martes, 4 de diciembre de 2007

Virgen de Guadalupe, Patrona de Armería

Publicado en Diario de Colima
16 de octubre de 2005

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

Según un estudio sobre la Parroquia de Tecomán escrito por el Pbro. Salvador Munguía en Diciembre de 1952 y rescatado por el Padre Crescenciano Brambila en su libro sobre “El Obispado de Colima”, desde 1850 los sacerdotes encargados de la Parroquia de Santo Santiago en Tecomán atendían a los feligreses de la entonces “ranchería de Armería”, así, domingo a domingo, el Cura de Tecomán celebraba la Santa Misa en casa de Don Serapio Sánchez, lo que quiere decir, que en lo eclesiástico, Armería pertenecía a la Parroquia de Tecomán.

Poco después, con apoyo de los vecinos se construyó cerca del casco de la “hacienda” una Capilla de palapa y pajarete, misma que se llevó la corriente del “Río Grande” en 1875. Con motivo de esta creciente del actual “Río Armería”, la “Hacienda de Armería” y su “centro de población” (Ranchería de Armería) se trasladó una legua más al sur ubicándose enfrente de lo que fue la Estación del Ferrocarril de la actual Ciudad de Armería, lo que quiere decir, que Armería, en lo político, desde 1877 en que se erigió el Municipio de Manzanillo, pasó a formar parte de su jurisdicción.

Con motivo del maremoto en Cuyutlán del 22 de junio de 1932, la mayor parte de los sobrevivientes de este Balneario, se quedaron en Armería a radicar definitivamente, lo que propició que la “ranchería de Armería” fuera elevada a la categoría de “pueblo” el 29 de abril de 1935.

Una vez que el pueblo de Armería fue dotado de su fundo legal, previa planificación, se inicia la venta de los lotes de terrenos urbanos, olvidándoseles a sus proyectistas, según decir de los avecindados, prever un terrero para la construcción del templo, lo que indujo, que algunos vecinos encabezados por Don Juan Chávez y Avelino López Ciprian se pusieran en contacto con el párroco de Tecomán el Pbro. D. José Maria Arrguín, para que los atendiera en lo eclesiástico. Entre este grupo de avecindados se encontraban, entre otros Don Juana Paredes, Teófilo Chávez, Ramón de la cruz, Juan Heredia, Francisco Gutiérrez, Fabián Ramírez, José Soltero y J. Concepción de la Mora.

En 1977, con motivo de la inauguración de la Primera Feria de Armería, sentados en una de las bancas del Jardín de Armería, mi amigo Don Guadalupe Rodríguez (a) “El Comino” y sobreviviente del “maremoto”, me comentó: “...a nuestra petición, el 12 de diciembre de 1932 se concelebró en la “Galera” de la “Hacienda de Armería” un gran misa en honor de las vírgenes de “Guadalupe” y de “Talpa”...” y siguió diciendo “...porque a ellas nos encomendamos cuando vimos que se nos veía encima la gran ola...” y después de una pausa, continúo con su amena charla, “...por ello, cuando se construyó la Capilla de Armería le pedimos al Obispo Don Amador Velasco que la Iglesia se dedicara a la “morenita del “Tepeyac”...” y desde entonces, “...todos los habitantes de Cuyutlán, año con año, visitamos a nuestra madre protectora la Virgen de Talpa...” Así concluyó el comentario de mi amigo, que en paz descanse.

Y en efecto, desde 1939, El Sr. Cura de Tecomán, Pbro. D. José Maria Arrguín, comisionó al Padre Juan Hernández León para que organizara a los feligreses de Armería, en este marco de antecedentes y ante la insistencia del grupo de católicos encabezados por Don Juan Chávez y con el apoyo del Padre Juan Hernández, Don Jesús Covarrubias primero prestó y posteriormente donó un predio que se localizaba frente a la actual “Escuela Revolución” (calle Chihuahua y Avenida Progreso, hoy Manuel Álvarez, es decir, contra esquina del actual jardín principal). De inmediato, con apoyo de todos los habitantes se construyó una capilla de teja y pajarete para ofrecer los servicios religiosos.

Poco después, los hermanos Juan y Teófilo Chávez donaron dos lotes de terreno urbano de su propiedad, en donde actualmente se encuentra la parroquia, y con el beneplácito del Excmo. Sr. Obispo Don José Amador Velasco y del Pbro. José María Arreguín se inició la construcción del nuevo templo. Se comenta, que a iniciativa del Padre Juan Hernández León se tomó de modelo el templo de la población de “El Limón”, Jalisco. Así, se iniciaron las obras de construcción y la inauguración de su primera etapa, el 12 de diciembre de 1943, la capilla contaba con un espacio para el “coro” y entre estos dos altos campanarios con dos torres de concreto.

Con motivo de la referida inauguración el Excmo. Sr. Obispo Don José Amador Velasco y Peña, a petición de los vecinos, declaró “patrona de Armería” a la “Virgen de Guadalupe”. Para conmemorar este magno evento, se celebró la “primera función” con un “novenario” en honor de la virgen. La pintura de la “Virgen de Guadalupe” la imagenes del “Sagrado Corazón” y “Nuestra Señora del Carmen”, el “Sagrario” , “ornamentos”, “Armarios” y “Custodia” los donó Don Jesús Covarrubias. El “Santo entierro”, “Ma. Auxiliadora”, “Santa Teresita del niño Jesús” y las bancas de madera, la regaló Don Felipe Ramírez Victoria.

Once meses después, el 12 de noviembre de 1944, la “capilla de Armería” fue erigida en “Vicaría” y se designó primer Vicario al Pbro. Juan Hernández León. En 1949, entre torre y torre se colocó un “reloj público” que costó $ 6,000.00. Cómo dato curioso, mi padre me comentó, que el Gobernador Don Manuel Gudiño, lo señaló en su informe, como obra materia de su Gobierno, lo que indignó a toda la población, ya que todo el pueblo había colaborado para su compra e instalación y al gobierno no le había costado ni un solo centavo. Este reloj aún se conserva en su única torre.

Después de siete años de ser Vicaría, el Excmo. Sr. Obispo Don Ignacio de Alba la erigió en “Parroquia” por Decreto del 5 de diciembre de 1951, ejecutándose el 10 de diciembre del mismo año en una “Misa Pontifical” y leyendo el Decreto el Sr. Cura de Tecomán Don José María Arreguín, el Obispo de Alba, designa párroco al Pbro. Juan Hernández León.


* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.
chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

Fiestas patronales

Publicado en Diario de Colima
14 de diciembre de 2005

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

Dedico este artículo a mi madre
que siempre fue Guadalupana.

Si analizamos, desde un punto de vista positivo, el “maremoto” registrado en el balneario de Cuyutlán, la mañana del 22 de junio de 1932, encontraremos, que éste, favoreció, en primera instancia, entre otros referentes, la urbanización y crecimiento demográfico del pueblo de Armería. Desde otra óptica, no menos importante, en este desastroso y lamentable evento, encontramos, el antecedente más importante de las “fiestas patronales” de nuestro pueblo, dedicadas, en honor de la “Virgen de Guadalupe”.

En efecto, el “maremoto”, propició, que muchos de los habitantes de Cuyutlán, que sobrevivieron a esta fatalidad, se quedaran en Armería a radicar definitivamente. Este hecho, junto con el incremento poblacional alentado por el “reparto agrario”, favoreció, para que la entonces “ranchería de Armería” fuera elevada a la categoría de “pueblo” el 29 de abril de 1935.

Asimismo, cabe tener presente, los comentarios, que en vida me hiciera Don Guadalupe Rodríguez (a) “El Comino”, en el sentido, que para “dar gracias por haber sobrevivido al maremoto”, a petición de los damnificados y con el beneplácito de la mayoría de los avecindados de Armería, el 12 de diciembre de 1932, el Padre José Maria Arregüin, concelebró una misa, en la “galera de la Hacienda de Armería”, en honor de las vírgenes de “Guadalupe” y de “Talpa”, y desde ese año (1932), el “12 de diciembre” paso a ser un día de fiesta para todo el pueblo de Armería. Prueba de ello, en los libros de la Parroquia de Santo Santiago de Tecomán se asienta que en 1936 “…con motivo de las fiestas Guadalupanas de Armería, el Pbro. José María Arregüin bautizo 14 infantes…”

Sobre este particular, en vida, mi madre Magdalena Michel Araiza , me comentaba, que en 1939 fue comisionado por el Párroco de Tecomán, el Padre Juan Hernández León, para organizar las fiestas de pueblo. Y que ese año, todo el pueblo fue arreglado con “pasacalles” adornados con “papel de China” y que Don Juan Chávez, trajo, no se de donde, muchos “faroles de papel” que fueron colocados en las puertas de lo hogares cristianos. Con alegría y entusiasmo, en amenas charlas, me reseñaba: “…Armería no tenía luz eléctrica… A los faroles, les pusimos en el centro una vela y por las noches, hubieras visto, que hermoso se veía el pueblo, iluminado con faroles de varios tamaños y variados colores… por primera vez, las fiestas se prolongaron tres días… fue tanto el éxito, que a petición de todo el pueblo, el Padre Juan se quedó con nosotros hasta el día en que Dios se lo llevó…” Concluyen los comentarios de mi madre.

Así, a partir de 1939, el Padre Juan Hernández León es comisionado para organizar a la feligresía de Armería; el 24 de agosto de 1942 es designado Capellán; el 12 de diciembre de 1944 se le confiere el cargo de Vicario y el 5 de diciembre de 1951 es investido de Párroco de Armería. Si la mente no me engaña y el corazón no me juega una broma, ya habrá oportunidad, más adelante, para dedicarle mis modestos comentarios, a este gran hombre, a quién tanto debe el pueblo Armería.

Continuando con las fiestas Guadalupanas de mi pueblo, tema central de esta colaboración, explico: 12 de diciembre de 1943, el Excmo. Sr. Obispo Don José Amador Velasco y Peña, auxiliado por Monseñor Ignacio de Alba declaró “patrona de Armería” a la “Virgen de Guadalupe”. Para conmemorar este magno evento, se celebró la “primera función” con un “novenario”. El 12 de diciembre de 1944 la capilla de Armería es erigida en Vicaría. La imagen que aun se venera fue donada por Don Jesús Covarrubias.

A partir del 5 de diciembre de 1951, fecha en que la Vicaría de Armería fue elevada a la categoría de Parroquia, el “novenario” de transformó en “docenario”, es decir, en lugar de nueve, son doce los días de fiesta. Año con año, la parroquia publica una “décima” que contiene los horarios de las misas y los nombres de los oferentes.

Dada la importancia de estas fiestas, en 1977, siendo Presidente Municipal el Sr. Víctor Manuel Jaramillo Carrillo, se organiza, paralelamente, a las celebraciones religiosas, la primera “Feria de Armería”. Así nace, se desarrolla y consolida la fiesta más importante de mi pueblo. Felicidades a los organizadores de ayer y de hoy. Para quienes ya rindieron tributo a la tierra que los vio nacer, sean estos comentarios un timbre de honor. Para quienes continúan esforzándose por darnos lo mejor de su vida, muchas gracias. Lo mejor de Armería son sus habitantes.

* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.
chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

(1) Anécdotas de Don José Ochoa Méndez

(Primera de dos partes)

Publicado en Diario de Colima
16 de julio de 2006

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

Siendo casi un niño, días posteriores al “ciclón del mes de octubre de 1959” conocí, en casa de mis padres a Don José Ochoa Méndez, descendiente de genuinos trabajadores de la “Hacienda de Paso del Río”, era un hombre alto y delgado, de aguda inteligencia, privilegiada memoria, pulcro en el vestir, de trato sencillo y amable, gestor incansable de obras y servicios básicos para su ejido, siempre preocupado por el bienestar de su familia y de los habitantes de su adorado “periquillo”, pueblo en el que creció, formó una distinguida familia y pasó los últimos días apreciado y respetado por familiares, amigos, lugareños y avecindados.

