sábado, 1 de marzo de 2008

(1) Peripecias de un pueblo: entre agua salada y agua dulce

(Primera de dos partes)

Publicado en Diario de Colima
El 5 de agosto de 2007

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

DESDE la infancia aprendimos de nuestros mayores que el agua es indispensable para la vida del hombre, de los animales y las plantas y que debemos enseñarnos a no desperdiciarla. También se nos comentó, que las grandes civilizaciones prosperaron en los valles de los grandes ríos y que muchas de ellas desaparecieron cuando los abastecimientos del agua fallaron o no fueron utilizados correctamente.

Estas eran parte de las enseñanzas que recibíamos, en amenas charlas, de mi bisabuela materna Julia García Plazola viuda de Araíza, que noche a noche, sentada en un equipal rodeada por bisnietos y amigos de la infancia, nos maravillábamos contemplando el cielo, los astros y el hermoso espectáculo que nos ofrecía el firmamento.

En ese entonces, transitábamos la primera mitad de la década de mil novecientos cincuenta. Armería solo contaba con una pequeña planta de luz que funcionaba en horarios discontinuos: de las ocho a la diez de la noche para abastecer de energía los hogares y escasas luminarias de alumbrado público y de las cuatro a siete de la mañana, para suministrar de corriente eléctrica a los molinos de nixtamal de Don Juan Cervantes Saldivar, Tomás Pineda Gutiérrez, Juan Sánchez Sánchez, J. Jesús Ortiz Martínez (Colonia Independencia), Heriberto Silva y Doña María Hernández Herrera.

En este espontáneo escenario de comunicación familiar en donde, de generación a generación se transmitían las experiencias de vida y los usos y costumbres de la época y que hoy conocemos con el nombre de historia oral, mi bisabuela nos reseñó la forma en que conoció en 1930 el entonces rancho de Armería, que se integraba por el casco de la hacienda (casa de madera y teja de barro), un viejo galerón habitado por trabajadores y sus familias, una veintena de casas de carrizo y palapa en donde vivían un poco mas de cien avecindados y una estación de bandera del ferrocarril.

En ese entonces, nos decía, que para abastecer de agua a la población solo había dos norias, una al interior de la hacienda y otra en el exterior en un logar conocido con el nombre de la bajada, por la brecha a boquillas (hoy carretera al balneario El Paraíso). En esta última noria, a la que denominaban el “pozo de la bajada” concurrían los avecindados para proveerse de este vital líquido que utilizaban en sus servicios domésticos y también para darle agua a las bestias: mulas, burros, caballos, ganado, etc.

En respuesta a nuestras infantiles interrogaciones recapituló que el motivo de su presencia en Armería fue para visitar a una amiga de nuestra abuela Inés Araíza García que se llamaba “Cuca Almazán”, de quién recibieron invitación para radicar en Cuyutlán. Sobre este particular, nos explicó, que en el mes de febrero de 1932, nuestra abuela Inés Araíza instaló una “fonda” en Cuyutlán para vender alimentos a los salineros y trabajadores de las vías del ferrocarril. Y continuó expresando, que en el mes de junio de ese año se registraron fuertes sismos en el sur de Jalisco y en el estado de Colima, lo que motivó, que nuestra abuela se trasladara de inmediato de Cuyutlán a Cihuatlán, para ver a su hija, o sea, a nuestra madre Magdalena Michel Araíza, que siendo una niña se encontraba al cuidado de nuestra bisabuela Julia García Plazola, en donde también vivían su hermana Rita García Plazola y nuestra tatarabuela Severa Plazola.

Abundando en detalles, nos reveló, que encontrándose mi abuela Inés en Cihuatlán, Jalisco, se enteraron que el 22 de junio de 1932, “el mar se había salido y que había acabado con Cuyutlán”. Luego entonces, con el propósito de rescatar sus pocas pertenencias, como pudieron, entre el 25 y 26 de junio, mi abuela y bisabuela se trasladaron a caballo de Cihuatlán a Manzanillo y luego, en un “armón” del puerto a Cuyutlán, en donde observaron una loma muy grande de arena y escombros regados en lo que fue el pueblo y con imborrable abatimiento, recalcó, “solo quedaron en pie cómo una docena de casas por la vereda de la vía a la playa, las bodegas de los salineros inundadas de agua y mucha gente aglomerada en la estación del ferrocarril. Todo era desolación, hedor a muerte, llanto y pánico en el rostro de los sobrevivientes”.

