lunes, 4 de febrero de 2008

(1) Biblioteca Pública: “1972 Año de Juárez”

(Primera de dos partes)

Publicado en “Diario de Colima”
22 de octubre de 2006

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

En mi anterior colaboración relaté los escenarios locales, en los que, una nueva generación de habitantes de Armería, actuábamos y demandábamos mayores espacios educativos para nuestra formación. Así, en palabras del ingeniero Ignacio Hoyos García, describí, cómo, a partir de agosto de 1970, un grupo de jóvenes inquietos y con mucho cariño por la tierra que nos vio nacer, nos fuimos integrando en la “Asociación Cultural Estudiantil de Armería”, mejor conocida por sus siglas: ACEA.

En ese contexto, con el lema de “Ama a tu pueblo, dale cultura” nuestra “Asociación Cultural Estudiantil de Armería”, a través de un espacioso y confortante proceso de comprometidas opiniones, fuimos, paso a paso, construyendo los propósitos iniciales y las posteriores actividades, que por más de una década, fueron la columna vertebral y razón de ser de la organización juvenil en comento, que nos arropaba y a su vez, era el medio para alcanzar los fines colectivos que nos habíamos propuesto.

Ya organizados, nuestra primera actividad se encaminó a recabar libros para nuestra anhelada biblioteca. Sin excepción, todos nos dimos la comisión de entrevistarnos con vecinos, familiares y amigos, para solicitarles, además de libros, su apoyo y comprensión a nuestro inicial empeño.

Sobre este particular, el ingeniero Ignacio Hoyos García nos comenta: “fue muy bonito tomar la calle en donde recibimos muchas palabras de aliento. Hubo gentes como Salvador Mora Nolasco, que fue tanto su entusiasmo, que hasta quería irse junto con nosotros, a tocar casa por casa, para conseguir libros. Recuerdo, que en un anaquel que se encontraba en la sala de su domicilio tenía unos libros que nos donó de inmediato, también nos entregó unas colecciones de las revistas «Siempre» y «Selecciones Reader's Digest».

Aquí, cabe destacar, que en estas actividades, siempre recibimos, de nuestros padres, su incondicional apoyo, palabras de aliento y puntual consejo. Jorge Guevara Ochoa nos regaló dos libreros. Gustavo Sotomayor de la Mora nos obsequió la pintura para el inmueble. Doña Felicitas Carrillo viuda de Pérez procuró mantenernos cohesionados. Entre otros, Doña Genoveva Álcaraz viuda de Ramírez, Porfiria Carrillo viuda de Jaramillo, Simón Leal Sánchez, Pedro Virgen Álcaraz, Gabriel Mendoza Lomelí, Tomás Vaca Araujo, José Antonio Covarrubias Rodríguez, Valente Jiménez Delgado, Jorge Pérez Ochoa y Lino Corona Pérez, apoyaron económicamente”.

A las pocas semanas, ya habíamos recabado un poco más de doscientos libros que clasificamos por temas, autores y editoriales. Luego, surgió la necesidad de buscar un lugar adecuado para colocarlos. En este marco, emergieron varias propuestas: que la casa abandonada del papá del amigo, que el cuarto de mi tío, que la esquina de mi padrino, etc. y fue entonces, que Miguel Ruelas Jaramillo nos comentó, que el inmueble ubicado en la calle Nayarit, frente a la parroquia, en donde funcionó el colegio de niñas «Sor Juana Inés de la Cruz», se encontraba desocupado y solo esporádicamente era utilizado por el padre Isaías para reuniones de carácter religioso.

Después de prolongados comentarios entre los asociados, sobre la propuesta de Miguel Ruelas Jaramillo, acordamos entrevistarnos con el padre Isaías de la Cruz Vergara, que se encontraba comisionado en la parroquia de Armería. Así, una mañana, posterior a nuestra «primera semana cultural y deportiva», (noviembre de 1971) el padre Isaías nos recibió en su oficina y para nuestra sorpresa, nos enteramos que estaba más informado de nuestras actividades que nosotros de su persona. Después de escucharnos, nos felicitó y exhortó a continuar canalizando nuestras energías con actividades que calificó de «muy positivas», ofreció todo su respaldo y ayuda. De inmediato, nos autorizo a utilizar en calidad de prestado, una de las aulas de la parte antigua del colegio, que se localizaban al fondo del edificio, de igual manera, para facilitar el acceso al inmueble nos faculto abrir una puerta en la parte posterior, frente a la casa del Prof. Rubén Tinoco Alcanzar.