Desde muy joven, fue mayordomo de los madereros y de las carretas tiradas por los bueyes, que se usaban, en la hacienda de “Paso del Río”, para arrimar la madera al aserradero que se localizaba en “cocinitas”, pequeña ranchería que se encontraba al noreste del actual Cofradía de Juárez. Este empleo, lo heredó de Don Idelfonso Méndez, que era su tío materno y padre de crianza. Muy chico, fue “morrongo” de las “mulas de aparejo” y “carritos tirados por mulas” que se utilizaban para movilizar la carga. (Entre los arrieros de la época, se le decía “morrongo” al muchacho que iba delante de las carretas, montado en una yegua, a la que colgaban un cencerro en el pescuezo para que las mulas la siguieran). Su padre, fue Bonifacio Ochoa, que en vida, fue uno de los cinco caporales de los ranchos ganaderos de la hacienda, que se conocía con el nombre de “cuatán”.

El mas lejano recuerdo que tengo de su persona, es una amena conversación, que con seductora emoción, mantenía con mis padres y otras personas mayores de Armería y Periquillo, sobre la visita, que ese día, había hecho a nuestro pueblo “Doña Eva Sámano de López Mateos”, para reanimarnos con su seductora presencia y palabras de aliento, principalmente para nuestros ascendientes, que se encontraban muy angustiados, por la destrucción que había dejado el ciclón, entre otras pérdidas, las tierras de cultivo se encontraban inundadas, la mayoría de las casas sin techo y con excepción de la escuela y el casco de la hacienda, el pueblo de “periquillo” simplemente había desaparecido, todo se lo llevó el río.

Como todos los niños, en primera fila, no perdíamos detalles en las pláticas de nuestros mayores. Así, viene a mi mente el recuerdo de Don José Ochoa Méndez, que narraba, con lágrimas en los ojos, cómo el caudal de río fue destruyendo casa por casa, incluyendo la suya. Entre otros comentarios, acentuaba, que desde 1906, no había vuelto a vivir cosa semejante. Aquél año (1906), manifestaba, “el río, también se llevó el puente de la carretera, en ese entonces, la creciente, destruyó la finca de la hacienda, el talud del puente del ferrocarril y parte de la vía angosta”.

En abril de 1973, en espera del Prof. Antonio Barbosa Helt, que iniciaba, en Periquillo, su gira política por Armería, cómo candidato del Partido Revolucionario Institucional a Gobernador del Estado, Don José Ochoa Méndez, en agradable charla con otros dirigentes agraristas de la época, nos explicaba, que “…a finales de 1933, el General Lázaro Cárdenas del Río, en su gira como candidato del Partido Nacional Revolucionario (PNR) para la Presidencia de la República, había visitado la hacienda de Paso del Río. Era entonces Gobernador del Estado Don Salvador Saucedo y su hermano el Presidente Municipal de Manzanillo. Quizás ellos opinaron que en la hacienda se le ofreciera un banquete al General…”

Y al efecto, mencionaba, “me acuerdo, que por instrucciones del terrateniente Don Sthefano Gherzi, a todos los trabajadores de la hacienda nos regalaron un sobrero de palma, pantaloncillos de manta y huaraches… Nos formaron, por todo el camino, desde el “casco de la hacienda”, hasta la “estación de bandera” que se ubicaba en la ranchería, de “la báscula”, de este lado de la estación de Tecomán… el tren del General, integrado por tres vagones llegó como a las dos de la tarde y de inmediato, el candidato, lo trasladaron hasta el lugar del convivio en un camioncito de la hacienda que le decíamos “la cotorra”… el chofer era mi hermano Juan… a mi me dieron, por tarea, jimar los cocos que se iban a tomar los invitados, con la prohibición de abrirlos…”

Para ese entonces, “…ya se hablaba, que llegando el General a la Presidencia se repartirían todas las tierras… tal vez, por eso, una de las personas de las que venían con el General le dijo al Sr. Gherzi que la cosa no tenía remedio, que la única forma de escapar era que hiciera un fraccionamiento y lo legalizara para que se pudiera defender por algún tiempo del inminente reparto agrario… Ahí conocí a Don Pascual Moreno Barreto, a quien el General Cárdenas abrazaba con mucho afecto y le decía “mi Capitán”… Por la tarde, fueron a conocer las huertas de la cañita…” y allí, dirigiéndose a Don Pascual le dijo: “…mi capitán, llegando a la Presidencia quiero que le compre al Sr. Gherzi todo el coco que se produzca, lo vamos a ocupar para semilla…”

“…Tal vez por las pláticas sobre el cercano reparto agrario…semanas después, para hacer la medición de las tierras llegó un ingeniero de Guadalajara… y el Sr. Gherzi me habilitó para que le mostrara todos los potreros y ranchos… con las tierras de riego, hicieron veintiséis lotes que pusieron a nombre de distintas personas, entre los cuáles figuramos algunos de los trabajadores de confianza, pero la mayoría fueron personas de Guadalajara y Colima… la parte alta de cuatán, fue solicitada para zona ganadera… entonces los certificados de inafectabilidad se autorizaban por veinticinco años… lo importante, era manifestar lo más pronto posible el fraccionamiento para evitar que grupos de otras partes solicitaran ejidos en los terrenos de la hacienda… así lo recomendaba, con vehemencia, el apoderado del Sr. Gherzi, licenciado Ramón Ahumada…”

“…Cuando el Sr. Gherzí presentó en la ciudad de México, la solicitud de su fraccionamiento para su certificación, en Gobernación le contestaron que no se lo podían registrar porque hacía falta que en el casco de la hacienda hubiera un ejido, para que, de acuerdo con la ley, se comprobará que las necesidades del poblado estaban satisfechas en materia agraria… entonces, el hacendado, con la asesoría del Licenciado Ahumada, maniobraron para fundar un ejido en el caso de la hacienda que benefició solamente a 26 capacitados de los mismos trabajadores de la hacienda y el día primero de mayo de 1949 se dio la primera resolución…. por ello, durante varios años, el “ejido Periquillo” era conocido con el mote de “ejido blanco”, ya que originalmente fue solicitado para defensa de la hacienda de Paso del Río…”

Continuará…

* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.
chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

COMENTARIOS:

NOÉ ha dejado un nuevo comentario: 9 de junio de 2010 16:54

“Buenas tardes Sr, el motivo de este mensaje es, saber si me puede ayudar a encontrar familia de mi abuelo Manuel Barbosa González, el era hijo de Manuel Barbosa Helt, el tío de mi abuelo fue el Secretario de Educación que….”

RESPUESTA:

Estimado amigo. En efecto, conozco y me une solida amistad con descendientes de la familia BARBOSA HELD. Para precisar detalles y apoyarle en su petición mucho agradeceré me escriba a la siguiente dirección chavezmichel@gmail.com.

ACLARACIÓN:

El tío de su abuelo, no fue Secretario de Educación. En vida, fue candidato a Gobernador del Estado y respondió al nombre de ANTONIO BARBOSA HELD. Luego entonces, he de merecer la compresión de usted por no publicar la ultima parte de su misiva, en la que afirma situaciones, además de lamentables, al menos hasta hoy, no comprobadas.

Para precisar, los acontecimientos en comento, le participo que en el mes de noviembre de 2007 publiqué una crónica titulada “Tercer Ayuntamiento (1974-1976)” y que podrá localizar en este blog en el año y mes que se menciona y solo para efectos, de ilustrar sus dudas, me permito trascribir algunas partes de la misma:

Cito: “…Para cumplimentar el Decreto No. 164 expedido por la XLIII Legislatura del H. Congreso del Estado por el que se declararon validas las elecciones efectuadas el primero de julio de mil novecientos setenta y tres, el Comité Municipal del P.R.I. a mi cargo apoyó la organización de una marcha popular para pregonar mediante Bando Solemne la declaratoria de Gobernador Electo al Profr. Antonio Barbosa Heldt….

“…Por los hechos que sucedieron, el mes de septiembre de 1973, fue un período de extremosos contrastes. Hagamos remembranza de algunos de ellos… En la medida que nos acercábamos al sexto informe de gobierno de don Pablo Silva García nadie nos imaginábamos los trágicos acontecimientos de los siguientes días….”

“…Para colmo de los males, en la víspera de las definiciones de las candidaturas para Presidentes Municipales, el dieciocho de septiembre de 1973, lo que principió al mediodía como un rumor, en la tarde fue confirmado: “de un balazo se privó de la vida el gobernador electo Antonio Barbosa Heldt”. Al día siguiente, la prensa publicó una carta dirigida al Lic. Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación, que a la letra decía:

“…Todo mi deseo de servir a Colima, que se hizo patente durante la campaña política que llevé a cabo para alcanzar la gobernatura de aquella entidad, se ha frustrado a consecuencia de que mi salud comenzó a quebrantarse en las últimas semanas, como a usted le consta cuando le pedí autorización para abandonar el país e internarme en un sanatorio…”

“…Nada ha podido ceder la infección renal y como resultado de ello mi moral ha sufrido un fuerte desplome a tal grado que llevo más de dos meses sin poder conciliar el sueño…”

“…Qué hacer ante problemas tan graves como mi falta de salud y la ya casi comprobada imposibilidad de rescatarla. Colima necesita un gobernante sano y por tal motivo con el dinamismo necesario para emprender las grandes acciones recomendadas al suscrito por el Sr. Presidente Echeverría y ya incluidas en mi programa de gobierno próximo a iniciarse. Por eso, pienso que la única salida a esta situación de encrucijada que se presenta por circunstancias ajenas a mi deseo, es mi voluntaria eliminación, a fin de dar sitio a quien en plenitud de su salud pueda hacer por Colima lo que el estado requiera para su progreso…”

“…Muchas gracias licenciado por la ayuda y estímulo que en todo momento recibí de usted y por su preocupación para que pudiera recobrar mi salud. No se pudo. Pido perdón por el daño que momentáneamente ocasiono a la situación política de Colima y a su tranquilidad, pero es preferible que esto haya sucedido antes que después. Su amigo y servidor que mucho lo aprecia. Antonio Barbosa Heldt…”

“…El 19 de septiembre asistimos a la ceremonia luctuosa que se verificó en el salón de sesiones del H. Congreso del Estado que se ubicaba en la planta baja de Palacio de Gobierno, posteriormente el cortejo fúnebre partió hasta el panteón municipal. Las exequias de don Antonio Barbosa Heldt fueron encabezadas por el Gobernador Pablo Silva García y el Secretario de Educación don Víctor Bravo Ahuja que asistió con la representación del Presidente Echeverría…” Concluye la cita.

Confiando en su benevolencia, reciba un cordial saludo. De usted. Muy respetuosamente. Miguel Chávez Michel

(2) Anécdotas de Don José Ochoa Méndez

(Segunda y ultima parte)

Publicado en Diario de Colima
23 de julio de 2006

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

En mi anterior colaboración describí, en palabras de Don José Ochoa Méndez, la visita que el general Lázaro Cárdenas del Río realizó a la hacienda de “Paso del Río” en diciembre de 1933, así como sus repercusiones que derivaron en el fraccionamiento de la hacienda y los consecuentes inicios del reparto agrario. Con relación al tema de los ejidos, nuestro comentarista, en su calidad de testigo presencial de los acontecimientos y con su particular estilo de observar y narrar los hechos, amplía sus revelaciones:

“El señor Gherzí nunca se convenció de las bondades del ejido”, cada que podía, -le decía a la gente- que el ejido no era cosa buena, que los ejidatarios solamente eran instrumentos del gobierno, que una vez que concluyeran la carretera, él iba a organizar una colonización para la producción y no para la política, que las tierras las iba a fraccionar en porciones de veinte hectáreas, las cuales iban a ser pagaderas en veinte años y que eso sí era efectivo, porque iba a ser uno verdaderamente dueño de sus tierras”

Tras una breve pausa, entrecruza la piernas y reanuda su plática: “De 1935 a 1938 la política se puso muy difícil, hubo cuatro gobernadores, por órdenes del centro desconocieron a Don Salvador Saucedo, luego entró de interino el Senador José Campero, que le entregó su puesto al Teniente Coronel Miguel G. Santana y en 1939 fue electo el General Pedro Torres Ortiz”.