A raíz de esta adversidad, según testimonios mis padres, la mayoría de los sobrevivientes del maremoto se quedaron a vivir en Armería, entre otros, mi abuela Inés Araíza García, Cuca Almazán, José María Michel Corona (don chemita) con su esposa María Rincón, (padres de Pedro, Pachita y Eusebio Michel Rincón), Francisco Linares (papá de Ernestina Linares Michel de Herrera), Don Guadalupe Rodríguez (a) “el Comino”, Don Francisco Lara Pérez y su cónyuge Francisca Cárdenas, Prisciliano Carrillo esposo de Ernestina Velázquez, Isaac Ramírez Barajas (a) “el perro”, Don Estanislao Delgado (padre del profesor J. Félix Delgado Velázquez), Miguel Camacho, Luis Gómez Michel (a) “el esquilin”, Irineo Rodríguez Córdova, Nicolás Rodríguez, que llegó con el primer coche de sitio y su hermano J. Refugio Rodríguez que en una camioneta de redilas, apoyado por su esposa María Villaseñor vendía frutas y verduras. Así, en 1934, todos mis ancestros: madre, abuela, bisabuela, tatarabuela y tres tíos, Rita García Plazola, María Araíza García y J. Trinidad Araíza García, emigraron de Cihuatlán, para radicar en Armería, hasta su muerte.

En reseñas familiares, en más de una ocasión escuchamos en voz de mi madre, Magdalena Michel Araíza, que cuando los damnificados de Cuyutlán se quedaron a vivir en Armería, al poco tiempo, el gobierno planificó el pueblo y ofreció en abonos unos lotes de terreno urbano y que su mamá Inés compró en noventa pesos un lote por la calle puebla número 19 en donde construyeron una fonda y hostería (actual casa paterna).

También nos describió, que el primer problema al que se enfrentaron los nuevos habitantes de Armería fue la falta de agua potable, ya que, ante el inusitado crecimiento poblacional, el “pozo de la bajada” resultó insuficiente. De ahí que, por gestiones de los agraristas, diariamente el ferrocarril dejaba frente a la estación un furgón lleno de agua que trasportaban desde la estación “Villegas”.

Que ante estos hechos, su maestro de primaria, el profesor Ricardo Guzmán Nava emprendió la tarea de organizar a los agraristas y avecindados y conjuntamente iniciaron las gestiones ante las autoridades de Manzanillo y Colima para que se les apoyara con las obras necesarias para la introducción de los servicios de agua potable. Nos decía, paralelamente a estas acciones, Don Rosendo Corona y Don Leonardo Jaramillo Silva, líderes de los ejidos Armería e Independencia, respectivamente, previa concesión para derivar aguas del río, ya habían iniciado la construcción de los canales de riego “el Armería” y su ramificación “Independencia”.

Que a su vez, el Sr. Jaramillo autorizó para que Don Margarito Cárdenas, vecino de Manzanillo, que apoyaba a los agraristas en la construcción de los canales de riego, iniciara los estudios topográficos que permitieran traer, por gravedad, el preciado líquido desde uno de los predios de la hacienda de “paso del río” que se localizaba por el viejo camino a “Coatán” y que se le identificaba con el nombre del “ojo de agua” del arroyo “charco verde”.

Así, con el apoyo del gobierno del estado que proporcionó los materiales, Don Esthefano Eugenio Gherzi, dueño de la hacienda, otorgó su permiso para la construcción una presa en el citado “ojo de agua”, así cómo para el tendido de la tubería desde ese lugar, hasta el nuevo centro de población. Don Margarito Cárdenas hizo el trazo de la línea de conducción y todos los habitantes, sin excepción, organizados por el maestro Guzmán Nava, se dieron “tareas” para excavar el terrero y apoyar en el tendido de la tubería. Para colocar y ensamblar los tubos de acero se habilitó como fontanero, al policía del pueblo, el Sr. Pascual Escobedo, quién por cierto, hasta su muerte, fue el fontanero del municipal.

