesitura, permítaseme una breve remembranza sobre el origen, toponimia y evolución de nuestro pueblo. La historia nos enseña, que en esta cuenca, fueron detenidos los Otomíes que venían de la mesa central, por otras tribus procedentes del sur. Aquí, también prosperaron pequeñas comarcas de influencia Nahuatlaca, como Tequepa, Coatlan y Coyutlan, entre otros. Testimonio evidente de lo anterior, es la gran cantidad de tumbas de cerámica precortesiana extraídas de su suelo. En la conquista, sus habitantes debieron engrosar las filas de los aguerridos “tecos”, que cayeron luchando heroicamente en “Alima” defendiendo el señorío de “Coliman”.

Sin conocerse la fecha exacta de su fundación, nuestro pueblo, con la categoría de “estancia” aparece en documentos oficiales hasta finales del siglo XVIII con el nombre de “Almería”. Su primer asentamiento se localizaba en la margen poniente del río Nahualapa, en lo que fue la parcela de don Estanislao Delgado, o sea, en el triángulo formado, entre el rastro municipal, el puente del ferrocarril y el nuevo puente de la autopista a Manzanillo. Con motivo de una creciente del ya conocido con el nombre de “Río Grande”, en 1875, la “Hacienda de Armería” se trasladó una legua más al poniente ubicándose por la actual calle ejido, frente a lo que fue la “Estación del Ferrocarril” de la hoy Ciudad de Armería.

El nombre de “Armería” se deriva de “Almería”, homónimo de una provincia española, de origen islámico, localizada en las costas occidentales del mar mediterráneo. Cabe aclarar, durante la colonización, los hispanos tenían la práctica de nombrar a los pueblos que conquistaban, con las denominaciones de su lugar de origen. Lo que quiere decir, que la “Estancia de Almería”, fue establecida por un ibérico de origen almeriense. Prueba de lo enunciado, son los libros de la parroquia de Santo Santiago de Tecomán, que para 1687, registran 5 entierros de pobladores del rancho de “Almería”.

En este orden de ideas, el vocablo “Almería” se disgrega del árabe andalusí “almariyya”, dicción que se compone de los vocablos “al” que expresa “lugar” y “mariyya” término que a su vez se forma de “mara´a” que enuncia los verbos “observar” o “vigilar”; lo que quiere decir, que la “Almería” hispano-islámica significa “lugar desde donde se observa o vigila”.

La tenencia de la tierra pasó de los aborígenes a los conquistadores y de la “encomienda” a los “jesuitas”. Para 1793, la “Hacienda de Armería” la adquirió mediante remate, el Conde de Regla Don Pedro Romero de Terreros y para 1873 pertenencia a su bisnieto Don Manuel de la Pedreguera, siendo su ultima propietaria Doña Isaura Vídriales.

Para comunicar el puerto de “Santiago” con la “Villa de Colima”, en 1536, se inició la construcción de un camino de herradura, acondicionando, para ello, la arcaica vereda que comunicaba a los poblados indígenas de Coyutlan y Caxitlan. Posteriormente, este ramal formo parte del “Camino Real de Colima”.

Defendiendo las instituciones republicanas, el benemérito de las Américas Don Benito Juárez García, utilizó este camino para trasladarse de Colima a Manzanillo, pasando por la hacienda de Armería la tarde del 8 de abril de 1858, pernoctando esa noche en el balneario de Cuyutlán.

Para la construcción de la vía angosta del ferrocarril, que en el siglo XIX, unió a Manzanillo con la ciudad de Colima, aquí, se instaló un campamento ferrocarrilero, que inicialmente, alojó a los trabajadores que realizaban el tendido de durmientes y rieles, y luego, para la colocación de los pilotes, de lo que fue, el primer puente del ferrocarril. La inaugural locomotora que hizo las pruebas de vía, según lo consigna el “Diario oficial”, llegó a Armería en el mes de diciembre 1882 y hasta septiembre de 1889 hace su primer recorrido a la ciudad de Colima.

Paralelamente a esta importante vía de comunicación que transformó el comercio de nuestra entidad y que sirvió de enlace con el resto del país, fue el reparto agrario el que marco el inicio del progreso de esta planicie costera. Además, cómo bien lo relatan nuestros ancianos “cuando la mar se salió, el rancho creció”, y ciertamente, posterior a fuertes sismos, el 22 junio de 1932, se presentó un “maremoto” que devastó al balneario de Cuyutlán. Consecuencias, los sobrevivientes se refugiaron en la “ranchería de Armería”, quedándose aquí, muchos de ellos, a radicar definitivamente.