“Además de la inestabilidad política, en ese entonces, andaba muy duro lo del reparto agrario, los profesores en todas las comunidades tenían la consigna de fomentar los ejidos. Aquí en la hacienda, o sea, en la escuela, llegó el primer maestro pagado por la federación, el profesor se llamaba Eduardo Meillón y quizás por gestiones de él vino un ingeniero de la agraria para levantar un censo, pero lo gente ya estaba aconsejada por el hacendado para que no aceptaran ser ejidatarios. Recuerdo que en una reunión que hubo en la escuela, el profesor nos dijo: ¿de veras quieren ser colonos? ¿Saben lo que están diciendo?, y un mozo de aquí que se llamaba Valentín Ríos, respondió: -seguro que sabemos, todos queremos ser colonos-, bueno, -dijo el ingeniero- si uno sólo, aunque no viva en Periquillo, quiere ser ejidatario, de ese me llevo el expediente para fundar un ejido”.

“En tanto que Don Sthefano Gherzi, realizaba los trámites para fraccionar la hacienda, en 1935, un grupo de agraristas se metieron a los potreros de Tescaltitán y la Peña. Quizás por gestiones de un Licenciado de Guadalajara que contrató el terrateniente, el Gobernador Miguel G. Santana ofreció venir personalmente para resolver ese asunto. Muy preocupado, el Sr. Gherzi nos organizó dos paseos, uno a Cuyutlán y otro a Santiago, y luego nos dijo –ayúdenme a defender las tierras, lo hago por ustedes, por las mujeres y los niños, si convencen al Gobernador de que los echen fuera, rentaré un tren para que conozcan la ciudad de México-“

“Y que les cuento, el día que llegó el ejecutivo, no sabíamos ni que íbamos a decir, pero hicimos cabeza mi suegro Bartolo Alcaraz y yo. Muy nerviosos le exteriorizamos al Gobernador -que queríamos ser colonos de las tierras invadidas- y el gobernador nos contestó que esa gente nos había ganado la delantera, pero que nos iba ayudar, nos citó a Tecomán por la noche. Allí, solo hablaron el Gobernador, el Sr. Gherzi y un Licenciado de Guadalajara. Nosotros, como se dice coloquialmente, solo fuimos a hacer bulto”.

“En tanto que los trabajadores de la hacienda, inocentemente, manifestábamos con nuestras aspiraciones de ser colonos, la gente de afuera, insistió en procurar tierras de la hacienda. Los del ejido Independencia, solicitaron ampliación en los llanos de Tecomán, unos vecinos de Tecomán pidieron los potreros de la Colihuana, el predio de la mata sandía y parte de los llanos por el lado de las cuatas. Después, el ejido el Pelillo afectó el potrero de Martín Alonso.

“Mientras todo esto sucedía, tal vez para ganarse nuestra confianza, el Sr. Gherzi, prestaba tierras para desmonte a sus trabajadores de confianza, facilitaba con qué arar, bestias y bueyes, dinero para hacer lo trabajos, costalera, camión para acarrear los productos y la misma hacienda compraba el maíz. Por eso, la gente estaba contenta y le apoyaba en su repudio al ejido”.

“Siendo Gobernador el General Pedro Torres Ortiz, empezaron a llegar a Periquillo muchas personas de otros lugares y empezaron a construir sus casas y a solicitar tierras para formar ejidos. Estando el Gobernador en México, el Sr. Gherzi consiguió una orden del Juez de Distrito para desalojar a los invasores y con el apoyo de un pelotón de soldado sacaron a esa gente en los camiones de la hacienda, les echaron sus pertenencias, tumbaron las casas y posteriormente las quemaron”.

“Cuando regreso el Gobernador, mando apresar a todos los que participaron en el desalojo incluyendo al Sr. Gherzi que duró cuatro días detenido. Con motivo de esta acción, el Sr. Gherzi se volvió de carácter fuerte y una actitud imponente, dejó de prestar tierras, a las personas que eran de aquí de Periquillo y que estaban implicadas con los solicitantes de ejidos, tuvieron que irse, porque la hacienda ya no les dio trabajo y les pidió las casas y hasta prohibió que tuviéramos animales sueltos”.

“Viendo esta actitud de hostilidad para con los trabajadores que tanto habíamos apoyado a la hacienda, un grupo de dieciséis vecinos de Periquillo, solicitamos incorporarnos al ejido blanco que la misma hacienda había formado para su defensa, ya que las tierras con que habían sido dotadas nunca se habían trabajado. Además el ejido había quedado reducido a la mitad de los que figuraron en el censo básico. Una vez que fuimos aceptados por la Asamblea, fue tanto el disgusto del Sr. Gherzi, nos llamó traidores y convenció al Comisariado Ejidal para que nos expulsarán”.

“Entonces comenzó un pleito que duró varios años. Por gestiones de la Liga de Comunidades Agrarias nos apoyo el Consejo de Vigilancia y dos compañeros más. Nos acusaron de Invasores y a quienes nos apoyaron los echaron a la cárcel y hasta fueron sentenciados. Tuvimos que ampararnos y cómo las tierras eran de temporal instaron para que nadie nos diera trabajo. Fueron tantas las agresiones que recibimos que en una ocasión hirieron a Pedro Govea, pero… como dice el dicho, las cosas caen por su propio peso, por fin el 7 de diciembre de 1958, por ordenes del tercer circuito fuimos reconocidos como ejidatarios, con todas las de la ley”.


* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.
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(1) LXXV Aniversario del Ejido Independencia

(Primera de dos partes)

Publicado en Diario de Colima
3 de diciembre de 2006

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

En más de una ocasión, a través de mis crónicas y colaboraciones, he reseñado que el crecimiento poblacional de zona agrícola conocida con el nombre de Armería, se debió, principalmente, a tres factores: el reparto agrario que se inicia en 1925 con los ejidos Cuyutlán (16 de febrero) y Armería (2 de abril), los campamentos de ferrocarrileros para labores de mantenimiento y conservación de las vías y el “maremoto” registrado en “Cuyutlán” el 24 de junio de 1932 lo que provocó que los habitantes originarios de otras poblaciones se quedarán a radicar definitivamente.

La dotación de tierras al “ejido independencia” se otorgó el 24 de julio de 1931. Su primera ampliación el 15 de noviembre de 1939 y la segunda el 24 de noviembre de 1994. Para conmemorar el setenta y cinco aniversario de la fundación legal de este centro de población ejidal, los integrantes del actual comisariado que presiden Arnulfo Díaz Lara, Macario y Joel Jiménez Virgen, se dieron la tarea de honrar la memoria de sus fundadores y de todos aquellos compañeros agraristas, que en su tiempo, dieron lo mejor de su esfuerzo para transformar estas tierras otrora inhóspitas en un vergel.

Así, el pasado veintiséis de noviembre, entre otras actividades, se develó un busto de don Leonardo Jaramillo Silva y en emotiva ceremonia recibió merecido homenaje el doctor Vidal Jaramillo Silva, único sobreviviente de aquella generación de nobles y esforzados campesinos que fundaron el ejido independencia.

Tomando como fuente de información el libro de Miguel Ruelas Jaramillo “Armería, pueblo joven que lucha por encontrar su destino”, mi amigo y compañero de la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, licenciado José Alberto Peregrina Sánchez elaboró una hermosa reseña, en donde magistralmente enlazó el temple del brazo campesino con el vigor de la noble tierra armeritense. Este documento fue leído espléndidamente por Arnulfo Díaz Lara. Por su importancia me permito transcribirlo:

“…Elevándose del valle, rumbo al cielo, las laderas del cerrito de la cruz, permiten a quien lo conquiste, poder deleitarse, mirando al sur, suroeste, el valle de un tono turquesa, a las tierras que conforman este municipio; al norte, la serranía salpicada de colores en tiempo de floración; al este y sureste, un verde oro limón, que inicia en la rivera del río Armería y se desdibuja hasta los márgenes del río Cuahuayana.

Así, como una ensoñación, se mira el pueblo de Armería, concepto que ha trascendido, desde una supuesta hipótesis de los misioneros religiosos de la época de la conquista, que su nombre era “Almería” y se refería a un grupo de “almas” en hombres y mujeres de carne y hueso que tendrían que ser evangelizados.

O “Armería”, por interpretación dada por los conquistadores, al decir que se referían a las “armas” que les atribuían a los indígenas de estos alrededores para defenderse de los enemigos. No obstante, también se dice, que algunos mentores de la primera escuela rural federal “Revolución”, enseñaban la idea de que pudiera haberse tratado del lugar donde se armaban las balsas para cruzar el entonces caudaloso río que hoy lleva su nombre.

El nombre dado a una extensión de tierra, importa, ya que es el ser humano, quien la descubre y la somete, para finalmente terminar amándola, porque separarse de ella, significa, no solamente angustia, desesperación, sino añoranza y termina el hombre, haciendo un gesto e sumisión, implorando, encorvando, surcándola, sembrando la semilla, con el ruego y la esperanza de los frutos que le ha d entregar de sus entrañas.

Así, con esos bríos e ilusiones, llegaron por allá, en el año de 1925, un grupo de campesinos, que dejando parte de sus vidas en sus lugares de origen, dijeron hasta pronto, a algunos pueblos del estado de Jalisco, Guerrero y otros, a poblaciones como Villa de Álvarez, Jiliotupa, Ixtlahuacán, y mas, que han quedado plasmados en los libros de la historia, y que, caminando rumbo a lo que ahora es el Paraíso, se encontraron.

Eran once, quienes después de mirarse de frente y hacer un recuento de los acompañantes, se auto-presentaron. Al hacerlo, los nombres se fueron escuchando, confundiéndose con los ruidos y sonidos que salían de las profundidades de aquel paraje inhóspito: naturaleza que los abrazó de inmediato, para nunca jamás dejarlos ir.

En pocas palabras y con reciedumbre se dijeron entre ellos sus propios nombres: Leonardo Jaramillo Silva, Juan Torres Aguirre, Reyes Mendoza León, Ramón Preciado, Luis Montes de Oca García, Apolonio Rodríguez Gutiérrez, Eugenio Reyna García, Ramón Gómez Enríquez, Ignacio Jiménez Bautista, Jerónimo Ávalos y Leonardo Jaramillo Solís.

Viendo su condición y aún sin saber grandes operaciones, o ser letrados, se dieron cuenta que eran once soñadores, que impulsados por los cirios de la revolución mexicana, y sus afanes de progreso, se posesionaron de un espacio territorial, que más tarde sería conocido como “los once pueblos”. Así, enfrentándose al evolucionar el ecosistema, resistieron las lluvias, el calor sofocante, los mosquitos, los zancudos, los alacranes, las víboras, los temblores, los huracanes, inundaciones y las enfermedades endémicas y epidémicas de estos lugares, que se daban solaz, por falta de médico o curandero.

Al respecto, hay quienes relatan, que a los niños que lograban cumplir los dos año, se les hacía plegaria y esculpían los mejores augurios para que llegaran a ser adolescentes y posiblemente viejos; sin embargo, por mas intentos que realizaban para hacer crecer las familias, estas perdían en la lucha a muchos de sus integrantes: no soportaban los embates del entorno.

No obstante, la tierra compensaba las penurias de estos conquistadores de su propia patria, porque les ofrecía en forma abundante, venados, jabalíes, iguanas, armadillos, guilotas, tejones, y en sus aguas, podían pescar chacales, lisas y una gran variedad de otros peces; solo que había que tener cuidado de los caimanes que habitaban en los esteros y ramales del entonces caudaloso río Armería. Así lo documentó el Prof. Gregorio Torres Quintero, en uno de sus cuentos colimotes.