Para la distribución del agua, se construyeron “hidrantes” de cemento en las esquinas y dos enormes pilas de agua, una frente al jardín y otra en la colonia “Independencia”. Que hasta la década de los cuarenta, se inició, por las calles, el tendido de tubería para proporcionar el servicio de agua, a través de tomas domiciliarias. Y que, para aumentar la presión del agua, se construyó un tanque de almacenamiento en el extremo sur del “cerro de la cruz”, (actualmente se encuentran restos de ese tanque en el corte que hicieron al referido cerro para construir en 1949 la carretera Colima – Manzanillo, hoy avenida Cuauhtémoc, a un costado de lo que fue la zona de tolerancia). Cómo anécdota popular, también se nos comentó que el referido tanque de almacenamiento nunca fue utilizado, porque el agua jamás subió.

Muchos años después, comentando con mi amigo el ingeniero Enrique Alcocer Acevedo la problemática que enfrentábamos para el abastecimiento del agua potable a las colonias de la ciudad de Armería, me glosó las causas por las que en 1961 cambió el “sistema del charco verde” que surtía por gravedad el agua domiciliaria, por el “sistema de presión” mediante la perforación de un pozo profundo y la construcción de un nuevo tanque de almacenamiento.

Entre otras palabras, explicó: “en el ciclón del 27 de octubre 1959, martes por cierto, la precipitación tan abundante de la venida del río armería, que inclusive derribo el puente carretero, deshizo o desintegró todo el acueducto que venia del charco verde porque la línea de conducción se localizaba exactamente en el carril de la margen derecha del río, lo que propició, que al crecer el río, se medio taponearan los claros del puente, lo que originó que se hiciera un remanso lo que favoreció para que subiera mucho el nivel del agua, destruyendo con la fuerza de la corriente, toda la tubería”.

“Consecuentemente, Armería se quedó sin agua. A los cuatro días de haber pasado el ciclón, el ingeniero Arturo Noyola Reina que era el Gerente de Recursos Hidráulicos y su servidor el ingeniero Enrique Alcocer Acevedo que era Residente General de obras del municipio de Tecomán, hicimos el recorrido caminando a la inversa partiendo del puente del ferrocarril, donde ya se veía la tubería destrozada hasta el charco verde, para ir detectando las averías sufridas e inmediatamente hacer las conexiones correspondientes con la nueva aportación de tubería, y a su vez, acoplando los tramos que habían sido desconectados de la línea de conducción general”

“Total, en una semana se restableció el servicio con esa acción, pero de ahí, previo análisis de la problemática, se tomó la decisión de ya no depender del charco verde, por los altos grados de contaminación que presentaba el agua proveniente de ese nacimiento (charco verde), que no era recomendable para el consumo humano, ya que allí, abrevaban ganado y bestias y además, se iba a bañar la gente. Resultado, la calidad del agua era muy cuestionada para aspectos de salud. Conclusión, se tomó la decisión de perforar un pozo profundo”.

Continuara el próximo domingo…

*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.


chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

(2) Peripecias de un pueblo: entre agua salada y agua dulce

(Segunda y ultima parte)

Publicado en Diario de Colima
El 12 de agosto de 2007

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

En mi anterior colaboración, me referí a las primeras fuentes de abastecimiento del agua potable que proveyó por tres décadas a los habitantes de la entonces ranchería (1930) y posterior pueblo de Armería (1935). Recapitulando, primero fue la “noria” mejor conocida cómo el “pozo de la bajada” que se localizaba por la brecha a boquillas, actual carretera al balneario “El Paraíso”. Luego, para abastecer a los damnificados del maremoto de 1932 se les complementaba el suministro desde la “estación Villegas”, a través de furgones del ferrocarril, concluyendo mi comentario, con la reseña de la incipiente dotación por gravedad desde el ojo de agua del “charco verde” (1936 – 1961).

También relaté el espíritu visionario de nuestros mayores, que organizados por el profesor Ricardo Guzmán Nava, a pico y pala, colaboraron en las excavaciones para el tendido de la línea de conducción desde la fuente de abastecimiento hasta el nuevo centro de población. De igual manera, reseñé, en gratitud a su esfuerzo, la entusiasta participación de todos los habitantes en la construcción de la presa del “charco verde”. Desde luego, ésta, fue una etapa del sistema educativo nacional, que denominaban “educación socialista”, en la que los maestros rurales tenían la obligación de residir en las comunidades que laboraban y consecuentemente: convivir, compartir y comprometerse con la problemática de ese entorno y en su caso, orientar, conducir y/o abanderar las grandes demandas de la sociedad.