De inmediato, procedimos a realizar las adecuaciones autorizadas, nos dedicamos a barrer, limpiar y pintar. Armamos los pocos anaqueles que pudimos comprar con los donativos recibidos y los llenamos de libros y revistas. Cómo siembre, cuando alcanzábamos una meta, emergían nuevas y superiores necesidades. A partir de este momento, nuestra mayor prioridad fue conseguir el mueble para la sala de lectura.

Sobre este esencial apremio, el ingeniero Ignacio Hoyos García nos revela: “un buen amigo que tenía una joyería y de quién no recuerdo su nombre, pero que todo el pueblo conocía por su público apodo de «el filigrano», estando en una pachanga de mi papá, platicando sobre lo que estábamos haciendo, me dijo, «desde hace dos años, tengo en mi domicilio un mueble que es propiedad de la cervecería y que no han recogido, si ustedes gustan, lo pueden utilizar». Sin mayores comentarios, fuimos por el mueble, lo pintamos y montamos una modesta sala de lectura. Todavía no abríamos al público nuestra sencilla biblioteca y no sé cómo estuvo, el caso es, que una tarde, llegó con su camioneta el representante de la cervecería en Tecomán y recogió todo el mueble”.

Fue entonces, que formamos una comisión para trasladarnos a la ciudad de Colima con la finalidad de entrevistarnos con el gobernador Pablo Silva García, y después de comentarle las actividades que habíamos venido realizando y el nuevo problema que enfrentábamos de falta de mobiliario, el titular del poder ejecutivo nos dijo: «déjenme hablar con el gerente de la Cervecería Corona y ya veremos que podemos hacer».

Mientras el gobernador platicaba telefónicamente con el Sr. Miguel Ángel González, nosotros, esperamos la respuesta, sentados alrededor de una mesa de trabajo que se encontraba en el privado del ejecutivo. Pocos minutos después, el gobernador se acerco y nos reveló que el Sr. González regalaría el mueble, que fuésemos a entrevistarlo para ponernos de acuerdo y concluyó: «una vez que reciban el mueble, me avisan a través de mi secretario particular Raúl Suazo Ochoa y dispondremos de fecha para ir a inaugurar la biblioteca, solo les pido que se porten bien, no se pelen con nadie y no se apoderen de las cosas que no son de ustedes, cuando tengan problemas, antes de actuar, llámenme, mi secretario les dará el número de mi teléfono rojo, para que hablen personalmente conmigo».

Optimistas por la comprensiva y expedita respuesta del gobernador, sin mayor tardanza, visitamos en su oficina de Colima al Sr. Miguel Ángel González, quien, sin hacer antesala, de inmediato nos recibió, y con diligente apremio, nos prometió entregarnos, en un plazo no mayor de quince días, un mueble adecuado para la biblioteca. Y en efecto, antes de la fecha comprometida, se comunicó telefónicamente con el presidente de nuestra asociación y le señaló el día y la hora en que llegaría el mueble.

En la fecha concertada, el Sr. Miguel Ángel González acudió hasta el local que ocuparía nuestra ansiada biblioteca y personalmente nos entregó un escritorio, seis mesas de lectura y tres docenas de sillas. En nuestro nombre las recibió y dio las gracias el Ingeniero Ignacio Hoyos García. Nuestra primera gran hazaña estaba por alcanzarse. La alegría de todos los presentes era indescriptible, abrazos, aplausos y hasta gritos de júbilo. Ante este nuevo contexto, surgieron otras prioridades, consensuar el nombre que debería llevar nuestra biblioteca y formalizar la presencia del gobernador para su inminente inauguración, pero este será el tema de la siguiente colaboración.

Continuará la próxima semana…

* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@colima.com
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