Completaban su dieta, con diversas frutas silvestres, como los chicos, el zapote prieto, los guamúchiles, las guásimas, cocoyules y plátanos aventureros.

Estos guerreros natos, vivían en comunión con su medio ambiente, de tal suerte, que con los materiales que este les ofrecía, construyeron sus chozas apoyándose mutuamente.

La solidaridad, sabían, era la única manera de sobrevivir, ninguno podía enfrentarse solo ante aquel prodigio hecho por la naturaleza, porque reconocieron, que en aquella selva, únicamente podían enfrentarla viviendo en comunidad.

Eso los insto a pregonar lo hermoso del lugar y convencer a otros familiares y amigos para que se integraran al grupo, de tal suerte, que fuera menos azarosa su tarea. Aunque, hay que decirlo, prefirieron en primer termino traer a sus mujeres, para así aumentar la población, era la única manera de equilibrar su estancia con el hábitat.

Llegaron al lugar mujeres que ahora se recuerdan, como Lupe Mesina Navarro, Luisa Campos Nieves, Luisa Ruelas Bazán, Chuy Bejarano, Ignacia Vega, Candelaria Salas y otras más, que desde luego se acompañaron de Doña Felipa Silva, esposa e Don Leonardo Jaramillo Solís y sus dos hijas: Rosa y Ma. De Jesús.

La vida no fue fácil para estos hombres y mujeres, que lucharon con decisión en aquel contexto post-revolucionario, porque además de mantenerse inquebrantables en su voluntad de poseer un pedazo de tierra, tuvieron que luchar para obtener certidumbre y legalidad de su asentamiento, precisamente en aquellas fechas que se había desatado la contrarrevolución “cristera” y los hacendados contrataban “guardias blancas” previéndolos de armas y caballos, quienes en dos ocasiones, les quemaron sus chozas y trataron de cazarlos como animales, por el solo hecho de haberse declarado agraristas que luchaban por un pedazo de tierra.

Así fue la epopeya fundadora de este “ejido independencia”, porque los espacios estaban dominados por hacendados, que no tenían ninguna intención de compartir tan bello e indómito lugar; por tal razón la lucha fue enconada, pero firme, once hombres se alzaban sin darse tregua alguna. Su perseverancia dio frutos, porque el gobierno revolucionario, en el mes de julio de 1931, expropió 750 hectáreas, entre humedad y temporal, mismas que compartieron con otros valientes que se sumaron a la causa agrarista.

Ellos fueron: Don Gerardo Ruelas Pérez, Catarino Ávalos Preciado, Santiago Palomera, Crescencio Michel Vizcaíno, Filomeno Montes de Oca, Pánfilo Peredia Delgado, Salvador Jiménez, Sostenes Pérez Calvillo, Joaquín González Covarrubias, Ignacio Jaramillo Silva, Félix Ruiz, Miguel Preciado Bejarano, Bartolo Carrillo y Mateo Rosales González.

Enfrentando todas vicisitudes que se les presentaron, sin vacilar y siguiendo sus sueños, luchando cada día, unidas todas las familias, que se han mencionado, y otras que pudieran haberse olvidado por el fragor del paso del tiempo, constituyeron el “ejido independencia” y de paso, es de considerarse que fueron los pioneros en este valle, para que otros campesinos no los dejaran solos y se hermanaran en las luchas agraristas, aprovechando, que de oficio, el gobierno revolucionario ya había dictado un poco antes la dotación de tierras de la estación de Armería y el poblado de Cuyutlán.

Trabajaron con muchos sacrificios, pero a sus niños, el medio ambiente se los arrebataba a muy corta edad, pero el desafío era muy grande, y como la designación de un profesor, fue la base jurídica para que se reconociera la existencia de “once pueblos”, de tal manera, que todos se pudieron de acuerdo y trabajaron día y noche, con mucho tesón para elevar el índice de natalidad.

Así, contaron los viejos, que, en un corto plazo, en una enramada, que después fue la escuela, una mañana húmeda y calurosa llegó el “Profe Ticho”, porque ya había suficientes alumnos y tener un maestro fue todo un acontecimiento y ese día no se trabajó, se aprovechó para ponerle el nombre al lugar en donde, chicos y grandes, aprenderían a leer y escribir.

Se convocó a una asamblea para tomar la decisión, nada de lo trascendental, para los habitantes de los “once pueblos”, se hacía de otra manera, la democracia era imperante y participativa.

Después de mirarse entre ellos y no atinar como llamarla, un fundador de los “once pueblos”, habló en voz alta: “si el cura, Don Miguel Hidalgo y Costilla, con puros indios que no sabían leer ni escribir, inició la guerra de independencia, usted Profesor, acompáñenos a iniciar la guerra contra nuestra ignorancia, y haciendo honor a la insurgencia indígena, pongámosle a la escuela por nombre: “Independencia”. Y todos estuvieron de acuerdo con la propuesta de Don Leonardo Jaramillo Solis.

Así se llamó el terreno que cobijó aquella enramada, ahí, en ese lugar, se inició el crecimiento cultural de un poblado y hasta de este rumbo, porque en aquel tiempo, no había ninguna escuela, en lo que hoy es este de Armería, y esperanzados con el fortalecimiento de un ejido, en un amanecer soleado para el impulso de la educación, despegó con fuerza la reivindicación de los derechos sociales de la población campesina armeritense.

Cabe resaltar, que gracias a la necesidad de incrementar el índice poblacional de aquella escuela, llegaron a este mundo, muchos descendientes de aquellos fundadores, algunos de ellos, están aquí presentes. De ahí, el producto de esos árboles, siguieron dando frutos y llegaron al lugar más hermoso del mundo, “Armería, que sigue siendo nuestra tierra…”
Continuará la próxima semana.


*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima

chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

(2) LXXV Aniversario del Ejido Independencia

(Segunda y ultima parte)

Publicado en Diario de Colima
10 de diciembre de 2006

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

Con motivo de los actos conmemorativos del setenta y cinco aniversario de la dotación de la dotación de tierras al “ejido independencia” (24 de julio de 1931), los miembros de esa comunidad agraria rindieron merecido homenaje al progresista y comprometido líder don Leonardo Jaramillo Silva. La ceremonia en que se develó un busto en su memoria fue ilustrada con trascendentes y siempre bien recordadas anécdotas del homenajeado.

Sobre este particular, el presidente del comisariado ejidal Arnulfo Díaz Lara comento: “…hoy, que un servidor, me tocó presidir la representación de esta comunidad, considero justo, destacar el liderazgo de un hombre que nació el 6 de noviembre de 1903, en Autlán de la Grana, Jalisco, descendiente de Leonardo y Felipa; que compartió, con otros diez campesinos, la decisión de cultivar este maravilloso territorio, haciéndolo próspero y hospitalario, su vida transcurrió en una suerte de conjugar, de gozar la dicha, la amistad y la justicia de la exuberancia que ofrecía la naturaleza, a pesar de las condiciones de pobreza en que vivían.

Pasaron los años y Don Leonardo nunca olvidaría la lucha feroz que protagonizaron los habitantes de los “once pueblos” para poder distanciarse del suplicio que representaron las enfermedades y el contacto con los animales ponzoñosos que convivían en el mismo espacio, con aquellos arriesgados que lograron darle lustre a la tierra que los había recibido en su regazo.

Cuentan los que lo conocieron, que era un luchador nato, un experimentador hambriento de ver el resultado de sus intuiciones, un impulsor de la cultura, aún llevando a cuestas una falta de preparación académica, fue un alentador del principio universal de dar a quienes menos tienen, y en ocasiones, por que no, también a los que tienen, para saber si estos últimos, ante tal gesto, llegaban algún día emular su ejemplo.

Un formador de cuadros en diversas actividades, un impulsor incansable del desarrollo de la agricultura y del comercio, era tal su vocación de servicio, que sin tener títulos académicos, don Leonardo incursionó también en la política, porque su honestidad, sentido común y justiciero, le permitieron desempeñar sus actividades con responsabilidad y sabiduría. Era, en síntesis, un hombre de profundas convicciones. Dicen, que leía de todo, hasta la Biblia, aunque no era un manifiesto feligrés.

En este impulso, de auto-aprendizaje, don Leonardo, fue Presidente Municipal de Manzanillo, Presidente de la H. Junta Municipal de Armería, al parecer por tres veces, y Diputado Local por este Distrito, que incluía a Manzanillo. Se refiere, que cuando estuvo en este último cargo, habiendo desabasto de maíz en la región, convenció a los responsables del gobierno, para que solo dejaran salir únicamente el excedente de ese grano para otros estados, buscando que los colimenses no sufrieran la escasez de este producto, y en aquél entonces no faltó en ninguna mesa colimota, por mas pobre que esta fuera. Gestión que le valió la embestida de mas de alguno de sus colegisladores, no se diga de los especuladores que estaban en contra de tal medida.

Se preocupó también por la seguridad, así se dio a la tarea de formar las fuerzas rurales en Armería, y fue nombrado por sus integrantes como su comandante.

Se sabe que impulso diversas gestiones para sus conciudadanos armeritenses, como establecer e iniciar el primer jardín de Armería, que hoy es la plaza principal, aplicando la democracia participativa, simpatizantes o no de aquellos ideales, todos cooperaron y dejaron sus nombres en las bancas de granito. Así también logró la introducción del primer sistema de agua potable desde el “charco verde” y la primera planta de energía eléctrica, las actuales escuelas “revolución” e “independencia” y otras obras mas fueron inauguradas gracias a que este hombre, le daba preferencia al servicio de la comunidad, aun, antes de resolver algunas de las necesidades que tenia en su casa o en su propia parcela.

El impulso el desarrollo económico que don Leonardo aplicaba no se detenía, cuando se presentaron las necesidades de transporte, se reunió con un grupo de compañeros locales, de Colomos y la ciudad de Colima, y fundaron la cooperativa de los autobuses “rojos”, (Colima, Tecomán, Armería, Manzanillo y anexas) de la cual fue su primer presidente.

La salud no quedó fuera de su alcance, porque hubo una época en que proliferó el alacrán y el paludismo y con su platica de natural convencimiento, persuadió a los productores para que de sus cortes de plátano, aportaran dos centavos por kilo, para iniciar un lucha frontal, ante tan fatal arácnido, propuesta que fue aceptada por unanimidad, y así, muchos hombres y mujeres de ahora, que fueron niños entonces, lograron no verse reflejados como un numero menos de la población de Armería. Se debe reconocer que en aquel tiempo el campo era rentable, y los agricultores sabían, que si su comunidad estaba bien, ellos siempre progresarían.

Cuentan, que en una ocasión don Juan Torres llegó mortificado y a todo lo que daba, buscando a don Leonardo, y le dijo, casi ahogándose, que a don Lucio le había picado un alacrán, y aquel le dijo, no se preocupe, el ya debió haber mascado hojas de “guaco”, y lo más seguro que ese alacrán ya se murió. Así fue, larga vida tuvo don Lucio y el bicho en mención había terminado su existencia. Tal conocimiento de la naturaleza, en especial de su flora, deberíamos de rescatarla para bien de todos.

La idea de la solidaridad en la alimentación era una premisa, criaban cerdos y aves, sembraban el maíz, el fríjol y otros vegetales para compartirlos entre todos.

Y cuando parcelaron su dotación de tierras, creció la agricultura con la palma de coco, el limón criollo y las plataneras, a tal grado, que aquel grupo lidereado por don Leonardo, también creció en el número de sus integrantes, eran tan entusiastas, que solicitaron y obtuvieron la ampliación de tierras en el “llano”, ahí fue donde algunos se volvieron ganaderos y los primeros productores de ajonjolí, porque don Leonardo les trajo, quien sabe de donde, una variedad de ajonjolí que pegó muy bien, y los ejidatarios de aquel entonces le pusieron el nombre de “ajonjolí Jaramillo”. La tierra nada les negaba, uno aprendía del otro, platicaban y se entendían muy bien, porque eran gente honesta y tenían un líder, en verdad desposeído de cualquier egoísmo.