En palabras de mi amigo el ingeniero Enrique Alcocer Acevedo, describí, cómo, a consecuencia del ciclón de 1959, la creciente del río averió la línea de conducción del sistema agua potable, desde el puente del ferrocarril hasta su fuente de abastecimiento (charco verde). Finalmente, en reconocimiento a su servicial comedimiento y obsequioso empeño, hice mención, a las tareas que personalmente encabezó para reparar los daños, y con ello, restablecer el servicio con excepcional rapidez.

Posterior a la rehabilitación de la línea de conducción (1959) obstruido por la fuerza de las corrientes del caudaloso río, las autoridades de Manzanillo y Colima, sumándose a la preocupación de los vecinos, se interesaron en la nueva problemática que en esta materia exteriorizaban los funcionarios locales y que permito sintetizar en los siguientes términos:

Uno: El sistema de agua del charco verde ya era insuficiente para abastecer a una población creciente, dado que, había sido diseñado para proporcionar el servicio a una localidad no mayor de tres mil habitantes y para el final de esa década (1959), demandaban el servicio cerca de seis mil beneficiarios.

Dos: La presa del “charco verde”, que era la fuente de abastecimiento del agua potable, por prácticas y estilos de vida de los pobladores, se hizo tradición utilizarla como balneario habitual del pueblo y lugares circunvecinos; además, sirvió de abrevadero natural de las bestias y ganado, por lo que, por aspectos de salud, se cuestionaba la calidad del agua.

Ante estos hechos, el ingeniero Enrique Alcocer Acevedo, que se desempeñaba como Residente General de Obras de la Secretaría de Recursos Hidráulicos en el municipio de Tecomán, con la acuciosidad que lo caracteriza, en el mes de noviembre de 1959 elaboró y envió a la ciudad de México, para su correspondiente autorización, los estudios y presupuestos tendientes a la perforación de un pozo y la construcción de un tanque de almacenamiento para aumentarle presión al agua, para con ello, según me lo expresó: “ya no depender del agua del charco verde. En ese tiempo Armería era relativamente chico, con un pozo era más que suficiente”.

Gracias a estos trámites, en 1960, la Dirección General de Agua Potable y Alcantarillado de la Secretaría de Recursos Hidráulicos autorizó la construcción de las obras citadas y de inmediato el ingeniero Arturo Noyola Reina que era en el estado el gerente General de esa Secretaría giró sus instrucciones, para que, con el equipo que se encontraba en Tecomán, se iniciara la perforación del pozo frente al jardín principal en la parte posterior de la actual biblioteca “Año de Juárez” (posición norte de la Presidencia Municipal).

Sobre estos hechos, el ingeniero Enrique Alcocer Acevedo me comentó: “No se si te acuerdes. ¿Qué edad tienes? No, no, eras un niño. Además del pozo, proyectamos de poniente a oriente, por la calle Colima, una línea de conducción al tanque elevado que construimos en el cerro de la cruz, es un tanque de muy buena capacidad el cual lleva columnas centrales, los capiteles en donde van las trabes fueron construidos a prueba de temblores y sobre ellos se colocaron las lozas”.

Y siguió diciendo: “El tanque fue proyectado para almacenar y a la vez dar presión, porque si tienes un depósito arriba, el agua hace presión, y sin necesidad de utilizar mucho caballaje, después de abastecer las tomas domiciliarias, el motor sube el agua a cualquier tinaco. Por ello, lo construimos con ese doble propósito de almacenar y aumentar la presión del agua. El sistema funcionaba mediante una válvula check, estas válvulas trabajan de la siguiente forma: si de abajo hacia arriba, hay presión, se abre la válvula: En otras palabras, cuando hay menor demanda de agua, aumenta la presión hasta subir al tanque, en donde se almacena hasta posteriores requerimientos”.

Sin mayores pausas, amplía sus comentarios: “para edificar el tanque de almacenamiento, yo lleve un tractor D9 de Tecomán a Armería para que se hiciera, de norte a sur, el camino de acceso y la explana en donde construimos el tanque de almacenamiento. Todo el material lo subimos por ese camino. Yo trace la brecha hasta arriba, a un costado de la capilla. El camino inicia al final de la calle Gregorio Torres Quintero en donde se ubicaban los obradores, tengo entendido, que hoy por hoy, se encuentra una capilla”.