A estos hechos corresponde el crecimiento poblacional de esta década. Examinemos estadísticas: en 1921 solo había una hacienda con 40 peones; para 1924 se registraron 300 pobladores. No obstante, el decremento poblacional generado por la revolución cristera, en 1935 aumentó 1,500 habitantes.

Este inusitado crecimiento poblacional, motivó a nuestras autoridades, para que la entonces “ranchería” de Armería, fuera elevada a la categoría de “pueblo”. Para establecer su fundo legal, mediante el Decreto ya mencionado, se expropia a la hacienda de Armería la cantidad de 42 hectáreas, 70 áreas. Para elaborar los proyectos de planificación se designó al Ing. Carlos Hernández. Así, a partir de 1935, se pusieron a la venta lotes de terreno urbano de 15 x 30 metros, en tres categorías: los de primera (zona centro) con valor de $90.00; los de segunda a $75.00 y los de tercera a $50.00 c/u. Para estas operaciones, que fueron en abonos, la Tesorería General del Estado designó Receptor de Rentas al Sr. J. Félix Torres Curiel.

Amigos todos.

En este escenario, nuestros mayores, que en su mayoría no sabían leer ni escribir, pero, con amor a la tierra, buena fe y mucha imaginación, supieron agudizar los sentidos y vivir plenamente su tiempo. En efecto, sin mayor capital, que la fertilidad del suelo, un morral con sal y tortillas y, la fuerza de sus brazos, trabajaron sin descanso de día y de noche. Unos, con toda su familia, apoyaban a otros a cultivar la tierra. Los otros, en gratitud con su prole, les ayudaban a los primeros a cosechar el esfuerzo de su trabajo.

Todos, sin más instrumentos de labranza, que un machete, un hacha, una guadaña, un pico y una pala, transformaron estas tierras, otrora inhóspitas, palúdicas e insalubres, en un vergel. Lo anterior nos demuestra, que para nuestros padres y nuestras madres, con amor y trabajo, no hubo reto que los amedrentara, ni circunstancia que los derrotara.

Hoy, gracias a ese perseverante y visionario esfuerzo, tenemos parcelas, cultivos perenes, agua rodada, pozos profundos, tractores, caminos saca cosechas, carreteras, luz eléctrica, escuelas e infraestructura urbana. En síntesis, nos heredaron todo para continuar creciendo.

Estimados amigos.

Hoy son otros los problemas y otras las circunstancias. Ciertamente, vivimos nuevos tiempos, que reclaman de todos nosotros, nuevos compromisos. En efecto, en una sociedad cada día más educada y más informada como la nuestra, son mayores las obligaciones ciudadanas, lo que quiere decir, que para vivir y convivir en una comunidad plural como Armería, solo a través del diálogo, la tolerancia y el respeto podemos construir puentes que nos permitan unir voluntades, como lo hicieron nuestro padres, por la grandeza de Armería.

Sobre este particular, en 1968, cuando se fundó en Armería la "Liga Municipal de la CNOP", al tomar posesión como su primer Secretario Municipal, bien, expresó mi padre, “Lo mejor de Armería son sus gentes. En Armería, somos una familia grande, con diferentes formas de pensar, diferentes nombres, diferentes apellidos y por diferentes lazos sanguíneos, estamos todos emparentados y, quienes no somos parientes, somos ahijados, somos padrinos o somos compadres, en fin, todos somos familia; luego entonces, como en las grandes familias, no nos queda de otra, si queremos progresar, invariablemente, tenemos que ponernos de acuerdo”

Epílogo: De todos los adultos, por Armería, así lo exigen las nuevas generaciones. Por consiguiente, de frente a la historia de nuestro pueblo, escuchemos el reclamo angustioso de nuestros hijos, que demandan, nos pongamos de acuerdo.

Amigos míos:

Haciendo honor, al ejemplo, que con hechos cotidianos, nos enseñaron nuestros padres: “En terreno fértil con esfuerzo firme”, trabajemos unidos y con mucho amor, por la grandeza Armería.

Por su atención y amistad

Muchas gracias.

chavezmichel@gmail.com
chavezmichel@hotmail.com

Comentario:

¡Just want to say what a great blog you got here!
¡I've been around for quite a lot of time, but finally decided to show my appreciation of your work!

¡Thumbs up, and keep it going!

Cheers

Christian, iwspo.net

Traducción:

¡Sólo quiero decir que es un gran blog que tienes aquí!
¡He estado alrededor durante mucho mucho tiempo, pero finalmente decidió mostrar mi aprecio por su trabajo!

¡Pulgares para arriba, y mantenerlo en marcha!

¡Salud!
Cristiana, iwspo.net