Don Leonardo fue un conocedor del medio ambiente y e las plagas, es el caso, que en su tiempo hubo una que se intensificó en las palmeras, se le conoce aun como la del “mayate prieto”, intuía que si no se combatía a tiempo, sufrirían grandes pérdidas, así que igualmente, con la democracia participativa, impulsó una campaña que pagaba a veinte centavos cada mayate que acopiaran vivo o muerto, y de esa manera se protegieron y se ampliaron los palmares que aun están sobreviviendo.

Los muy allegados a don Leonardo, sabían de su poca preparación escolar, para los de hoy, primer año de primaria. Pero el había desarrollado otras habilidades, por ejemplo, para los tramites oficiales, escribía en una pequeña máquina, con tal precisión jurídica y brillantez de argumentos, que sus epístolas tenían un impacto abrumador; no había oficina, político o ciudadano que se opusiera a ellas. Primero, no tenía ninguna falta de ortografía. Segundo, su discurso era claro, preciso y contundente. Es una lastima que no hubiera sido maestro, dijeron algunos de sus contemporáneos, las cosas para muchos hubieran sido diferentes.

En ocasiones, le pedía a doña Porfiria, su esposa, que le ayudara a escribir, pero le insistía “sin faltas de ortografía”, y ella le contestaba, tu no te preocupes, yo de lo que escribo estoy segura, y ya al terminar, don Leonardo se ponía a corregir toda la hoja, efectivamente, dicen que su compañera, tenía muy mala ortografía, pero una letra hermosa.

Las leyes las estudiaba y los vocablos que no entendía los consultaba en otro libro que él llamaba el “tumba burros”, se trataba de un diccionario.

Tenía un sentido tal de la justicia, en defensa de los más débiles, que nunca le importo patrocinarlos y enfrentarse a los poderosos de aquella época, aunque fueran los líderes espirituales de cualquier feligresía, ricos, poderosos o influyentes en el gobierno. Hay muchas anécdotas al respecto que sería muy largo contar.

En las luchas agraristas de esta zona, también se distinguió, sería bueno que le preguntáramos a don José Méndez del ejido “periquillo”, a Celestino Mora, del ejido “Agua Zarca” y de otros núcleos ejidales, sus compañeros o descendientes, podrán darnos testimonio del apoyo que don Leonardo les dio cuando estaban iniciando la constitución de sus comunidades agrarias. Porque algunos de ellos nos han contado, que don Leonardo, los visitaba y alentaba con cierta frecuencia, llegando a pie entre lodazales hasta las rodillas, con torrenciales aguaceros y sentándose en el suelo con los incipientes agraristas para intercambiar sus estrategias y no aflojar hasta lograr que se les resolviera su dotación de tierras.

El desarrollo cultural se desató, la población estudiantil y magisterial creció, pero ambos tenían que transportarse, así que don Leonardo buscó la manera de ayudarles, y convenció a los compañeros de la cooperativa de los rojos, para que se les otorgara el 50 % de descuento, lográndose sin ningún regateo, el primer descuento histórico en el transporte a los maestros y alumnos. Hasta la fecha, aún continua vigente dicho descuento.

Don Leonardo, siempre fue leal con los personajes que inspiraban o apoyaban su causa, como don Lázaro Cárdenas del Río y don Adolfo Ruiz Cortínes. Con el primero, se lanzó defendiéndolo y apoyándolo con publicaciones de artículos y cartas abiertas en la prensa nacional, cuando los políticos y poderosos de dinero lo atacaron por el reparto agrario y por sus ideas progresistas, pero nunca acudió a pedirles sirviera de “padrino” para algún puesto político. Pero si le valió afinidad con el segundo, fue tanta su relación con Ruiz Cortines, que en ese tiempo gobernaba, que en cierta ocasión, don Leonardo viajó con su familia al Distrito Federal y fueron distinguidos por el Presidente, hospedándolos en su propia casa.

Cuantas cosas mas pudiera recordarles como lo ha hecho el “filosofito” y otros mas. Pero en este día tan especial, debemos otorgar un pensamiento a todos y cada uno de los fundadores de nuestro “ejido independencia”, por darnos la oportunidad de estar en el contexto local y nacional, pero en especial a quien se destacó como su líder, don Leonardo Jaramillo Silva, para así, siguiendo su ejemplo, podamos continuar impulsando el desarrollo de nuestra comunidad, manteniendo la unidad en nuestro núcleo y ayudar a que se propague la cultura que es la única manera de poder trascender en las generaciones.

Enhorabuena por nuestro aniversario y sobretodo, que Armería siga aportando su apoyo a los gobiernos progresistas y revolucionarios, para que logremos vivir mejor, con otras expectativas de vida, que nuestros hijos y nuestros nietos, posteriormente se sientan orgullosos de todos nosotros…”


*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima

chavezmichel@colima.com
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lunes, 5 de noviembre de 2007

Reinas de Armería en la Feria de Colima

Publicado en Diario de Colima
Domingo 4 de noviembre de 2007

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

El día de “Todos Los Santos” es una fiesta religiosa que se celebra el primero de noviembre en los países de tradición cristiana. En ella se venera no solo a los santos que se mencionan en el calendario litúrgico, sino también, a todos los fieles que ya están en el cielo. Su origen data desde el Antiguo Testamento, cuando Abraham llevó a su hijo primogénito ante el Señor y le dijo: “por ti estoy dispuesto a sacrificarlo”. Entonces el Señor le expresó: “Se te hace gracia”; luego Abraham de su rebaño sacrificó un cordero como símbolo de amor y de fe. Por ello, el pueblo hebreo veneraba a sus mártires para rememorar el sacrificio que el padre Abrahán hizo para honrar a Dios.

En Roma durante la persecución realizada por el Emperador Diocleciano (284-305) hubo tantos mártires que no alcanzaban los días del año para conmemorar a todos. Así, a partir del siglo IV surgió la necesidad de una fiesta en común la cual se comenzó a celebrar en diferentes fechas. El 13 de Mayo del año 610, el Papa Bonifacio IV consagró el Panteón Romano (donde antes se honraba a dioses paganos) para ser templo de la Santísima Virgen y de todos los mártires. Fue así que se inicia la festividad para “Todos los Santos”. Gregorio III (731-741) la transfirió al primero de Noviembre. El Pontífice Gregorio IV (827-844) la universalizó a toda la Iglesia Católica.

Por lo que se refiere a la conmemoración de los “Fieles Difuntos”, popularmente llamada “Día de Muertos”, es una celebración cristiana que tiene lugar el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que concluyeron su vida terrena y según la costumbre religiosa se encuentran aún en estado de purificación.

La práctica de orar por los difuntos también es muy antigua. El libro 2° de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice:"Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados"; y siguiendo esta tradición, en la iglesia primitiva se inscribían, en la díptica, los nombres de los hermanos vivos y los muertos por quienes se oraba. La díptica era un libro formado por dos tablas pareadas (plegables).

También para recordar a sus muertos, desde tiempos remotos, nace la costumbre cristiana de visitar las tumbas de sus difuntos, llevar ofrendas florales y rezar por ellos, intercediendo así, para que pronto se encuentren con el Señor en el cielo. La costumbre de celebrar misa por los difuntos se remonta al 2 de noviembre del año 998 cuando fue instituida en el sur de Francia por San Odilón, monje benedictino. En el siglo XIV el Vaticano adoptó esta práctica.

En México, el origen indígena de honrar a los muertos se remonta al período prehispánico en donde era común la práctica de rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento. Los aztecas, poseían un calendario solar que contenía no solo noticias de las fiestas, ceremonias y ritos religiosos, sino también formulas de sortilegios y adivinación. Fragmentaban sus fiestas en fijas y móviles, entre las últimas se contaban las consagradas al sol.

El año lo dividían en 18 meses de veinte días cada uno. Abarcaba un ciclo de 52 años que representaban gráficamente por un círculo en cuyo centro había una imagen del sol y en medio de dicho círculo una serpiente que daba cuatro vueltas sobre si misma, una en cada cuadrante, a cada uno de los cuales correspondían 13 años del periodo de los 52. Cada mes lo dedicaban a una divinidad diferente, de modo que en todos había una fiesta religiosa.

Las festividades del noveno mes eran dedicadas a la celebración de los niños y los parientes fallecidos. Estas fiestas eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (se le relaciona con "la Catrina", personaje de José Guadalupe Posada) y su esposo de Mictlantecuhtli, “Señor de la tierra de los muertos”.

En el siglo XVI cuando los conquistadores llegaron a América, se aterraron por las prácticas paganas de los indígenas, y en un intento de convertir a los nativos al catolicismo movieron la fecha del festival autóctono para que coincidiese con las festividades católicas del “Día de todos los Santos y Todas las Almas”. Los españoles combinaron sus costumbres con el festival similar mesoamericano, arraigándose de este modo las tradiciones del actual “Día de Muertos”.

La festividad de los muertos en México está llena de costumbres que varía según la región, entre otras, a las personas les gusta llevar flores, velas, alimentos y hasta música a las tumbas de sus familiares y amigos extintos. Muchas familias hacen “altares de muertos” en homenaje a sus difuntos. Sobre una mesa cubierta con un mantel ponen una fotografía de la persona fallecida y la adornan con flores y algunos recuerdos. También, entre la sociedad mexicana, se tiene la tradición de elaborar composiciones en verso en donde a manera de epitafios se ironiza a personajes vivos o muertos.

Enlazadas por el tiempo y conforme a las tradiciones descritas, en Colima, a la usanza de los primeros años de la colonización, la festividad de “Todos los Santos” también se une al día de los “Fieles Difuntos”. La primera referencia histórica de la fiesta popular más antigua del estado, “se encuentra en un Acta de Cabildo del Archivo Histórico Municipal, fechada en 1572, en la que se registra una querella violenta entre un mestizo y varios indios, precisamente mientras se desarrollaba una procesión ceremonial indígena con antorchas y velas de cera encendidas, a la media noche del 1º de Noviembre de 1572” (Concluye la cita: (http://www.feriadecolima.com.mx).

En la misma fuente se consigna que durante los siglos XVI al XIX esta celebración fue arraigándose a la vida cotidiana de los colimenses hasta convertirse en la fiesta popular de mayor auge en el Estado. También se precisa, que por gestiones del diputado colimense presbítero José María Jerónimo Arzac, el primer Congreso General del País, declaró oficialmente la Feria de “Todos Santos” el 1º de noviembre de 1826. Inicialmente, estas conmemoraciones se desarrollaban en la Plaza Mayor de Colima, frente a la Parroquia (actual Catedral).

Con el transcurrir de los años, la Feria creció y el Jardín Libertad llegó a ser insuficiente, lo que motivó que en 1906 la administración gubernamental de don Enrique O. de la Madrid, dispusiera su traslado a la Alameda o Plaza Nueva (hoy jardín Núñez), donde permaneció 52 años. En 1934 el Gobernador interino José Campero la trasformó en “Feria Regional, Agrícola, Ganadera, Comercial e Industrial del Estado de Colima”. Para representar, en esta festividad, a la belleza de la mujer colimense, la principal innovación de la nueva feria fue la elección de una reina. Le correspondió a María Luisa Bracamontes García el privilegio de ser la primera soberana de nuestro máximo festejo, siendo coronada por el Gobernador Salvador Saucedo.

En 1958 el Gobernador del Estado Rodolfo Chávez Carrillo cambió la Feria del Jardín Núñez a las instalaciones de la Unidad Deportiva “Ignacio Zaragoza”, que funcionaba en los predios en donde años mas tarde, doña Griselda Álvarez construyó los actuales palacios Legislativo y de Justicia. En 1978 el Gobernador Arturo Noriega Pizano la reubicó a los terrenos inmediatos al poblado de la Estancia, en donde actualmente se desarrolla.