“Para la purificación del agua utilizamos el sistema de cloración a base de gas de cloro, que era el método más innovador para ese tiempo. Los que conocieron la caseta que construimos a un costado del pozo, en donde colocamos los controles de arranque, parada y cloración, deben acordarse, que dejamos unos huecos abajo (ventanillas), para facilitar, en caso de posibles fugas, la salida del gas por las rejillas. El gas de cloro, es más pesado que el aire, por ello, cuando se presentaban fugas, el gas se iba hacia el fondo, de ahí que, para evitar su enclaustramiento se colocaron las ventanillas por donde el gas se escapaba”

“Todo se hizo entre 1960 y 1961. Con ello, cancelamos el suministro del sistema charco verde por el abastecimiento del pozo profundo. Para conectar el nuevo sistema con la antigua red, por cierto, de tubería de acero, se hicieron dos ramales alimentadores, uno hacia el norte y otro hacia el sur de la población. Este nuevo sistema de agua potable de Armería fue inaugurado personalmente por el Presidente de la República licenciado Adolfo López Mateos.” (Concluye la cita).

Al período que comprende del maremoto de Cuyutlán, registrado el 22 de junio de 1932 (exceso de agua salada), al ciclón del 27 de octubre de 1959 (abundante agua dulce), a la que candorosamente, en todos mis escritos, denomino “etapa fundacional”, mi padre Miguel Chávez Vega, decía, que fue una época muy bonita en donde “todos nos conocíamos y nos apoyábamos mutuamente”. Éramos, insistía, “una familia grande, con virtudes, defectos y diferentes apellidos, en la que, con prudencia y respeto, nos aceptábamos cómo éramos y cordialmente nos protegíamos. La palabra comprometida, contaba mucho”. Por su parte, mi bien recordado amigo Eduardo Michel Fontecha, con nostalgia la llamaba: “lo que el tiempo se llevó”.

Ciertamente, a ésta fase de nuestra vida comunitaria, con conocimiento de causa, le otorgo la categoría de “fundacional”, porque las evidencias me ilustran, que en este espacio del tiempo, con mucha audacia, bastante unidad en propósitos afines y abundante fortaleza, nuestros mayores, con trabajo y espíritu visionario hicieron germinar las semillas del progreso.

En efecto, en este ciclo (1932 - 1959) en que trascurre la vida cotidiana entre tres fenómenos de la naturaleza que hostigaron a esta planicie costera con abundante agua salada (maremoto de 1932) y mucha agua dulce (ciclones de 1944 y 1959): se denuncia el reparto de la tierra, emergen los ejidos y su correspondiente aparcelamiento; se zanjan los canales de riego e inician los cultivos perennes; a la entonces de ranchería de Armería se le otorga la categoría de pueblo (1935) y con ello, se planifica su infraestructura urbana (machuelos, banquetas y calles empedradas) y se labra su fisonomía urbana (portales de madera y teja).

Se edifican el jardín, la iglesia, el panteón, tres centros escolares (dos escuelas primarias y un colegio), la estación del ferrocarril y los camellones centrales en sus avenidas; se construye la carretera Colima - Manzanillo; se proporcionan los servicios de agua potable a través del reseñado sistema charco verde ya través del cooperativismo se instala una modesta planta de luz y erigen un recinto cinematográfico (Cine Victoria). En síntesis, nuestros padres, con imaginativo esfuerzo, levantaron un pueblo y trasformaron estas tierras otrora inhóspitas en un vergel.

En estas tareas, justo es reconocer, las encomiables labores de gestoría y coordinación de esfuerzos que realizaron, en su momento, las autoridades locales. Entre ellos, los comprometidos ciudadanos que fungieron cómo Presidentes de la H. Junta Municipal de Armería: Sebastián Saucedo Gervasio (1935), Eduardo Michel Michel (1935) y (1939), Apolonio Maravilla Brambila (1936) y (1938), Gerardo Ruelas Pérez (1937), Ramón M. Ramírez (1937), Luis Gómez Michel, (1937) y (1938), José Villanueva (1937), Hilario Dueñas López (1939), Felipe Ramírez Victoria (1939), y J. Félix Torres Curiel (1939).

En las siguientes dos décadas, continuaron su ejemplo: Daniel M. Silva (1940), Ricardo Cortéz Anguiano (1941), J. Jesús Parra Mesina (1942), Coronel Manuel Muñoz Salazar (1943-1946), Leonardo Jaramillo Silva (1946 – 1949), Pedro Virgen Alcaraz (1949 – 1951), Sostenes Pérez Calvillo (1951), Martiniano Escobar Robles (1951), Basilio Pérez Calvillo (1951 -1952), Manuel Toscano Barajas (1952), David Toscano Barajas (1953), Antonio Enciso Rojas (1953 – 1954), José Ruelas Ramírez (1955), Profesor Benjamín Pineda Gutiérrez (1956), José C. Coraza (1956 – 1958), Profesor Valente Jiménez Delgado (1959), Francisco Andrade Colmenares (1959) y Crispín Campos Enciso (1955) y (1960-1961).

Los períodos de los señores J. Jesús Vaca Farías (1962 – 1964) y Eusebio Michel Rincón (1965 -1967) corresponden a otra etapa de nuestra historia local: la del “Progreso constante”, en donde Armería cimentó las bases para alcanzar la codiciada categoría de Municipio (1967).

*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com


1 COMENTARIO:
leecolima.com dijo...
Lic. Un saludo, le invito a participar en la Revista Electrónica Fumarola.
http://revistafumarola.com

pertenece a la Enciclopedia Didáctica leecolima
http://leecolima.com.mx
http://leecolima.com
http://leecolima.org

Atentamente:
Bernardo Santa Cruz Enriquez

10 de marzo de 2010 11:48

RESPUESTA:

Mi estimado y fino amigo.
Con gusto acepto tu generosa invitación para participar en la revista Revista Electrónica "Fumarola" que edita el Instituto Electoral del Estado. Para este particular me entrevistaré telefonicamente.
Recibe un cordial saludo. Tu amigo siempre.

Miguel Chávez Michel
11 de marzo de 2010 12:13

1959-1967 Ocho años de progreso constante

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

Publicado en Diario de Colima
El 8 de julio de 2007

POSTERIOR al ciclón de mil novecientos cincuenta y nueve el entonces pueblo de Armería transitó, gracias al vigoroso potencial de su agricultura, por una de sus mejores etapas. En efecto, de 1959 a 1967, se decía, que todos los ejidatarios eran ricos y que el reparto agrario, junto con la osadía y el temple de la fuerza de trabajo de los hombres y de las mujeres del campo, eran el principal motor que movía la economía de la costa colimense.

Durante este período fueron presidentes de la H. Junta Municipal de Armería Don Francisco Andrade Colmenares, Crispín Campos Enciso, J. Jesús Vaca Farías y Eusebio Michel Rincón. Todos ellos, ciudadanos trabajadores, responsables y comprometidos con un pueblo, que con visión y trabajo, edificaban las bases para alcanzar la codiciada categoría de Municipio.

En esta etapa de nuestra historia local, se construyó el primer pozo profundo, un tanque de almacenamiento en el “cerro de la cruz” y una nueva red de agua potable. Se electrificó a toda la población y se colocaron luminarias para el alumbrado público; se cambió el tianguis-mercado de la calle puebla al lugar en donde posteriormente fue construido el actual edificio por el gobierno de Don Rosalío González Espinosa. El rastro que se localizaba es la esquina formada por las calles Cuauhtémoc y Matamoros, en donde actualmente se ubica la fábrica de hielo de Don Rafael Ascencio Bautista, fue reubicado, fuera de la población, por la carretera a la capital del estado.

El viejo edificio de la escuela federal “Revolución” fue demolido y en su lugar se construyó el “Centro Escolar Presidente Adolfo López Mateos”; entre las calles Chihuahua y 5 de mayo, se edificó el “Centro de Salud”. Se inauguró una sucursal del entonces “Banco de Colima” siendo su primer Gerente Don Juan G. Rincón y Cajera-Contador Lucila Mendoza (posteriormente contrajo nupcias con el prof. Druso Alfonso Escalante Petra) y se inició la construcción de la carretera al Balneario El Paraíso.

También se inauguró una modesta clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social, la cual, funcionó por muy corto tiempo por la calle Nayarit frente a la notaria de la Parroquia y luego se cambio por la avenida Manzanillo No. 5 en una casa propiedad del Dr. Cipriano Jiménez Núñez. Si mal no recuerdo, entre el personal que atendía los servicios se encontraban como director el Dr. José Espinosa Blake; administrador Don Sergio Arias Luna; enfermera Felipa Ruelas Jaramillo y chofer de la ambulancia Nivardo Herrera Linares.