Durante los últimos setenta y cuatro años la Feria solo se ha suspendido en cuatro ocasiones, la primera, por el sismo del martes 15 de abril de 1941 que destruyó la mayoría de los hogares y la totalidad de los edificios públicos y templos de la ciudad. A consecuencia de la fiebre aftosa que afectó a la ganadería local y nacional se decidió no convocarla durante los años de 1947 y 1948. La edición de 1959 se canceló debido al ciclón del 27 de octubre que azotó a la costa colimense. Su reina electa la señorita Adriana Sánchez de la Madrid fue coronada hasta el siguiente año (1960).

De 1934 a 1980 se eligieron mediante voto económico cuarenta y dos reinas de la Feria; 37 representantes de Colima, 4 de Tecomán y una de Manzanillo. Dado el potencial económico de los tres principales municipios del estado, la lucha por la Corona siempre resultaba muy competida entre Colima, Manzanillo y Tecomán. A partir de 1981 cambió el sistema de voto económico por elección a través de un jurado calificador, que a partir de este año, entre otros aspectos, se evalúan belleza, cultura y simpatía de las participantes. Con este procedimiento han alcanzado el codiciado centro 28 hermosas damitas: 8 de Colima, 5 de Tecomán, 4 de Armería, 4 de Cuauhtémoc, 3 de Comala, 1 Manzanillo, 1 de Minatitlán, 1 de Villa de Álvarez y una representando a la Universidad de Colima.

La primera vez que Armería concurrió a este certamen fue en 1981 en donde nuestra enviada Martha Elena Contreras Álvarez fue Corona Princesa, resultando reina la embajadora del Municipio de Colima Alicia Ochoa Verduzco (Alicia II). Del año 2000 a 2008 se han elegido 8 reinas: 4 de Armería (Elvira Lizet I, Jania Astrid I, Grecia I y Laura Karina I); 2 de Comala (Erika Edith Espinoza González y Ma. Guadalupe de la Luz Villalobos); 1 de Colima (Linda Marisol Cruz Sánchez) y una de Cuauhtémoc (Fátima Guadalupe Hernández Rangel).

Elivira Lizet Orozco Cabrera fue la primer soberana representante del Municipio de Armería. Elivira Lizet I Resultó electa en un certamen realizado en el Auditorio Elías Zamora Verduzco de la población de Cuauhtémoc. Fue coronada por el Lic. Fernando Moreno Peña el 28 de octubre del año 2000. Es hija de los señores Tomás Orozco Aguirre y Elsa Berenice Cabrera Pérez. Sus abuelos maternos son Benjamín Cabrera Álvarez y Bertha Pérez Ochoa. Le sobrevive su bisabuela, mi tía Elvira Ochoa Chávez, viuda de Emilio Pérez Alcocer.

Jania Astrid Álvarez Mora, nieta de don Víctor Mora Nolasco es hija de Arturo Álvarez Zamora y de Ma. Mercedes Mora García. Después de una reñida competencia escenificada en el módulo del gobierno del Estado Jania Astrid I fue coronada el 19 de octubre de 2004 por el prof. Gustavo Alberto Vázquez Montes.

La elección de Grecia I (Grecia Pineda Espíritu) se realizó en el Casino de la Feria y fue coronada reina por el Lic. Jesús Silverio Cavazos Ceballos el 28 de octubre de 2006. Sus padres son Adolfo Pineda Sotomayor y Bertha Alicia Espíritu Macías. Sus abuelos maternos son Gonzalo Espíritu Ruelas y Ma Soledad Macías Ramírez. Es sobrina de la expresidenta Municipal de Armería Profa. Rosa María Espíritu Macías.

En la edición 2007, la representante del Municipio de Armería, por segunda ocasión consecutiva alcanza el anhelado cetro en la persona de Laura Karina Jara Barajas (Laura Karina I), su elección se llevó a cabo en el Casino de la Feria el 21 de octubre y fue coronada el sábado 27 del mismo mes por el Lic. Lic. Jesús Silverio Cavazos Ceballos. También recibió los títulos de señorita fotogenia y señorita Elegancia. Laura Karina I, es hija del matrimonio formado por el señor J. Refugio Jara López y la señora Ma. Guadalupe Barajas Carrillo.

En la solemne ceremonia de coronación, a invitación del Presidente Municipal de Armería mi amigo el licenciado Juan Manuel Covarrubias Leyva, tuve el privilegio de resaltar su belleza a través de la siguiente alocución:

“… Armería, remanso, promesa y esperanza de sus hijos se engalana, porque hoy, nuevamente, una de sus más preciadas infantas es coronada reina del máximo festejo que unifica a todo el colectivo colimense y que anualmente celebramos con entusiasmo y emoción. Así, desde lo más profundo de mis sentimientos, es para mi un alto honor, alzar mi voz, para proclamar desde oriente hasta occidente, cruzando por septentrión y mediodía, este “pregón” dedicado en tu honor, hermosa soberana.

Tú señorial nombre de Laura, simboliza triunfo y victoria. El de Karina, representa a la bien amada. Luego entonces, además de victoriosa y bien venerada, con tus títulos de fotogenia y elegancia más tus signos de simpatía y vocación de triunfo, seguros estamos, que serán la fuerza, para hacer brillar en todo su esplendor, fineza y elegancia a la mujer colimense que se enorgullece con tu encantadora hermosura.

Por ello, aquí y ahora, las anteriores soberanas, con su gracia, simpatía y amor por esta fértil tierra costeña, asisten a tu coronación para honrar las ricas tradiciones de nuestro pueblo. Todas ellas, con humildad y señorial solemnidad, en su reinado prestigiaron y enaltecieron a Colima. Con su talento y trabajo, nuestra Feria se ha convertido a lo largo de los años en uno de los espacios más importantes para la difusión y promoción de nuestros usos y costumbres en donde se fomenta y confirma nuestra identidad y sentido de pertenencia.

Nuestro pueblo se abre en estos días a la alegría, a la fraternidad y a la esperanza. Cada edición, con la participación de muchas instituciones y personas, impulsa nuevas fortalezas agrícolas, ganaderas, industriales y comerciales. En su sentido más amplio, también nuestros centros educativos promueven nuestra cultura y consolidan nuestros valores.

En esta tesitura, hermosa soberana, seguros estamos que cumplirás con tu nueva encomienda. Con la tenacidad de tu esfuerzo, la luminosidad de tu inteligencia, la perseverancia de tus ilusiones y el valor de tu entereza, sin duda alguna, llevarán a nuestro tradicional festejo, a nuevos estadíos de familiar convivencia y fraternal armonía.

Hago votos para que alcances tus sueños que te llevarán al éxito en esta nueva etapa de tu vida y recuerda que con la ayuda de Dios y de tu familia llegarás muy lejos. ¡Adelante y enhorabuena!. Felicidades reina mía. Salud…”

*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

jueves, 1 de noviembre de 2007

Lo que bien se aprende, jamás se olvida

Publicado en Diario de Colima
1ro. de abril de 2007

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

CUANDO tuve el honor de estudiar la primaria (1955-1961), en los planes y programas de estudio, además de historia universal y nacional se estudiaba historia y geografía de Colima. Por ello, hoy, en esta colaboración con afecto y gratitud evoco a tres distinguidos maestros que marcaron, desde la infancia, mi acentuada inclinación, por conocer y estudiar la historia de mi pueblo. Me refiero al Prof. Jaime Granados Burgos y las maestras Esperanza Retolaza y Judith Camacho Rosales.

La maestra Esperanza Retolaza fue mi profesora del tercer grado de primaria en la escuela federal “Revolución” y recuerdo, que con enorme entusiasmo, nos explicaba la evolución, florecimiento y ocaso de las culturas prehispánicas de mesoamérica y la consecuente relación de los pueblos tolteca y mexicana con los fases locales clasificadas en período Armería (ubicado entre los años 850 y 1250 d.c.) y Complejo Periquillo (1250 a 1521 d.c.). Para ejemplificar sus lecciones sobre las “tumbas de tiro” nunca faltaron, en sus relatos, las figurillas de barro color rojizo que se localizaban a flor de tierra, en los solares, de lo que hoy es la colonia independencia.

Lo que más nos impresionaba de la alfarería precolombina eran sus representaciones antropomorfas (forma humana), zoomorfas (forma animal) y las fitomorfas (formas de plantas o vegetales). Entre las figurillas antropomorfas destacaban las mujeres moliendo en metates o amamantando a sus críos, bailarines, cargadores, guerreros y músicos. Por lo que se refiere a las zoomorfas abundaban los pericos, perros y armadillos. Las fitomorfas más representativas eran las que tenían la forma de una calabaza.

En cuarto grado, el profesor Jaime Granados Burgos, de origen yucateco, además de enseñarnos a tocar las cornetas y tambores de nuestra solemne “banda de guerra”, amplió nuestros conocimientos sobre la cultura maya. No menos importantes eran sus disertaciones sobre la conquista de América, las encomiendas y el arte colonial gótico, barroco y neoclásico. Con pasión desbordante explicaba los períodos de la independencia, la reforma y la revolución.

Posterior al ciclón de 1959 cursé el quinto y sexto grado de primaria en el colegio “Sor Juana Inés de Cruz”, que en esa época, la sección de “niños” funcionaba en forma itinerante. En efecto, el quinto año lo iniciamos en Veracruz No. 29, en casa del Padre Juan Hernández León y lo concluimos, por la calle Colima No. 69 en un predio propiedad del Sr. Luis Aparicio. El sexto grado empezó en la esquina formada por las calles Progreso y Veracruz, frente al jardín principal (contra esquina de la actual Presidencia Municipal) y culminamos en la finca ubicada entre las calles Nayarit y Allende.

La apreciada, respetada y siempre bien recodada profesora Judith Camacho Rosales fue mi maestra de quinto y sexto grado. Mujer hermosa, culta e inteligente, de carácter fuerte, pero justa y comprensiva. No permitía faltas de ortografía y fomentaba en forma abundante el estudio y análisis de buenos libros. En el turno matutino cumplía a cabalidad con los programas oficiales de la instrucción primaria. Por las tardes, asistíamos, sin excepción, a los talleres de retórica, lectura y redacción que ella misma nos impartía. Entre las lecturas complementarias a los libros de texto, nunca faltaron “Cuentos Colimotes”, “La Patria Mexicana” y “Elementos de Historia Nacional” del maestro Gregorio Torres Quintero.

Sus autores favoritos eran Miguel de Cervantes Saavedra y Sor Juana Inés de la Cruz. Del primero, por capítulos, distribuía entre los alumnos, para su lectura, las obras del novelista, poeta y dramaturgo español oriundo de Alcalá de Henares. Luego, uno a uno comentábamos, con nuestras palabras y a nuestro nivel, lo que habíamos entendido sobre el tema principal, personajes participantes, diálogos, argumentos y desenlace. Así, en dos años examinamos, hoja por hoja y capítulo por capítulo los seis libros de “la Galatea” y las novelas ejemplares: El amante liberal, Riconete y Cortadillo, la española inglesa, el Licenciado Vidriera, la fuerza de la sangre, el celoso extremeño, la ilustre fregona, las Dos Doncellas, la Señora Cornelio, Casamiento Engañoso y los perros Cipón y Berganza.

La obra que más nos impactó y nos marcó de por vida fue la del “Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”. Capítulo a capítulo seguimos las batallas, aventuras y andanzas del flamante caballero andante de la triste figura; su caballo rocinante; la forma en que se arma caballero; su chispeante e imaginaria veneración a la hermosa princesa Dulcinea de Toboso; las anécdotas de su fiel escudero Sancho Panza y su fatigado jumento. En las clases de dibujo, nunca faltaron las siluetas de los molinos de viento.