1961, fue un año electoral en el que, siendo un adolescente, por primera vez, acompañando a mi padre Miguel Chávez Vega, en diferentes eventos, tuve contacto directo con la clase política de la época. En este marco de amistades de mi padre, me acuerdo, de Don Javier Mata Vargas que fue presidente municipal de Manzanillo (1956-58) que siempre se encontraba acompañado del que fuera su secretario del ayuntamiento prof. Aquileo Díaz Virgen. Entre otros, también conocí al prof. Manuel Bonilla Valle, que concluyó cómo presidente municipal el período de Don Miguel Sandoval Sevilla. En los comicios de ese año, fueron electos, gobernador del estado, para el período 1961-67 el licenciado Francisco Velasco Curiel; diputado federal por el segundo distrito el licenciado Alfredo Ruiseco Avellaneda (1961-64), diputado local por el séptimo distrito con cabecera en Manzanillo Antonio Suárez Origel y Presidente Municipal de Manzanillo el Prof. Benito Rincón López.

La llegada del Prof. Benito Rincón López a la Presidencia Municipal de Manzanillo (1962-64) cambio la vida de un hombre honesto y trabajador cómo lo fue Don Jesús Vaca Farias. Efectivamente, Don Jesús Vaca paisano y amigo de la infancia de Benito Rincón, en la década de los cincuenta, en unión de otros distinguidos ciudadanos originarios de Tepames cómo Don José Ríos Barbosa y Eleno Amador Andrade se estableció en Armería. Vivió por la calle Chihuahua No. 70 y su principal actividad era la compra-venta de coco y copra.

Don “chuy”, como le decíamos todos, era un comerciante admirado y exitoso. Con estos antecedentes, el ayuntamiento de Manzanillo lo designó Presidente de la H. Junta Municipal de Armería para el período 1962-64. Su nombramiento, sin dificultades, fue aceptado con beneplácito por la mayoría de ejidatarios y avecindados y de inmediato, cómo era su costumbre, de tiempo completo se puso a trabajar en esta nueva encomienda, a tal grado, que abandonó por completo sus negocios particulares.

Entre sus primeras actividades fue la adquisición de un vehículo para la recolección de la basura. Concluyó la edificación de la H. Junta Municipal y que posteriormente fue el inmueble sede de la Presidencia Municipal, hasta la administración de la Profa. Rosa María Espíritu Macías, que construyó el actual edificio.

Durante su gestión se inauguró la nueva red de agua potable y el primer pozo profundo para su abastecimiento. Esta perforación se localizaba en la parte posterior del edificio que alberga la actual la Biblioteca Pública “Año de Juárez”. La obra de mayor trascendencia y que le costo dilapidar su capital y la pérdida de sus negocios particulares, fue la construcción del centro escolar “Presidente Adolfo López Mateos”. De muchos es conocido, que en más de una ocasión, motivado por la importancia de la obra, con recursos de su propio peculio, pagaba las facturas de proveedores y las listas de raya de los trabajadores, sumas que jamás recuperó. En colaboración posterior abundaré sobre este particular.

Entre los servidores públicos que acompañaron en su gestión a Don Jesús Vaca Farías, recuerdo con particular estimación a su diligente y atenta secretaria Consuelo Fierros Villa, que diariamente me expedía las “guías” para que mi padre pudiera enviar a Don Liberato Valencia (Comala) las pieles de res y cerdo. El caballeroso Jesús Canales Galindo se desempeñó como oficial recaudador, en tanto que, el señor Cornelio Fernández Flores era el chofer del carro del aseo público

La Comandancia de la Policía estuvo a cargo de Don Cayetano P. Mendoza y el médico de la sección sanitaria lo fue el Dr. Salvador Gómez Guerra, este último, puntualmente asistido por la enfermera Josefina Flores de Farias. Por el amplio conocimiento que tenía en el área, que casi lo hacía imprescindible, fue ratificado cómo responsable del panteón el popular “perico” Manuel Salcedo Cárdenas, quien por cierto, se desempeño en este cargo, hasta su muerte.

Uno de los mejores jardineros que ha tenido Armería lo fue Don Ricardo González Sánchez que plantaba y cuidaba con especial esmero, hermosos rosales. Por cierto, entre otras picardías de la época, los jóvenes simulábamos pleitos entre padillas para distraer a Don Ricardo y robarle las flores. Lo que más le incomodaba, es que apedreáramos los frondosos mangos.