Quienes fuimos condiscípulos, aún a cincuenta años de distancia, cuando nos reunimos, no falta quien inicie nuestras pláticas evocando aquellos momentos en la siguiente forma: “…En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…” Bien nos decía la maestra judith: “…lo que bien se aprende, jamás se olvida…”

En las ceremonias cívicas de todos los lunes, además de los honores a la bandera y las efemérides de la semana, era obligación institucional declamar un poema de la musa latina Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz. Así formaban parte de nuestro cotidiano repertorio: Redondillas, Este amoroso tormento, Detente sombra, Finjamos que soy feliz, Pues estoy condenada, Estos versos lector mío, Ya que para despedirme, Dime vencedor rapaz, Verde embeleso y Esta tarde mi bien...

En verdad, era altamente emocionante ver y escuchar declamar a nuestra querida maestra, sus ademanes, gestos y timbre de voz le imprimían un sello tan penetrante como especial al hermoso poema de Redondillas, que si mal no recuerdo lo decía en la siguiente forma:

“…Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo…”

Estas remembranzas vinieron a mi memoria el pasado jueves con motivo de la inauguración del “mes de la lectura y el libro” que se instituye a propuesta de mi diligente amigo Secretario de Cultura del Gobierno del estado Lic. Rubén Pérez Anguiano. En este orden de ideas, coincido con las reflexiones vertidas en este evento por el Señor Gobernador del Estado, que al efecto aseveró: “…Una sociedad que frecuenta la lectura, que goza de la lectura, que fomenta la lectura, es una sociedad más sensible, mejor informada, más reflexiva, más propositiva y más precisa en la definición de sus retos y oportunidades…”. Felicidades y enhorabuena.

* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

chavezmichel@colima.com
chavezmichel@gmail.com

Gratos recuerdos

Publicado en Diario de Colima
6 de mayo de 2007

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

PARA sorpresa de quien esto escribe, la semana antepasada al examinar en mi domicilio particular la correspondencia electrónica, con agrado leí y releí un e-mail procedente de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, que a la letra dice: “…Sr. Miguel Chávez Michel, antes que nada permítame saludarlo y presentarme, mi nombre es Norma Guadalupe Burgos Camacho, soy hija de la maestra Judith Camacho Rosales. Tuvimos la oportunidad de leer su entusiasta columna , publicada en el primero de abril de este año. A mi madre le dio mucho gusto leer que uno de sus alumnos la recuerde con tanto aprecio y por mi conducto agradece sus emotivos comentarios; al igual que yo, ella también recuerda con mucho cariño a sus alumnos de Armería y me pidió le proporcionara su número telefónico para saludarlo. Gracias por tomarse el tiempo de leer este correo. Con gratitud: Norma Burgos…” (Concluye la cita).

Tal vez por los años transcurridos, sin tener noticias, de mi apreciada maestra, fue tanta mi sorpresa que me quedé un buen rato francamente asombrado, no lo podía creer. A mi mente, con la velocidad del rayo, se presentaron múltiples remembranzas y no menos preguntas; a la vez que recibía con júbilo la buena noticia que aún vivía mi bien recordada maestra, me interrogaba, ¿cómo llegó a sus manos mi anterior colaboración? ¿Cómo se encuentra de salud? ¿Qué fue de ella?, etc.

Simultáneamente, se manifestaron gratos recuerdos de la infancia; evocaciones de sus amenas y espléndidas clases; los nombres, apodos, ingenios, juegos y una que otra diablura de los condiscípulos y las no menores travesuras, de quien ahora comenta esas vivencias. También vinieron a mi mente evocaciones de los exámenes escritos y orales, las lecturas, las tareas, las exigencias de nuestros padres, los premios y castigos. En síntesis, agradables añoranzas de los días que jamás volverán.

No sin antes agradecer el correo recibido, por la misma vía (e-mail), acusé recibo informando que esa noche me comunicaría telefónicamente con la maestra Judith Camacho Rosales. Y así fue, personalmente me contestó, de inmediato, no obstante los años transcurridos, identifiqué su timbre de voz. Desde los iniciales saludos, a través de sus palabras y exacto conocimiento de conductas y contextos, advertí, que sabía más de las familias, carreras y andanzas de quienes fuimos sus alumnos, que nosotros, de su vida.

Con puntual lucidez mencionó uno a uno, por sus nombres y apellidos, casi a la totalidad de sus discípulos y en la medida que los nombraba, con risas, chascarrillos y agudezas, no faltaron menciones de las alegres anécdotas, tanto individuales como grupales de la época. Por más de una hora, juntos repasamos gratos recuerdos. Así, con agradables testimonios, iniciamos nuestras remembranzas evocando, con reconocimiento, amistad y simpatía, a quienes ya se nos adelantaron en el camino sin retorno: Ernesto Mora, José Fierros Villa e Ignacio González Diego.

Luego, se acordó, entre otros, de Rodolfo Mora García, Jorge Macías, Pepe Virgen, Jaime y Joel Jiménez Virgen, Raúl Díaz Rincón, J. Jesús Mora Govea, José Luis Magaña, J. Jesús Ortiz Montes, Dámaso Aparicio, Juan Alberto Gómez, Ignacio Hoyos García, Efraín Ivón Pérez Ochoa, Jorge Virgen, Arnulfo Díaz Lara y mi hermano José Chávez Michel. Me comentó, que dado el acercamiento que conserva con su madrina la señora Mercedes Rodríguez viuda de Ramírez, tiene excelentes relaciones de amistad con los hermanos Arnoldo y Felipe Ramírez Rodríguez, a quienes visita con cierta periodicidad.

Hermanados en los recuerdos, evocamos la memoria del padre Juan Hernández León y al efecto, ambos, coincidimos en la destacada labor educativa que desarrolló al frente de la parroquia de Armería. Simultáneamente, reconstruimos su recta severidad y estricta exigencia en el cumplimiento de los planes y programas de estudio del Colegio “Sor Juana Inés de la Cruz”. En los mismos términos, aludimos a la señora Ernestina Linares Michel de Herrera, presidenta del Patronato, quien además de estar al pendiente del buen manejo de los recursos financieros del plantel, coordinaba con basto entusiasmo las actividades culturales y dirigía las veladas literarias y obras de teatro.

Con diligente concreción recordó la precisa exigencia, cuidadosa vigilancia y puntual apoyo que recibió de nuestros padres, quienes siempre estuvieron atendidos y enterados de los avances educativos de sus hijos. En este orden, aludió, con especial amabilidad y satisfactorios recuerdos a don Felipe Ramírez Alcaraz, Víctor Mora Nolasco, Rosalío González Espinosa, Genaro Díaz Cuevas, Emilio Pérez Alcocer, Salvador Mora Nolasco, Valente Jiménez Delgado, Miguel Chávez Vega, Arnulfo Díaz Cuevas, Ignacio Hoyos Velázquez, Luis Aparicio, Luis Magaña, Miguel Gómez Medina y muchos más, que en este momento escapan a mi memoria.

Del mismo modo, como si fuera ayer, enumeró hechos y anécdotas de nuestras astutas ocurrencias; de las avispadas habilidades para aprender picardías y de las sanciones a que nos hicimos acreedores. Citó, con original rectitud, las ocasiones en que tuvo que utilizar la fuerza de su carácter, para no perder el control y el respeto de sus alumnos. Seguro estoy, que con la satisfacción del deber cumplido, me expreso: “…Gracias a enérgicas medidas disciplinarias y el puntual apoyo de sus padres, hoy puedo decir con orgullo, que todos son hombres de bien…” Y concluyó: “…Todos fueron buenos estudiantes…” En este aspecto, mucho ayudaron los padres de familia que siempre revisaban las tareas y estaban muy al pendiente de las calificaciones de sus hijos…”

Por mi parte, al expresarle mi gratitud, estimación y afecto personal, le comenté que desde hace algunos meses Pepe Virgen propone una reunión de convivencia familiar de todos los egresados del Colegio “Sor Juana Inés de la Cruz”, para conmemorar el cincuenta aniversario de haber concluido la educación primaria. De concretizarse, aceptó ser nuestra invitada de honor. (Concluye el diálogo telefónico).

Abordando el tema que nos ocupa, el pasado jueves, en la reunión quincenal del Club de Leones de Armería, compartí con mi condiscípulo y hoy compañero León Joel Jiménez Virgen el grato diálogo sostenido con la maestra Judith Camacho Rosales. Ante la encantadora noticia, de inmediato se agregaron a la plática el Prof. Druso Alfonso Escalante Petra y don Antonio García Nuñez, este último, nos comentó, que en efecto, en la Semana de Pascua la había saludado, ya que la maestra Judith había ido a su domicilio a visitar a su esposa Raquel León.

De inmediato, se volcaron conocidos y agradables recuerdos. Entre otros, Joel Jiménez Virgen hizo referencia a la solemnidad de los exámenes orales de la época que se realizaban en presencia de los padres de familia y autoridades educativas. También, nos participó que aún conserva libros y libretas de quinto y sexto año de primaria, y que en ellos, en donde concluyen las tareas o las lecciones presentadas, se observa, después de la calificación encerrada en un círculo, las iniciales “JCR”, que corresponden a la maestra Judith Camacho Rosales.

Por todo lo anterior, al recordar con afecto y gratitud a nuestra querida y siempre bien recordada maestra Judith Camacho Rosales, sean estas humildes pero sinceras líneas, un timbre de honor a su persona y al apostolado de su misión magisterial. Gracias maestra y que viva muchos años.

*El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

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Etapa del Oro Verde

Publicado en Diario de Colima
26 de marzo de 2006

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

Por cerca de una década (1935 -1944), el cultivo del plátano, fue la principal fuente de empleos y riqueza de la zona agrícola de Armería. En efecto, mi padre, Miguel Chávez Vega, hábil y agudo conversador, en uno de sus múltiples comentarios reseñaba que a cuatro personajes se les debía, el entonces fecundo y generoso cultivo del banano en Armería; con lúcida emoción y puntual discernimiento que transmitía en amenas charlas, se refería con mucho respeto, entre otros, a Don Rosendo Corona, Leonardo Jaramillo Silva, Eusebio Michel Rincón y Francisco Moreno (Don Pacho).

Para mi padre, posterior al “maremoto” y a la dotación de tierras en los ejidos “Armería”, “Cuyutlán” e “Independencia” y, casi paralelamente a la siembra del “cocotero” se inicia el cultivo del “plátano” de la siguiente manera:

Entre 1932 y 1935, Don Francisco Moreno, dueño el “Hotel Colonial” del puerto de Manzanillo y visionario comerciante que ya desde entonces, infería la “idea” de exportar productos agrícolas hacía el gran mercado norteamericano, convenció a los líderes agrarios Rosendo Corona y Leonardo Jaramillo Silva para que abrieran sus nuevas tierras al cultivo del plátano, para lo cual, además de habilitarlos económicamente, se comprometía a comprarles la totalidad de la producción.

Para Don Pancho Moreno, Armería reunía tres potencialidades que podían transformarlo en el primer productor de “banano” en el Estado: uno, tierra húmeda y fértil; dos, la fuerza de trabajo de los nacientes grupos agrarios y tres, la importante vía de comunicación de la época, como lo era, el ferrocarril; pero había un problema, la falta de canales de riego.


Con el apoyo moral, político y económico de Don Pancho Moreno, trajeron de Cihuatlán, Jalisco, las primeras cabezas de plátano de la variedad conocida con el nombre “roatán”. Para llevar el registro y control de los préstamos a los ejidatarios y a la vez, comprar el producto para comercializarlo hacia Estados Unidos de Norteamérica., el mismo Sr. Moreno, designó, como su representante en Armería a Don Eusebio Michel Rincón.

Don Eusebio Michel y su linda esposa Doña Elenita Ortega, muy pronto, con su caballerosidad, honesta y prudente actitud se ganaron el respeto, estimación y confianza de los ejidatarios y avecindados.

Fue tanto el éxito, que dé 1935 a 1944 se exportaban diariamente de cinco a diez furgones del ferrocarril cargados de “plátano roatán”. A esta etapa, de gran derrama económica para todos los habitantes de Armería, se le conoce como la década del “oro verde”. Lamentablemente, el ciclón de 1944, arrasó con todos los cultivos, y nuevamente, a volver a empezar; pero esa, es otra historia.


* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

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El reparto Agrario

Publicado en Diario de Colima
5 de febrero de 2006

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

En anteriores colaboraciones he enseñado que el inicio del progreso de la planicie costera, conocida con el nombre de “Armería”, se debió a tres factores: El reparto agrario que se inicia en 1925, los campamentos de ferrocarrileros, y su principal detonador poblacional lo fue, el maremoto registrado en Cuyutlán el 22 de junio de 1932, lo que propició que los habitantes de ese balneario se refugiaran en “Armería”, quedándose allí, muchos de ellos, a radicar definitivamente. Prueba de ello, fue el inusitado incremento de sus habitantes, que tan solo de 1930 a 1936 se elevó de 178 a mil 500 habitantes.

Los primeros tres ejidos fueron: el “Armería”, el “Cuyutlán” y el “Independencia”, este último, también conocido con el nombre de humedades.

La resolución del “Ejido Armería” está fechada el 2 de abril de 1925, y su ejecución se realizó el 30 de mayo del mismo año. Los terrenos fueron expropiados a la “Hacienda de Armería”, propiedad de doña Isaura Vidriales, para beneficiar a 45 jefes de familia. Posteriormente, mediante expropiación del potrero Martín Alonso de la Hacienda de Paso del Río, propiedad de la Compañía Fraccionadora de Terrenos S.A., el 20 de septiembre de 1939 se decreta la primera ampliación de este ejido. Esta nueva dotación que favoreció a 23 nuevos ejidatarios se ejecutó el 5 de noviembre de 1941.

La dotación del “Ejido Cuyutlán”, se otorgó mediante resolución de fecha 26 de febrero de 1925 y ejecutada el 8 de abril del mismo año. Los primeros beneficiarios fueron 90 campesinos. Para fundar este ejido se expropiaron varios predios colindantes con la zona federal del Océano Pacifico que formaban parte de las haciendas de “Cuyutlán”, “Armería” y “Cualata”, propiedades de Francisco Santacruz Ramírez, Isaura Vidriales de Núñez y Aristeo Núñez, respectivamente.

Continuando con esta primera etapa del reparto agrario, el tercer ejido formado en el actual municipio de Armería fue el nuevo centro de población Humedades. En este caso, la resolución data del 24 de julio de 1932 y su ejecución del 11 de septiembre de mismo año. Aquí, los beneficiarios fueron 60 colonos de la ranchería conocida con el nombre de “Once pueblos” por haber sido fundada por once familias. Cabe aquí puntualizar que el día en que recibieron sus tierras los beneficiarios, a propuesta de don Leonardo Jaramillo Silva, por unanimidad de la Asamblea, a partir de esta fecha se denomina “Ejido Independencia”. Las tierras fueron expropiadas a la “Hacienda de Armería”.

Al Ejido Independencia se le ha beneficiado con dos ampliaciones: La primera, se resolvió el 15 de noviembre de 1939 y las tierras les fueron entregadas hasta el 31 de octubre de 1942. En este caso, se expropiaron los terrenos conocidos con el nombre del “Llano”, propiedad de la Hacienda de Paso del Río. La segunda ampliación se realizo en el predio “El Higueral”. Su dotación es reconocida después de una larga lucha de más de cuarenta años, cuya resolución fue publicada en el Diario Oficial de la Federación hasta el 24 de noviembre de 1994, y su ejecución definitiva el 31 de octubre del mismo año. Ambos predios, “El Llano” y “El Higueral”, se localizan en el municipio de Tecomán.

En la segunda etapa del “reparto agrario” de esta zona, se organizaron los ejidos de “Periquillo”, “Zorrillos” y “El Pelillo”. El primero, se realizó con el consentimiento del propio hacendado don Stephano E. Gherzi, quien para evitar mayores afectaciones a la “Hacienda de Paso del Rió” de su propiedad, gestionó y logró el 15 de noviembre de 1939 la resolución favorable para el Ejido Periquillo, cuya ejecución se realizó primero de enero de 1940. En este caso, los beneficiaron fueron 26 hombres de confianza del Sr. Gherzi, tal vez por ellos, durante muchos años, a este centro de población se le conoció con el nombre del “Ejido Blanco de Periquillo”.

Los 45 miembros del “Ejido Zorrillos” fueron dotados de tierras expropiadas a la “Hacienda de Cualata” mediante resolución fechada el 16 de julio de 1939 y ejecutada el 15 de enero de 1940, y su resolución fue ejecutada el 30 de marzo de 1970. Para ello, se expropió el predio conocido con el nombre de “Rincón del Diablo”, propiedad de la Sra. María de Jesús Gómez Pérez.

La resolución presidencial del ejido “El Pelillo” se obsequió el 11 de junio de 1952, y se ejecutó el 9 de mayo de 1953. Su ampliación fue autorizada el 12 de enero de 1960 y ejecutada el 4 de mayo de 1966. En ambos casos, se expropiaron terrenos propiedades de don Jesús Covarrubias Pérez.

En la tercera y última etapa del reparto agrario, se constituyeron oficialmente los ejidos “Anacleto Núñez”, “Luis Echeverría” y “El Campanario”.

Después de una sangrienta lucha agrarista en la que perdieron la vida varios de sus fundadores, y tomando las tierras por “fuerza”, sus aguerridos forjadores, posterior a no menores “esfuerzos” de negociación con los propietarios de los predios afectados, la resolución presidencial que pone fin al conflicto y que dota de tierras al “Ejido Anacleto Núñez”, también conocido como “Rincón de López”, fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de mayo de 1974 y ejecutado el 11 de septiembre del mismo año. En este caso, le fueron expropiadas a la familia Uribe Valencia los predios “Puerta Pesada”, “El Ahijadero”, “El costeño”, “El Tabaco”, “El Catire”, “La limonera”, “Rincón de López”, “El Anonal”, “Peñas Blancas”, “Jicotán el Nuevo”, “El Carrizal”, “El Cerro y el Cino”.

Para decretar el “Ejido Luis Echeverría” se expropiaron, el 13 de noviembre de 1978, terrenos de la “Exhacienda de Cuyutlán” que usufructuaba don Pascual Moreno Barreto y que en el registro público de la propiedad, se encontraba a nombre de Octavio Cortez Zapién, Ma. Luisa Barreto de Moreno y Candelaria Cortez Vargas.
La entrega de los predios se formalizo el 3 de abril de 1979.

* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.

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martes, 2 de octubre de 2007

Fisonomía urbana

Publicado en Diario de Colima
28 de agosto de 2005

Miguel CHÁVEZ MICHEL*

Una vez que la entonces ranchería de “Armería” fue elevada a la categoría de pueblo (29 de abril de 1935), mediante Decreto No. 44 se le expropiaron a la “hacienda de Armería” 42.70 (cuarenta hectáreas, setenta áreas) para el “fundo legal” del nuevo pueblo. Para la expropiación de esta superficie, sirvió de base un proyecto de plano urbano elaborado por el Ing. José A. Gordillo, el cual a lo postre resultó, con algunas imprecisiones de linderos.

A petición de Don Jesús Covarrubias, Administrador y Apoderado legal de Doña Isaura Vidriales, propietaria de la Hacienda de Armería, el Gobernador del Estado Teniente Coronel Miguel G. Santana designó al Ing. Carlos Hernández para que elaborara el plano urbano del pueblo de Armería, el cual fue delineado, de norte a sur y de oriente a poniente en cuatro sectores: Juárez, Hidalgo, Independencia y Zaragoza.

Estos cuatro sectores urbanos fueron delimitados por dos grandes avenidas proyectadas con camellón central: de norte a sur, se denominó “Progreso” (hoy Manuel Álvarez) y su continuación “Manzanillo” (hoy Profr. Juan Oseguera Velásquez). De oriente a poniente aún se llaman Cuauhtémoc y Netzahuacoyotl (carretera Colima - Manzanillo). El resto de las calles, rectas y amplias, fueron trazadas de norte a sur y de oriente a poniente.

Con relación a su nomenclatura, las calles de norte a sur, les pusieron nombres de varios héroes de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Las de oriente a poniente, llevan nombres de los estados de la República mexicana.

Los lotes urbanos fueron proyectados de 15 metros de frente por 30 de fondo. Y para su venta, que fue a plazos, se clasificaron en tres categorías: los de primera (zona centro) con valor de $90.00; los de segunda a $75.00 y los de tercera a $50.00 c/u. Para estas operaciones, la Tesorería General del Estado designó Receptor de Rentas al Sr. J. Félix Torres Curiel.

De inmediato, los ejidatarios, avecindados y damnificados del “maremoto” (salineros y habitantes de Cuyutlán) firmaron los contratos de compraventa e iniciaron la construcción de sus nuevas viviendas, edificadas en su mayoría, de tejamanil y techos palapa. Estas edificaciones las construyeron Don Guadalupe y José Serratos, muy habilidosos para armar los caballetes y colocar las palapas. Posteriormente se suma a esta popular actividad Don Pedro Padilla.

Por lo que se refiere a la fisonomía urbana, Don Leonardo Jaramillo invitó a un avecindado de Manzanillo, Don Margarito Cárdenas, un albañil que sabia de todo, el cual tuvo a su cargo la construcción de los machuelos de las principales calles y los camellones centrales de las Avenidas Progreso – Manzanillo y Cuauhtémoc – Netzahuacoyotl. Concluidas estas obras, construyó el jardín principal, su kiosco y unas bancas de granito que tenía gravados los nombre de sus donantes, afortunadamente aún se conservan unas pocas en el panteón Municipal. Entre los nombres gravados en las bancas, recuerdo las de “La Casa Blanca”, “Berrondo y Compañía, Leonardo Jaramillo Silva, Pbro. Juan Hernández León, Jesús Covarrubias Monroy, Don Daniel M. Silva, Pascual Moreno Barreto, J. Jesús Díaz Cuevas, Federico Pineda Gutiérrez, Nivardo Herrera Solís, Eusebio Michel Rincón, Francisco Lara Pérez, J. Jesús Ortiz Martínez, Miguel Gómez Medina, Francisco Lagarda Valenzuela y la donada por mi abuela materna Inés Araiza García.

Por recomendación de Don Jesús Covarrubias Monroy, Don Leonardo Jaramillo Silva, Don Pedro Rizo (Jefe de Estación) y el Profesor Ignacio Pinto Solis, los propietarios de los terrenos urbanos ubicados al frente de la avenida Manzanillo y su continuación Progreso, coincidieron en construir, -desde la estación del ferrocarril hasta lo que sería el jardín principal-, amplios portales de madera con techos de teja. Para esta extraordinaria obra, que por muchos años formó parte de fisonomía que identificó al pueblo de Armería, se contrataron los servicios de un carpintero agudo y visionario, como lo fue Don Jorge Bejerano, quién ya había construido la “Casa de Huéspedes” de “Doña Chuy Virgen”. Entre los albañiles constructores de estas casas, recordamos con gratitud a Don Primitivo Guerra y Don Miguel Flores. Este ultimo, años mas tarde, formó el gremio de albañiles, afiliados a la C.T.M.

Para abastecer los servicios de “agua potable”, Don Estefano Eugenio Gherzi, dueño de la Hacienda de “Paso del Río” otorgó su permiso para la construcción una represa en el “ojo de agua” del arroyo “charco verde” y el tendido de la tubería desde ese lugar, hasta el nuevo centro de población. Don Margarito Cárdenas hizo el trazo de la línea de conducción y todos los habitantes, sin excepción, se dieron “tareas” para excavar el terrero y apoyar en el tendido de la tubería. Para colocar y ensamblar la tubería se habilitó como fontanero a Don Pascual Escobedo, que a la postre y hasta su muerte fue el fontanero del pueblo. Para la distribución del agua, se construyeron “hidrantes públicos” en las esquinas y dos enormes pilas de agua, una frente al jardín y otra en la colonia “Independencia”.


* El autor es miembro del Consejo Estatal de la Crónica, la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores y la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima.
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