En 1964, dada la cercanía de mi padre con los actores políticos de Manzanillo, viví muy de cerca la elección presidencial en que resultó electo Presidente de la República el licenciado Gustavo Díaz Ordaz (1964-70). Recuerdo que a su paso por Armería, conocí por primera vez a un candidato Presidencial en campaña y lo que más me quedó gravado fue una cuarentena de autobuses “tres estrellas de oro” que conformaban su comitiva. Sin poder precisar el día, el candidato fue recibido en la confluencia de las avenidas Cuauhtémoc y Progreso, en lo que era el principal centro de la población.

En este acto político conocí al Ingeniero Jesús Robles Martínez y Alfredo Ruiseco Avellaneda, que en esa elección, eran candidatos a senadores. También observé la amabilidad con que trataban a mi padre el Capitán Rafael Cordera Paredes, que se decía amigo de mi tío Gilberto Chávez Vega, y Don Herminio Málaga Rojas, el primero candidato a diputado federal y el segundo a diputado local.

Para sustituir al profesor Benito Rincón López, entre los meses de octubre y noviembre del mismo año, resultó candidato a presidente Municipal de Manzanillo Don Luis García Castillo. Durante su gestión, fue designado Presidente de la H. Junta Municipal de Armería Don Eusebio Michel Rincón (1965-67), hombre educado, discreto, honesto y generoso. Su designación fue aplaudida por todos los sectores sociales del entonces pueblo de Armería.

Entre las obras de mayor relevancia de este trienio, destacan entre otras, la construcción de los edificios de la escuela secundaria número dieciséis, la comandancia de policía, el centro de salud, un parque infantil que funcionó en lo que hoy es el Auditorio Prof. Rubén Tinoco Alcantar y la carretera al Balneario El Paraíso. Además de estas aportaciones al patrimonio del pueblo, desde mi particular punto de vista, la obra más grande de Don “Chebo” fue el coordinar con inteligencia y prudencia todas las negociaciones para que Armería alcanzara la categoría de Municipio.

Hoy, a la distancia, podemos observar y afirmar con orgullo, que gracias a la tenacidad de nuestros mayores, en el período que comprende esta crónica, se consolidaron las bases en que se construyó el desarrollo urbano de nuestro pueblo, que junto con su potencial económico agropecuario, sirvieron de sustento para que el 26 de mayo de 1967, mediante Decreto número 119, el H. Congreso del Estado, aprobara, en sesión solemne verificada en el centro escolar “Presidente Adolfo López Mateos”, la creación del Municipio de Armería.

Finalmente, para que no se nos olvide y en testimonio de gratitud a su esfuerzo y dedicación, a continuación trataré de recordar los nombres y cargos de algunos de los servidores públicos que sirvieron al pueblo de Armería, durante el período que comprende esta colaboración:

La subdelegación de la oficina federal de hacienda se localizaba en Veracruz No. 8 y su jefe era el Sr. Moisés Hernández León, (Posteriormente fue receptor de rentas). Los jueces de paz fueron, primero, Don Eduardo Michel Michel, luego, J. Félix Torres Curiel y finalmente Leopoldo Virgen Morfin.

La oficina de telégrafos se ubicaba por la carretera nacional en Cuauhtémoc No. 8 y se encontraba a cargo de Don Luis Vázquez Morales, siempre apoyado por su leal mensajero Antonio Barba Camarena, hombre muy trabajador que alternaba su empleo con la venta de periódicos de circulación nacional y billetes de la lotería nacional. En unión de su familia, en los tiempos libres, atendía una nevería de su propiedad ubicaba entre las calles Progreso y Veracruz

El popular Porfirio Ramírez (a) “pillo”, hombre discreto y trabajador, era el cartero del pueblo y Don Ramón Estrada Raya el administrador de Correos, su oficina se localizaba en calle ejido. La delegación de tránsito estaba a cargo de Don Ramón Castañeda Ayala y funcionaba en Cuauhtémoc No. 33, casa de mi tío Emilio Pérez Alcocer.

La Receptoria de Rentas, que era una oficina dependiente de la Tesorería General del Estado, funcionaba en Yucatán No. 9 y tuvo cómo jefes a Don Adolfo Bustos Solórzano y posteriormente a Moisés Hernández León. Allí trabajaban Juanita Sánchez Mora, Silvia Ofelia Michel Ortega, María del Rosario Moreno, Jorge Méndez Ventura y José Ventura Méndez

Don Pedro Rizo Múñoz era el Jefe de estación. Sin poder precisar los cargos, ahí laboraban J. Ventura Cervantes, José Moreno, Abrahán Amézcua, Fernando Cobián Ballesteros y J. Jesús Gutiérrez.

*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

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